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Victoriano García Rodríguez, ‘El Legionario’, historia viva de un torero a caballo Victoriano García Rodríguez, ‘El Legionario’, historia viva de un torero a caballo
Victoriano García Rodríguez

Victoriano García Rodríguez, ‘El Legionario’, historia viva de un torero a caballo

Hombre curtido en mil batallas, honesto, siempre va de cara, tiene una cabeza muy lúcida
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Márquez

En el campo charro, cuando el viento de otoño comienza a desprender las hojas de las encinas y los días se acortan hasta el letargo invernal, la actividad taurina se toma un respiro. Las grandes ferias han terminado y los profesionales del toreo se reencuentran con la calma y la memoria de una temporada que ha dejado triunfos, cicatrices y silencios.

Es tiempo de balance, pero también de contar historias. Historias que no buscan los focos del coso, pero sin las cuales la tauromaquia no sería lo que es.

En Boadilla, una localidad de apenas 200 habitantes, muy próxima a La Fuente de San Esteban, antaño punto estratégico de toreros, mayorales y maletillas, vive uno de esos hombres imprescindibles. Allí, entre las dehesas que dibujan el paisaje salmantino, reside Victoriano García Rodríguez, más conocido por El Legionario, un nombre que se ha convertido en referencia ineludible en la historia de los picadores del siglo XX y principios del XXI.

Un niño soñando con la legión

Victoriano nació en Cabrillas a principios de los años cuarenta. Su infancia estuvo marcada por la dureza: quedó huérfano con apenas seis años y se crió bajo la tutela de un tío y su abuela. La vida en el campo no concedía treguas; desde muy joven le tocó guardar ovejas, aprender a leer el cielo para anticipar la lluvia y hacerse un sitio entre los ritmos duros de la ganadería.

Pero había un detalle que encendía la imaginación de aquel niño: en la casa de su abuela colgaba la fotografía de un legionario, un tío suyo.

A esa imagen acudía y frente a ella pronunciaba un juramento infantil que el tiempo convertiría en destino: “Cuando sea grande voy a ser como mi tío”.

El Sáhara, la capea y un apodo

Su paso por la mili marcaría el comienzo de su trayectoria taurina. Destinado en el Sáhara, durante la celebración del día de la patrona, se organizó una capea y Victoriano, sin pensarlo demasiado, se atrevió a darle unos pases. A partir de entonces, en el cuartel le llamaban el “torero”.

Antes de licenciarse, le dejaron una promesa: si algún día triunfaba en el mundo del toro, tendría que llamarse El Legionario. Y así fue.

 

Vitoriano firmando un libro

Los inicios de un maestro

A su regreso, no tardó en entrar en contacto con el mundo taurino. La casa ganadera de Atanasio Fernández, una de las más influyentes de la cabaña brava salmantina, fue decisiva en sus inicios como varilarguero. En 1968 tomó la vara de picar de forma oficial y pasó casi una década como picador suelto, actuando con distintas cuadrillas, aprendiendo estilos y lidiando toros de todo tipo.

Toreando con grandes figuras

Su primer matador fijo fue El Regio, torero de Palencia y años después llegaría la etapa profesional que marcaría su trayectoria taurina: 11 temporadas junto a Julio Robles, uno de los grandes referentes del toreo clásico y de la escuela salmantina. Su relación se vio abruptamente interrumpida por el trágico accidente que Robles sufrió en Béziers en 1990. Tras el suceso, Victoriano pasó a la cuadrilla de Manzanares padre.

Hablar de El Legionario es hablar de un picador referente en las cuadrillas de grandes figuras. A lo largo de su carrera ha acompañado a toreros de la talla de Curro Vázquez, José Tomás, Julio Aparicio hijo y, entre muchos otros, al salmantino Javier Valverde, por el que guarda un cariño especial.

 

‘El Legionario, muestra un sombrero. Sevi

Testigo del campo charro

Su vida profesional está íntimamente ligada al campo bravo salmantino. Victoriano ha entrado en prácticamente todas las fincas de Salamanca. En los tentaderos, ese laboratorio silencioso donde se gesta el futuro de la tauromaquia, su figura se hizo habitual.

Recuerda con claridad las ganaderías que “arreaban” más: Atanasio Fernández, Guardiola y Cuadri, entre otras.

“Los toros de antes eran menos bravos, pero más fieros”, afirma. Y añade un matiz que refleja toda una época: “A los toreros les gustaba que se les diera en el caballo. No había voces, solo miradas”.

Mirada a la actualidad

El Legionario contempla el presente con la experiencia de quien ha vivido todo tipo de toros y toreros. No le tiembla la voz al asegurar que el tercio de varas ha perdido la relevancia que un día tuvo: “Hoy casi no se pica, todo son prisas por parte de los matadores”. Y reivindica la esencia del oficio con una frase que resume su filosofía: “Al toro hay que ir de frente, con el pecho por delante y cogerlo en lo alto antes de que llegue al caballo”.

Ahora, cuando las horas de luz van cayendo y se enciende el fuego en el hogar, Victoriano espera la llegada de sus nietos para contarles historias y recuerdos de su vida taurina.