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Sobre el gran Blasco Ibáñez y su aragonesismo Sobre el gran Blasco Ibáñez y su aragonesismo

Sobre el gran Blasco Ibáñez y su aragonesismo

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Serafín Aldecoa

Volvemos a Blasco Ibáñez de nuevo. No estaba previsto pero hemos recibido de Ximo Górriz Plumed, a quien le doy las gracias por su generosidad, el texto completo de la entrevista que me sirvió para la redacción del artículo la semana pasada, lo que me ha permitido realizar esta segunda entrega que tiene más que ver con el aragonesismo del autor valenciano que con sus orígenes turolenses que recogíamos en el texto anterior.

Además, hemos tenido acceso al texto del discurso pronunciado por Blasco Ibáñez en el centro de la ciudad de Zaragoza (Plaza Aragón), que fue reproducido casi íntegramente por el diario madrileño “El Sol”, con motivo de la inauguración del monumento dedicado al periodista zaragozano Mariano de Cavia y Lac (1855- 1920), gran amigo del escritor.

Venimos hablando del “gran” Blasco Ibáñez y para definir su personalidad como tal, hemos tomado prestadas las palabras del conservador Josep Pla que se sentía impresionado por su figura: "Era un hombre absolutamente rodeado de gloria, no de una gloria académica, sino popular, dilatada. Era rico, ruidoso, importante, y su nombre volaba de un continente a otro. Un hombre fabuloso, desorbitado".

La citada entrevista completa –lo nuestro era realmente un recorte parcial de prensa-  fue publicada el 12 de mayo de 1921 en periódico “El Pueblo” (“Diario republicano de Valencia”) bajo los titulares: “Sangre aragonesa” “Hablando con Blasco Ibáñez” pero no era más que una reproducción pues había aparecido anteriormente en el “Heraldo de Aragón”, concretamente dos días antes, el 10 de mayo.

La autoría de la interviú hay que atribuírsela a Antonio Royo Villanova (1868-1959), periodista zaragozano de ideario liberal en principio metido a política. Por ello no fue extraño ver a Antonio -no confundirlo con sus hermanos Luis o Ricardo-  por la provincia de Teruel dentro de sus actividades políticas propagandísticas pues consiguió ser diputado en Cortes  por el distrito de Valderrobres en 1910 y por Teruel en 1916. Posteriormente, se uniría al derechista Partido Agrario durante la II República llegando a ser ministro.

Cosas de Aragón

En un momento concreto de la entrevista Blasco Ibáñez comenta que desde los ocho años no había estado en Zaragoza y le pregunta al periodista si conocía las palabras “lambrota” o “laminero” con lo que quería demostrar sus orígenes aragoneses pero, sobre todo,  le  soltó un breve dicho que ilustraba las palabras anteriores y que incluimos, aunque actualmente sería calificado como políticamente poco correcto y, sobre todo, sexista: “Si te sale la mujer/ desmanotada y lambrota/más te vale d´ite al río/y tirate de cocota”. Ante este comentario, Royo Villanova comentó: “Veo que se acuerda usted de las cosas aragonesas”. “Pues sí- le contestó Blasco Ibáñez- como de que tres novelas que estoy preparando, dos tendrán asunto y ambiente aragonés, una sobre el antipapa Luna y otra sobre la aportación de los aragoneses al descubrimiento de América”.

Pero no solo eso, Royo Villanova apuntaba que “Blasco Ibáñez me hablaba de Joaquín Costa y de aquella su firmísima posición doctrinal de buscar en la sociedad castiza de las instituciones históricas españolas, el fundamento y el antecedente de las más audaces reformas. Casi el “colectivismo agrario”.

Dentro de lo que fue el discurso de homenaje a Mariano de Cavia, lo primero que resaltó Blasco Ibáñez fueron sus orígenes aragoneses coincidentes con los de Cavia: “Vengo a tomar parte en este acto por derecho propio, como un aragonés más que pide plaza para rendir homenaje póstumo a un paisano excelso y a un amigo del corazón. Hijo de aragoneses, en Aragón pasé buena parte de mi infancia y aquí me eduqué en el culto de virtudes raciales, que son el timbre más alto de esta tierra. Mariano de Cavia fue mi mejor amigo…”.
Proseguía Blasco Ibáñez hablando de Aragón como “cuna de altos varones” y citaba, entre otros, el caso del  conde de Aranda “gran estadista que supo anticiparse a su tiempo”; Francisco de Goya “el gran revolucionario del arte en cuya escuela tienen que aprender hoy todavía los jóvenes abrasados en anhelos renovadores”; Ramón y Cajal “otro aragonés glorioso en el campo de la ciencia” y finalmente, citaba a Costa al que calificaba como “luminar que esclareció las tinieblas en que España quedó sumida después de un gran desastre nacional” refiriéndose, claro está, al llamado “Desastre del 98” del final del siglo XIX y a la pérdida de las últimas colonias españolas. Blasco Ibáñez, en su discurso del homenaje, apuntaba que tenía conocimiento de Aragón y de lo que ocurría en él a través de sus conversaciones con Cavia porque “aunque ausente de Zaragoza, don Mariano -que residía en Madrid- era un enamorado ardiente de su tierra natal. Lo sé mejor que vosotros, porque en nuestras horas de intimidad me hablaba incesantemente y con verdadero fuego cordial, de Zaragoza, de Aragón, del reino que formaba la antigua Corona”. Todo esto nos lleva a pensar que el gran Blasco Ibáñez, pese a sus grandes viajes –residió mucho tiempo en el sur de Francia (Costa Azul), especialmente en la ciudad de Menton donde falleció-, su éxito internacional, su fama y protagonismo político en Valencia, mantuvo dentro de su memoria y su corazón un apartado muy importante para su Aragón natal.