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Los héroes de Villafranca del Campo: Ángel Marco y Gonzalo Gracia Los héroes de Villafranca del Campo: Ángel Marco y Gonzalo Gracia
Monumento a los pilotos fallecidos en Villafranca del Castillo, Teruel, en la plaza de la iglesia

Los héroes de Villafranca del Campo: Ángel Marco y Gonzalo Gracia

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Alejandro Ibrahim

En el corazón de la comarca del Jiloca, en la provincia de Teruel, se alza Villafranca del Campo, un pequeño municipio de poco más de 300 habitantes y con una historia que trasciende la modestia de sus calles. Este pueblo, rodeado de llanura y cerros al norte de Aragón, ha querido rendir homenaje a dos de sus hijos adoptivos que, con su sacrificio, grabaron para siempre su nombre en la memoria colectiva: los pilotos Ángel Marco y Gonzalo Gracia.

Un pueblo al serviciode la aviación

Villafranca del Campo, situado a casi mil metros de altitud y atravesado por la carretera Mudéjar y la línea de tren Cartagena–Huesca, conserva su espíritu rural mientras mira al cielo con orgullo. Su iglesia barroca de San Juan Bautista preside la plaza donde se ha plantado un nuevo monumento, símbolo de la dedicación de dos jóvenes que encontraron en la aviación un destino vocacional y, trágicamente, su final.

Carreras brillantes en la Armada y el Ejército del Aire

Gonzalo Gracia, nacido en Villafranca en 1957, ingresó en la Academia General del Aire y se especializó como piloto de reactores. Tras su paso por la Escuela de Caza y Ataque de Badajoz, se destinó al Ala 12, en la base de Torrejón de Ardoz. El 6 de mayo de 1984, mientras participaba en maniobras sobre Peralejos (Teruel), su avión F#4 Phantom sufrió un fallo técnico. Aunque él y su compañero se eyectaron, ninguno sobrevivió al accidente. Tenía apenas 27 años. Ambos fueron condecorados con la Cruz al Mérito Militar con Distintivo Amarillo.

Ángel Marco, nacido en Villafranca en 1970, ingresó en 1989 en la Escuela Naval Militar y, tras ascender a guardiamarina en 1991, participó en el crucero de instrucción a bordo del Juan Sebastián Elcano. Un año después, se unió a la Armada como alférez de fragata. En 1995 fue condecorado por la OTAN por su servicio en el Atlántico durante las operaciones relacionadas con los conflictos yugoslavos. Su formación continuó en Estados Unidos, donde se cualificó como aviador naval. En 1997, se embarcó en el portaaviones USS John Stennis y, más tarde, se incorporó a la IX Escuadrilla de la Flotilla de Aeronaves en Rota, volando Harrier AV#8B. Solo un año después, durante maniobras en el golfo de Mazarrón, sufrió un accidente fatal con la aeronave que pilotaba. También tenía 27 años y fue reconocido con la Cruz al Mérito Militar con Distintivo Amarillo.

Un monumento con historia y significado

El 28 de junio de 2025, Villafranca del Campo inauguró un monumento conmemorativo en la plaza de la iglesia. El diseño, promovido por el Ayuntamiento y las familias, consiste en un monolito central flanqueado por las colas metálicas originales de los aviones Phantom y Harrier, cedidas por el Ejército del Aire y la Armada, respectivamente. Durante la ceremonia militar se desplegó un despliegue de homenaje que incluyó desfile de la bandera, homenaje castrense, salto paracaidista y música interpretada por una banda militar, seguido de una misa oficiada por el obispo de Teruel 

Las dos calles principales del municipio también llevan desde entonces los nombres de Ángel Marco y Gonzalo Gracia, en un gesto que trasciende el recuerdo y se convierte en parte viva del entorno urbano.

Dedicación, vocación, sacrificio

Lo que une a estos dos pilotos es más que su lugar de nacimiento: es una pasión por la aviación como forma de servicio público, una entrega absoluta a la defensa, y un compromiso que exigió lo último de sus vidas a una edad temprana. Ambos demostraron capacidad de superación (desde su ingreso en academias militares hasta sus destinos internacionales), espíritu de sacrificio y liderazgo. Su formación, en escuelas de élite como la de Badajoz, Whiting Fields o el portaaviones USS John Stennis, habla de un nivel de profesionalismo elevado, reconocido con honores y placas militares.La Cruz al Mérito Militar, con distintivo amarillo, resaltó su entrega en misiones internacionales y situaciones de riesgo. Para Ángel, ese significado incluye operaciones en aguas de la antigua Yugoslavia; para Gonzalo, una trayectoria impecable desde su graduación hasta su misión en el Ala 12.

El monumento: memoria y orgullo local

El acto del 28 de junio consolidó el monumento como nuevo punto de referencia para Villafranca del Campo. Su escala—con las auténticas colas de los aviones—ofrece una imagen potente, símbolo de vuelo, no retorno y, sobre todo, servicio. El homenaje militar y religioso manifestó la unión institucional y espiritual del pueblo, de las fuerzas armadas y de sus habitantes, quienes en el corazón de un entorno rural encontraron nuevos referentes de identidad comunitaria y heroísmo. Más allá de la plaza y las calles

La presencia de este monumento convierte a Villafranca del Campo en un lugar de peregrinación para las familias militares y amantes de la aviación. También ofrece una oportunidad educativa: conmemorar a estos pilotos permite hablar de la historia militar española de finales del siglo XX, sus misiones internacionales, la posibilidad del vuelo a reacción y la dedicación profesional de las fuerzas armadas.

Además, esta conmemoración local ayuda a rescatar historias individuales de la memoria colectiva, dando rostro humano al sacrificio frente a la frialdad de cifras y estadísticas. Las trayectorias de Ángel Marco y Gonzalo Gracia reflejan la vocación que sienten muchos jóvenes por volar, por servir y, en el caso de ellos, por dejar un legado que trascienda al sacrificio con honor.Conclusión: un vuelo hacia la eternidad

Los héroes de Villafranca del Campo -Ángel Marco y Gonzalo Gracia- encarnan una historia de entrega, dedicación y servicio. Con apenas 27 años, ambos entregaron sus vidas defendiendo valores y responsabilidades. El monumento erigido en la plaza de su pueblo, junto a las calles que llevan sus nombres, asegura que su historia no se borre. Un legado que ha dejado una impronta en próximas generaciones que verán con orgullo como el honor trasciende las fronteras y eleva a unos héroes que quisieron y pudieron volar para defender los intereses comunes.

En este gesto simbólico, Villafranca del Campo ha definido una línea clara de orgullo local y homenaje colectivo. Y lo ha hecho con la misma solidez con la que volaban esos aviones cuyas colas sobreviven como testimonio; con la misma firmeza que muestran dos calles con su nombre. Allí, todos los días, el recuerdo de estos dos pilotos resuena en las aceras, en las miradas al cielo, y en la esperanza de que su ejemplo inspire a generaciones futuras.