

De Colombia al mundo: la vida y misión de los Peregrinos de la Eucaristía en España y América Latina
¿Qué lleva a hombres y mujeres de diferentes edades, profesiones y vocaciones a dejarlo todo para vivir alrededor del misterio de la Eucaristía? La respuesta se encuentra en la historia de los Peregrinos de la Eucaristía, una comunidad que nació en Colombia y que, en menos de dos décadas, se ha extendido a países de América Latina y Europa. Su propuesta va más allá de una experiencia religiosa individual: es una manera de construir familia en medio de la Iglesia, uniendo sacerdotes, consagrados y laicos bajo un mismo carisma que los impulsa a caminar juntos.
En sus iniciativas se mezclan la oración, la evangelización y la acogida, siempre con la Eucaristía como centro de su espiritualidad. Desde la fundación hasta su consolidación en lugares como Uruguay, México y España, los Peregrinos de la Eucaristía han demostrado que la fe puede transformar comunidades enteras, revitalizar espacios y ofrecer esperanza a quienes buscan sentido en medio de los desafíos de la vida.
Los Peregrinos de la Eucaristía, carisma, presencia y misión
Los Peregrinos de la Eucaristía nacieron en 2005 gracias al impulso de dos colombianos, el padre Francesco María de la Santísima Trinidad y la madre Amada Clara de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Ambos compartieron una formación académica vinculada al derecho y la teología, pero sobre todo una vocación profunda por la vida consagrada. Con la certeza de que la Eucaristía debía ser el centro de la vida cristiana, dieron forma a una comunidad que buscaba unir diferentes vocaciones en un mismo proyecto espiritual.
El término “peregrinos” refleja la convicción de que la vida en este mundo es un camino hacia un destino común. La visión se concreta en un estilo de vida itinerante, capaz de adaptarse a realidades rurales en Colombia o México, así como a contextos urbanos en España y Uruguay. En todos los lugares donde se han establecido, los Peregrinos de la Eucaristía han procurado acompañar a las comunidades, ofrecer espacios de acogida y promover el valor de la familia como núcleo esencial de la vida eclesial.
Su expansión internacional comenzó en Uruguay, desde donde se extendieron a Colombia y más tarde a España. En la diócesis de Pamplona y Tudela encontraron un espacio clave de consolidación bajo el acompañamiento del entonces arzobispo Francisco Pérez González, hoy obispo emérito. Con el tiempo su presencia llegó a otras regiones españolas como Sevilla, Getafe y Vitoria. En Vitoria revitalizaron el monasterio del santuario de Nuestra Señora de Estíbaliz, ofreciendo no solo espacios de oración y encuentro, sino también iniciativas singulares como el restaurante Amaren Etxea, “la casa de la Madre”, donde combinan gastronomía y hospitalidad con un espíritu familiar que invita a volver.
En cada lugar, el carisma eucarístico se manifiesta en gestos sencillos de acogida y en la creatividad pastoral. Una de sus iniciativas más llamativas se conoce como “Faros en las tinieblas”, pequeñas intervenciones en espacios públicos donde ofrecen mensajes breves que invitan a reconocer el amor de Dios presente en la Eucaristía. Se trata de una manera directa de llevar el Evangelio al corazón de la vida cotidiana.
Fundadores y espiritualidad al servicio de la Iglesia
Sus fundadores reflejan la unión entre formación académica y vocación religiosa. El padre Francesco, nacido en Quibdó en 1971, estudió Derecho y Ciencias Políticas en Bogotá antes de profundizar en teología en instituciones de Colombia, España y Uruguay, abarcando disciplinas como teología moral, espiritual y dogmática. La madre Amada Clara, nacida en Bogotá en 1974, también se formó en Derecho y Ciencias Políticas, y desde sus primeros años mostró sensibilidad por el trabajo comunitario y la cercanía con familias y personas en búsqueda de acompañamiento espiritual.
Ambos fundadores coinciden en señalar que la comunidad tiene como misión fortalecer el sentido de familia en la Iglesia y ofrecer un espacio donde sacerdotes, religiosos y laicos puedan compartir una misma espiritualidad. Para los Peregrinos de la Eucaristía, la comunión no es una idea abstracta, se vive en el servicio, en la oración compartida y en la disponibilidad a las necesidades de cada lugar.
El hábito de los miembros, inspirado en tradiciones franciscanas, es un signo visible de identidad. Los jueves y domingos visten de blanco en referencia a la Eucaristía, mientras que el resto de la semana utilizan otros colores. Estos elementos externos recuerdan que la vida consagrada se construye tanto en la interioridad como en los signos que hablan de fe al mundo.
En América Latina, en particular en Colombia y México, su labor combina la evangelización con iniciativas de apoyo a comunidades en situación de vulnerabilidad. Desde programas sociales hasta actividades formativas, su presencia busca mostrar que la fe y el compromiso con la dignidad humana no están separados, sino profundamente unidos.
Hoy, después de casi dos décadas, la vida de los Peregrinos de la Eucaristía sigue expandiéndose con un testimonio de alegría y servicio. Su espiritualidad, centrada en el misterio eucarístico, se traduce en proyectos que revitalizan espacios, generan comunidad y ofrecen esperanza. Ya sea en un santuario de España, en barrios populares de Colombia o en pueblos de México, la familia espiritual recuerda que la fe se hace concreta en la acogida, la comunión y la misión compartida.