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Javier Lizaga

Odio llegar pronto a un examen. Siempre hace calor, siempre se respiran nervios, siempre se caen unos apuntes y siempre hay alguien que lleva un par de días sin ducharse. “¿Te sabes las causas del Quinquenio? Caen seguro”. “No, no…las consecuencias del Sexenio que lo puso el año pasado…”. Así me siento con las fases de la desescalada. No sabía que había examen y algunos, en cambio, se han empollado hasta si podremos echar una meadilla en el monte en la fase 4. Me superan. Agradezco, de hecho, lo de estar 14 días en la misma fase. A ver si leo las instrucciones. Me pasa como con un móvil nuevo, me pregunto para qué coño quiero la mitad de cosas. 

Pueden insultarme. No tengo ansiedad por llevar a mi prole al monte, me conformo con los que nos rodean, me sobra con correr un rato por el río. Vivimos en cambio días de rebeldes de pacotilla e injusticias tan sumarias como tener que sacar a tu hijo cuando hace sol, ni que fuera un gremlin,… Volviendo a los exámenes, nada peor que cuando un profesor se ofrecía a cambiar uno, por buena persona, la guerra porque nadie quería ceder acaba en tragedia. Siempre hay motivos para la queja, todos tienen motivos, no lo dudo, y dentro de esos derechos de tres al cuarto, incluyan el derecho a que no nos calienten la cabeza al resto.

Los padres que ponen una foto de su vástago con corazoncitos el domingo, el lunes ladran porque los coles, almacenes de niños para ellos, siguen cerrados. Eso pasa. Y luego está el gobierno que parece querer que nos comportemos como alemanes o islandeses del norte. Parece mentira, aquí si levantas el pedal no hay aglomeraciones en las librerías, como me confirmaba una librera, faltan barriles. Somos así. En Alemania no hizo falta que les prohibieran salir de casa, aquí el primer día que se pudo hacer deporte salió hasta Chanquete. Y ya saben que no hay que confundir suerte con inmunidad. 

Que el sol salga mañana es una hipótesis, decía Wittgenstein, para enunciar que creemos en nuestras certezas como los antiguos en Dios, con la salvedad de que ellos sabían que eso de Dios era un invento. Después de leer a 60 pensadores sobre el futuro postpandemia lo único que me quedó claro es que no tienen ni idea. No hay certezas. Pueden pensar que tengo miedo, es verdad. Siempre me ponía serio con los exámenes, porque a uno mismo es al único que no puedes engañar. Esperemos aprobar en junio.