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Libertad de expresión Libertad de expresión

Libertad de expresión

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Juan Corellano

El rapero Pablo Hasel espera paciente su inminente y anunciado ingreso en prisión. Pende sobre él la posibilidad, en el peor de los casos, de pasar hasta casi veinte años encarcelado, fruto de varios juicios y causas en trámite. No ha huido del país ni lo hará ahora, según ha aclarado él mismo, pese a haberlo tenido a mano varias veces. Considera que su encarcelamiento será más favorable a su causa que un exilio como el de Valtonyc, otro rapero que, ante la posibilidad de ingresar en prisión por condenas similares, se marchó a Bélgica. 

Para quien no recuerde su historia, he aquí una muy (mal) resumida versión: por más de medio centenar de tuits publicados entre 2014 y 2016 y una canción sobre el rey emérito Juan Carlos I, la Audiencia Nacional acabó condenándole por injurias contra la Corona y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y por enaltecimiento al terrorismo. 

Las publicaciones de Twitter son públicas y están al alcance de cualquiera, al igual que la canción en cuestión. No negaré que haya quienes, tras una primera búsqueda, encuentren muchas de sus afirmaciones hirientes, desafortunadas, innecesarias, exacerbadas y todos los calificativos que a uno se le puedan ocurrir. Tampoco dejaré de decir que no comparto muchas de las mismas. Sin embargo, por manida que pueda resultar esta frase, la necesaria defensa de la libertad de expresión también abarca las opiniones que no compartes ni defiendes. 

Observo con creciente preocupación, la de un periodista que encuentra en este derecho los cimientos de su profesión, cómo España sigue acumulando peligrosos precedentes judiciales a este respecto, ya sean a costa de titiriteros, raperos, cómicos, actores o simples tuiteros anónimos. 

No quiero eximir de culpa a quien pueda caer en difamaciones e incluso en delitos de injurias o calumnias, tampoco obviar que estas penas a Hasel están necesariamente previstas en nuestro Código Penal. Sin embargo, siendo la justicia una disciplina inevitablemente impregnada de interpretación, soy incapaz de concebir cómo expresar tu opinión, por desacertada que sea, puede llevarte a la cárcel o cómo criticar a un exiliado puede empujarte al exilio. 

Acumulamos años de avisos, pero seguimos en pleno retroceso de la libertad de expresión. Que nadie se sorprenda si dentro de unos años van a buscarla y se encuentran a la libertad en prisión.