Síguenos
Raquel Fuertes Raquel Fuertes

Raquel Fuertes

Segundas partes
banner click 244 banner 244
Juanjo Francisco

Con excepción de En busca del Templo Maldito y El Imperio contraataca, la verdad es que soy poco amante de las segundas partes. Me da igual que sea de una película que del verano o de un viaje. Entro en modo “final” y soy incapaz de disfrutarlo. Pero, bien pensado, todo eso que me disgusta no es una segunda parte sino la segunda mitad de algo. Y, claro, no es lo mismo.
Tal vez con ese planteamiento de capítulo nuevo lo de la segunda parte ya no se ve como la parte final de algo sino como algo nuevo e independiente. Sí, debe ser esto lo que está llevando a mi generación y a las que vienen justo por delante y justo por detrás a volver a intentarlo cuando la cosa no funciona.
No hay mes en el que no nos enteremos de una pareja de nuestro entorno que ha decidido poner punto y final (qué pocas se convierten en punto y seguido tras un periodo de reflexión). Una amiga me hablaba esta mañana de una “epidemia” (ella es una de estas personas) y renegaba absolutamente de que se tratase de una modas.
Patología social o moda, la cuestión es que la ruptura acaba convirtiéndose en solución para muchas parejas que arrastran problemas añejos, pero también para otras que no saben enfrentarse al conflicto y que a la primera tiran la toalla. Por supuesto, no hay que aguantar ni un minuto donde uno no quiere estar, donde no quiere o no se siente querido, pero de ahí a no intentar nada hay una gran escala de grises.
Conozco parejas que han intentado durante años no dar carpetazo y al final han tenido que resignarse a la realidad de que su final ya estaba escrito. Pero también otras en las que ha pesado más la inmadurez y la fragilidad de los sentimientos que las ganas de luchar.
Tanto para unos como para otros, empieza una nueva película. Seguirán algunos de los protagonistas, aparecerán nuevos actores y las tramas ya no serán nada de lo que estaba previsto. Nuevo. Definitivamente, lo que hubiera sido una segunda mitad se convierte en una segunda parte. Y a veces, parte o mitad y pese a mis prejuicios, puede ser mejor que la primera. Disfrutémosla. (Válido también para la segunda mitad de agosto).