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¿Guerra? ¿Guerra?
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Nuria Andrés

En el extranjero ven curioso que en España seamos capaces de comer viendo las noticias. No entienden cómo podemos seguir digiriendo mientras nos cuentan que una treintena de niños en Gaza han sido asesinados a manos de Israel. Yo lo veo una buena oportunidad de beber más agua, porque es cierto que hay muchas noticias que necesitan un gran sorbo para conseguir tragarlas.

Marzo es un mes horroroso. Eso pensábamos el otro día recordando los acontecimientos que habían marcado la agenda de estos últimos días.  Los 20 años del 11-M, el genocidio en Gaza, la guerra en Ucrania y ahora el atentado en Rusia que nos recuerda a los días en los que los ataques terroristas abrían todos los telediarios.

Lo que más me impresiona de las últimas guerras es que la gente que muere eran personas normales. Niños que no podían salir a jugar porque amigos suyos habían perdido la vida en un bombardeo; gente que iba a comprar, otros que paseaban y no tuvieron más remedio que esconderse debajo de un banco intentando esquivar la metralla. Las víctimas de las guerras han sido, cada vez más, personas no combatientes que bajas en el frente. De ahí que, sus efectos sean, moralmente, todavía más devastadores. Es inevitable pensar que esa muerte podría haber sido tuya.

La guerra también es un estado mental, un estado de alerta que comienza mucho antes de la batalla. Precisamente, lo hace en el momento en el que una tarde cualquiera, en una conversación entre amigos, te planteas si es cierto eso que dicen voces, cada vez menos lejanas, de que España debe estar preparada para la guerra; cuando esto mismo lo lees como un jarro de agua fría en las portadas y los discursos de líderes institucionales se empapan de lenguaje bélico que tienen como máxima “protegernos” sin importar nada más. Haría falta cerrar con mucha fuerza los ojos para no ver que Europa se encuentra en un escenario prebélico; pero de ser esto cierto, es necesario que nuestros representantes den la cara y una larga explicación. No vale con una entrevista y un simple titular que luego se ven obligados a matizar.