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Mañana estaré bien Mañana estaré bien

Mañana estaré bien

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Grupo Psicara

Por Beatriz Gonzalvo Iranzo

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En el artículo de hoy daremos voz a uno de los anhelos más comunes del ser humano: la felicidad o, como veremos, el bienestar vital.

Si indagamos entre los motivos que nos mueven día a día en la toma de decisiones encontramos, entre otros, uno predominante: el esfuerzo insaciable de alcanzar la felicidad. Sin embargo, si analizas en este mismo instante cómo te sientes con tu vida, ¿qué respuesta aparece?

Acabamos viviendo esa meta como un horizonte inalcanzable, cayendo en la trampa de creer que nuestra vida será plena solamente cuando… (añade aquí el contenido que se ajuste a tu mente: construya una familia, encuentre una pareja, descubra mi vocación, logre mi trabajo ideal, consiga determinada cantidad de dinero, adquiera una casa propia, tenga un peso determinado, etc., la lista puede ser interminable).

La felicidad es un término ampliamente sonado y debatido del que podemos encontrar numerosas definiciones. En este caso, diferenciaremos dos conceptos fundamentales, por un lado nos encontramos con la popular felicidad, entendiéndola como un estado emocional temporal que se caracteriza por una connotación agradable. Por otro lado, converge el bienestar psicológico, concepto más complejo en el que entran en juego múltiples variables y del que se obtiene una medición más representativa de la satisfacción vital. Hay un aspecto clave que diferencia este término del anterior, la integración del sufrimiento como parte del proceso vital de plenitud.

Una vez aclarado esto, podemos retomar la cuestión inicial e indagar en las posibles causas de la “enfermedad” de nuestro siglo: la insatisfacción constante.

Solemos deducir que únicamente lograremos un estado de satisfacción vital cuando consigamos una situación permanente de felicidad. Pero, precisamente esta es la trampa que nos impide llegar al destino. Temo decirte que, por mucho que lo intentemos, con lo único que nos vamos a encontrar es con todavía más frustración. La neurociencia nos muestra que llegar a un estado permanente de sensaciones agradables sin entrar en juego el sufrimiento no es posible. El ser humano no puede ser feliz de forma permanente, cierto estado de insatisfacción es necesario para el progreso. Ser humano implica morir y también sufrir, no podemos alcanzar un estado de felicidad constante y eludir el sufrimiento. Sería lo mismo que pensar que si seguimos todos los consejos saludables, como realizar ejercicio físico regularmente, comer de forma saludable y no tener hábitos tóxicos, no vamos a morir nunca. Se puede lograr un estado de bienestar vital y experimentar sufrimiento al mismo tiempo (incluida la felicidad) de hecho, es la única fórmula posible. Porque amar, sentir, disfrutar y vivir va ligado al dolor.

Pero la semilla de la insatisfacción no sólo se queda aquí, encontramos un segundo causante del eterno problema de la insatisfacción.

Estar enfocado en lograr nuestros propios proyectos futuros es un pilar fundamental del ser humano, algo normal y funcional. Todos en algún momento hemos podido sentir que nos falta algo para estar bien, para ser “felices”. Sobre todo si nos encontramos en momentos de nuestra vida especialmente dolorosos y retadores, aquí el motor que nos impulsa a continuar es el esperanzador futuro. Pero si esta realidad se convierte en una constante es probable que algo esté fallando, y el origen del malestar no se encuentre en el logro de ese plan futuro que te habías establecido previamente sino en el funcionamiento que tu mente ha adquirido.

Es fácil encontrarnos invirtiendo gran parte de nuestra atención y energía al ansiado futuro y esto, en cierto modo, tiene su parte funcional, nos revela que hay una necesidad descubierta que necesita ser atendida y, por lo tanto, nos impulsa a cubrirla y mejorar nuestra vida. El problema aparece cuando esta insatisfacción se transforma en un sentimiento constante e insaciable, puesto que conseguimos aquello que anhelábamos pero nos damos cuenta acto seguido de que ahora queremos más, nos centramos en otra cosa. Viviendo bajo la compulsión de querer siempre más: más dinero, más salud, más poder, más prestigio, más belleza, más cosas. Nunca es suficiente, sentimos que nunca llegamos a la meta. Sumergidos en la ilusión de que logrando todo aquello nuestra vida estará resuelta y plena para siempre. Y podemos comprobar como la vida no sucede así, porque nunca “se resuelve” del todo, siempre hay preocupaciones por descubrir y alimentar. Principalmente porque cuando la insatisfacción constante aflora el problema no se encuentra en la carencia material sino en la carencia interna. Y, por lo tanto, no importa cuánto logre en la vida que seguiré manteniendo esa actitud en el futuro, seguiré anhelando lo de más allá, sin importar lo que fue conseguido. Sin amar, apreciar y vivir con lo que ya hay. Estamos tan habituados a poner el foco en el mañana, a la búsqueda permanente, que cuando logramos aquello en lo que habíamos depositado mucha esperanza nuestra mente sigue pensando en términos de futuro y, por lo tanto, ese logro ya no cuenta, necesitamos otro. La receta perfecta para la insatisfacción constante.

Vivimos, en suma, sin aprender a estar en el presente, con lo que hay, dejando a un lado lo que ya tenemos. Se puede cambiar el foco, en este mismo momento, sin dejarlo para mañana. Intentar florecer en el contexto en el que nos encontremos aunque sin duda no sea el ideal, al tiempo que nos esforzamos por dirigirnos hacia un contexto más favorable e interesante. Recuerda que una cosa no excluye la otra.

Para comenzar con ello, te invito a realizar el siguiente ejercicio:

Piensa en cómo te quieres sentir con aquel objetivo que quieres lograr. No el suceso o la cosa en sí, sino el sentimiento que te despertaría (por ejemplo, quieres tener un trabajo más agradable o creativo para sentir ilusión cada mañana). Ahora hazte la siguiente pregunta: ¿cómo podría conseguir un pedazo de ese sentimiento hoy, en el punto en el que estoy, con lo que ya tengo?

Existen cantidad de posibilidades (aunque a veces no podamos verlas) para mejorar la calidad de nuestra vida hoy, mientras a la vez trabajamos por un futuro mejor.

La maestría en el arte de vivir consiste en luchar por nuestros sueños y, a la vez, amar nuestra vida actual.