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Muertes silenciadas Muertes silenciadas

Muertes silenciadas

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Grupo Psicara

Por Beatriz Gonzalvo Iranzo

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde las psicólogas y psicólogos de Psicara abordamos temas y curiosidades relacionadas con la psicología. Esta semana hablaremos de una problemática oculta que nos acompaña día tras día: una muerte silenciada que arrasa con la vida de 800,000 personas a nivel mundial.

Según los datos globales de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2014), una persona cada 40 segundos es protagonista de esta muerte en algún lugar del mundo. Si nos centramos en España, en 2018 fue la causa de muerte de 3539 personas según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Esto supone una media de 10 fallecimientos al día, uno cada dos horas.

Que los datos son abrumadores es un hecho indiscutible pero, ¿de qué se trata? De la primera causa de muerte no natural en España, el suicidio.

El suicidio constituye un problema silencioso, pero con grave repercusión. Ya es hora de romper el silencio que le rodea y buscar soluciones. Nos encontramos con cifras muy preocupantes, estamos hablando de que una de cada diez personas se suicidan en España, el doble de las que mueren por accidentes de tráfico. Sin embargo, ¿estamos reaccionando ante tal realidad? ¿se están invirtiendo los recursos y la prevención con la urgencia que requiere? y, por supuesto, ¿somos conscientes de la gravedad del asunto?

Previo al acto del suicidio nos encontramos con determinadas conductas que ya nos alertan del peligro, el denominado comportamiento suicida. Según la OMS, este engloba la ideación o los pensamientos suicidas, la planificación del acto, el intento de suicidio y, en su caso, el logro. Además, establece que la conducta suicida se ve determinada por la relación entre lo biológico, lo psicológico, lo social, el ambiente y los factores culturales.

En el germen de este proceso nos encontramos los pensamientos suicidas. Éstos, al margen del tabú con el que nuestra sociedad aborda este tema, no es, en absoluto, algo desconocido. Si nos paramos a pensar y echamos la vista a alguno de los momentos más difíciles que hayamos pasado en nuestra trayectoria vital, una gran mayoría de personas, en algún momento, habrá tenido presente esta idea en forma de afirmaciones como “no merece la pena vivir”, “si muriese, terminarían los problemas”, “no encuentro otra salida”, etc., entre muchas otras. Son pensamientos que aparecen en los momentos más oscuros, cuando más perdidos y desesperados nos encontramos, la gravedad y señal de alerta radica en la intensidad, convicción y persistencia de los mismos.

Cuando estas ideas empiezan a ser las protagonistas de nuestra vida empezamos a cruzar la línea roja que señala peligro y es en este momento donde el papel del psicólogo es imprescindible, si no ha actuado previamente. Nos permitirá frenar esta rueda que, si no la detenemos, nos puede dirigir hacia la planificación del acto y el posterior intento.

Existen numerosos factores de riesgo como los trastornos del estado de ánimo (hay una estrecha relación con la depresión) y el consumo de sustancias psicoactivas, entre muchos otros. Pero nos centraremos en el predictor más potente en la población general, los intentos previos. En España, el 50% de las personas que se suicidan ya han presentado una tentativa previa. Este dato supone la llave a la prevención del suicidio consumado si se ponen en marcha los servicios necesarios. Podemos actuar a tiempo, podemos prevenir muchas muertes, y las estamos dejando marchar.

La crisis provocada por el coronavirus tampoco nos lo está poniendo fácil. Desde el Teléfono de la Esperanza anuncian que es pronto para sacar conclusiones sobre los datos obtenidos hasta el momento. Sin embargo, confirman un incremento de llamadas de un 47% en comparación con las mismas fechas del año anterior. Sin lugar a dudas, es una realidad aterradora. La situación alerta de reforzar los protocolos y la prevención ante el suicidio. La próxima ola está por llegar, y esta vez, las muertes no serán por un virus que arrasa con la salud física de la persona, esta vez la protagonista será la salud mental, ¿estamos preparados para afrontarla? ¿disponemos de los servicios necesarios?

A veces el dolor es demasiado fuerte y el sufrimiento se presenta de una manera tan insoportable que la única opción que contemplamos es poner fin a nuestra existencia. Nadie quiere morir, y mucho menos quitarse la vida, sólo se desea acabar con esa desolación de la que no se encuentra otro modo de escapar, no se ve otra salida, pues han perdido toda la esperanza posible.

Rara vez, o nunca, se habla del ingente trabajo que las personas que lidian con ideación suicida hacen para mantenerse con vida, un trabajo que, en gran parte, no realizan para sí mismos, sino porque saben las repercusiones que su muerte puede tener en las personas de su entorno. Es momento de actuar.

Con ayuda de un profesional se puede cambiar la visión de la vida y entender que, aunque se ponga cuesta arriba, merece la pena.

Una vez estuve al borde de la muerte. Bueno, en realidad fueron varias veces durante una larga temporada. Me llevé al límite. Lo evidente era mi cuerpo, mi extremadamente delgado y desnutrido cuerpo; pero era solo de un alma que vivía en la más profunda inanición. En la jaula de la incomprensión. Asustada, vacía, perdida. Congelada.

Estaba aterrorizada. Por entonces la vida me venía demasiado grande.

Recuerdo que por delante del miedo a morir, que tampoco era tal, porque lo sentía como una liberación; muy por delante habitaban dos sensaciones tremendamente dolorosas.

La primera era la sensación de culpabilidad por saber que mi situación hacía sufrir a mi familia y amigos. Esta sensación me destrozaba por dentro. Me destruía más que cualquier otra cosa. Me hacía sentir tan impotente y tan culpable a la vez.

La segunda, sin duda, mi ego dañado. Yo, incapaz. Yo, allí, sin ser fuerte. Sin ser independiente. Sin poder tomar las riendas de mi vida. Yo, atada y perdida, tremendamente angustiada. Vulnerable, débil y perdedora. Testigo más no partícipe. Agotada. Fuera de mí. Lejos de mí.

Nunca olvidaré que el miedo a morir no era tal. Nunca fue tal. Era el miedo al panorama que no quería dejar.

-Julia Jiménez Hens (@nosequecenar)-

Mensaje para aquella persona especial que necesite leerlo:

No creas todo lo que piensas. Aunque ahora te cueste creerlo y no encuentres ninguna salida, sí que la hay, pide ayuda a un profesional y date la oportunidad que mereces para intentarlo una vez más, siempre hay luz al final del túnel, pero a veces necesitamos a alguien que nos guíe hasta la salida.

Dispones de ayuda; teléfono de la Esperanza: 717003717.