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La prisa mata La prisa mata
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Grupo Psicara

Por Beatriz Gonzalvo Iranzo

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Hoy dedicaremos nuestro espacio a explorar uno de los más comunes acompañantes del ser humano y los peligros que este puede acarrear en la salud: la prisa.

Si tuviese que mencionar uno de los aspectos que más afectan a la salud de la sociedad occidental actual, sin lugar a dudas, entre ellos estaría la velocidad a la que vivimos. Nos encontramos ante un estilo de vida al que le acompaña una sensación crónica de falta de tiempo, “me faltan horas”, “no me da la vida” y “no tengo tiempo” son algunas de las expresiones que más llegan a nuestros oídos cada día. La prisa es uno de los disparadores más comunes de problemas en nuestra salud.

La podemos encontrar en cualquier rincón. Incluso escribiendo estas líneas confieso que la prisa ha tocado mi puerta, recordándome el tiempo limitado que tengo para realizar este trabajo o el resto de tareas pendientes y tentándome a caer en sus redes. Tentándome a lo que, a continuación hablaremos, alejarme de mí.

No es tarea fácil bajar el ritmo cuando el estilo de vida que predomina en nuestros tiempos está articulado hacia la cantidad, hacia el fin de realizar el mayor número de cosas en el menor tiempo posible, poniéndole el nombre de “productividad”. Pero lo cierto es que nos encontramos ante una improductividad mental y física absoluta. El entorno y con él, la creciente presencia de las tecnologías, nos insta a la inmediatez y a la supuesta “productividad”, pero nuestro cuerpo y nuestra mente ya no saben cómo hacernos entender que necesitan calma, y acaban gritando en forma de problemas físicos y mentales. Nos encontramos ante un fenómeno que, literal y metafóricamente hablando, nos está robando la salud. Nuestro cuerpo y nuestra mente nos está avisando, y no lo estamos escuchando.

En el libro A través del espejo y lo que Alicia encontró allí de Lewis Carroll podemos encontrar una escena que ejemplifica cómo, en un momento dado, Alicia se ve arrastrada junto a la Reina Roja en una carrera agotadora que no tiene fin. La joven, sin comprender por qué en ese país sus habitantes estaban obligados a correr, le preguntó a la regente la razón. “Aquí es preciso correr mucho para permanecer en el mismo lugar, y para llegar a otro hay que correr el doble más rápido”. De algún modo, esto mismo es lo que nos sucede a nosotros. Para lograr algo parece que estamos obligados a apresurarnos, porque de lo contrario no llegamos (o como diría la Reina Roja, nos quedamos en el mismo punto).

Funcionar a esta velocidad durante todo el día, con innumerables tareas, infinitas cosas que hacer y el piloto automático como guía nos lleva a un solo destino: un nivel de estrés corporal y mental elevado, manifestándose en diversas formas y pronunciando un mensaje implícito: no estás.

Vivimos (o sobrevivimos) pero no estamos. Nos encontramos sumergidos en el pasado o en el futuro. Pasando desapercibido un aviso inaplazable: la vida pasa y tú no estás. Y entonces, nos encontramos con una de las problemáticas actuales más comunes en nuestra sociedad, la imposibilidad de vivir con sentido. Si uno no está no puede ver, no puede percibir, no puede escuchar su cuerpo y, encima, se siente vacío porque nada de lo que hace tiene sentido.

La prisa nos aleja, nos lleva a un porvenir que nunca llega y que, además, nos mantiene fuera de todo momento. Nos mantiene estresados tratando de llegar a un futuro mejor quedando el presente reducido a un simple medio para alcanzarlo. Pero el origen de la tensión no es la falta de tiempo o la lista interminable de tareas, es la disyuntiva de estar “aquí” queriendo estar “allí”, estar en el presente queriendo estar en el futuro. Una disyuntiva que nos desgarra por dentro y nos aleja de todo cuanto somos y estamos. No hay nada malo en esforzarse por mejorar la situación de vida, esto puede ser un motor que nos mantenga realmente vivos y nos permita disfrutar de nuestra vida todavía más. No hay nada malo en marcarse objetivos y esforzarse por lograrlos. El error reside en sustituir con eso el sentimiento de vida, de ser y vivir. Si nos centramos en los objetivos y olvidamos el ahora, es como un arquitecto que no presta atención a los cimientos del edificio pero pasa mucho tiempo trabajando la superestructura fachada. Resulta muy útil saber dónde vas cuando viajas, pero no olvides que lo único absolutamente real de tu viaje es el paso que estás dando en este momento. Eso es todo lo que hay y puede haber.

 

Yo, naturalmente, no sé bien qué es la vida, pero me he determinado a vivirla. De esa vida que se me ha dado, no quiero perderme nada: no sólo me opongo a que se me prive de las grandes experiencias, sino también y sobre todo de las más pequeñas. Quiero aprender cuanto pueda, quiero probar el sabor de lo que se me ofrezca. No estoy dispuesto a cortarme las alas ni a que nadie me las corte.

- Pablo d’Ors -