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Cooperativas y ganaderos exigen soluciones para la lana que desborda sus almacenes Cooperativas y ganaderos exigen soluciones para la lana que desborda sus almacenes
Cientos de sacas de lana apiladas en un almacén de lana

Cooperativas y ganaderos exigen soluciones para la lana que desborda sus almacenes

La retirada se ha convertido en un serio problema tras perder la batalla frente a los tejidos sintéticos
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No hay mercado para la lana porque los tejidos naturales y ecológicos han perdido la batalla frente a los textiles sintéticos. De hecho, en España no queda ninguna planta dedicada a su procesado industrial y las alternativas para su uso se encuentran en fase de estudio para conocer su viabilidad. Esto ha provocado que los almacenes, tanto de las cooperativas como de los ganaderos, se encuentren colmatados y que exijan a la administración pública soluciones o al menos ayudas para su retirada.

La retirada de este producto de las explotaciones supone un serio problema para los ganaderos al ser considerada desde 2000 un subproducto de origen animal no destinado al consumo humano (sandanch) y porque China, que era prácticamente el único importador, redujo sus compras en 2019, las restringió con la pandemia de coronavirus y las cerró totalmente con la irrupción de la viruela ovina. De hecho, esta enfermedad vírica clausuró el mercado exterior de la lana.

“La lana se ha ido acumulando en los almacenes y hemos llegado a una situación insostenible. No hay mercado para la lana aragonesa y es imposible guardar más, pero no sólo en nuestros almacenes, sino en los de todo el mundo”, explicó el responsable de las secciones de Lana y Esquileo de Grupo Pastores, Carlos Bernués. “Los productos naturales y ecológicos han perdido la batalla en el sector textil frente a las fibras sintéticas, esto es, frente al plástico”, sentenció.

Hace tan solo un lustro, Aragón contaba con 12 almacenes de lana, de los que ahora solo quedan un par, que además ya están colmatados mientras que los ganaderos la acumulan en viejas parideras y no encuentran quien se la compre; al contrario, tienen que pagar a gestores de residuos para que la retiren.

El Grupo Pastores, la mayor cooperativa de ovino de España con 800 socios, ofrece el servicio de esquileo y de compraventa de este material pero también sus plantas están “llenas a rebosar”, según Bernués.

Falta de viabilidad

Dada la situación que arrastra el mercado, en la última asamblea general de Oviaragón Grupo Pastores se aprobó por unanimidad solicitar al departamento de Agricultura, Ganadería y Alimentación del Gobierno de Aragón una ayuda urgente para la recogida y destrucción de la lana de los rebaños de sus ganaderos. “De otra forma es inviable continuar esta campaña recogiendo este producto que no tiene salida y que ya llena los almacenes”, argumentaron.

La campaña de esquileo comenzó hace un mes, pero el Ejecutivo autónomo todavía no le ha dado respuesta. Y si no se arbitran ayudas, la cooperativa no va a recoger la lana, con lo que el problema se trasladará a los ganaderos, advierte Bernués.

“La situación es muy compleja para los ganaderos porque tanto el almacenamiento como el transporte tiene que estar legalizado y cumplir con unas normas muy estrictas, que regulan hasta el tipo de envases que se deben utilizar”, precisó.
 

Un grupo de esquiladores trabaja en una explotación adscrita al Grupo Cooperativo Pastores


La cooperativa cuenta con dos centros de almacenaje y distribución de lana, uno en Zuera y otro en Alfambra, el mismo en el que se encuentra la planta de clasificación de lanas, que hace unos años se exportaban a China para el sector textil.

Para poder utilizarla, tiene que pasar por múltiples procesos de limpieza y tratamiento del producto. Actualmente en España ya no se hace este proceso por motivos medioambientales y por su elevado coste.

Javier Rubio, ganadero de ovino de Ojos Negros, tiene almacenada la lana de las tres últimas campañas, lo que calcula que equivale a unos 6.000 kilos, y su situación es extrapolable a todo el sector.

En 2021 y 2022, decidió guardarla debido al bajo precio que le ofrecía un lanero de Monzón, que en 2023 ya ni siquiera estaba dispuesto a recogerla. “La tengo guardada en una paridera vieja pero ocupa mucho sitio. Voy a tener que buscar una solución”, reflexionó.

De esta forma, de ser un producto valioso, la lana ha pasado a convertirse en un residuo por el que hay que pagar entre 0,30 y 0,40 céntimos el kilogramo para su retirada.

Dinero de la lana

Rubio recuerda que, a finales de los años ochenta, el dinero que obtenían los pastores por la venta de la lana era suficiente para pagar a los esquiladores. Hace cinco o seis años, el precio llegó a los 0,85 céntimos el kilo, el máximo de los últimos 25 años, y el coste del esquileo era de un euro por oveja. Hace 4 años, el precio cayó en picado hasta los 0,15 céntimos el kilo mientras que el recorte se elevó a 1,20.

En la actualidad, el coste del esquilo es de entre 1,30 y 1,35 euros por animal y, si la oveja es buena, produce entre 1,5 y 2 kilogramos de lana. Por eso, calcula que para cubrir los gastos debería venderla a unos 0,85 céntimos. “Pero el año pasado, y también este, ya ni regalada la quieren”, aseguró.

Pero, dada la normativa, tampoco puede quemarla ni tirarla a un vertedero o a una escombrera. La Sociedad Aragonesa de Gestión Agroambiental (Sarga), que presta el servicio de recogida de cadáveres de animales, no se hace cargo de este subproducto.

La actividad industrial en torno a este material ha quedado reducida a proyectos como Obellas, nacido en el Matarraña de la mano de Marta Fernández con el propósito de aprovechar la lana de oveja de los pastores de la zona a través de la artesanía. Aunque estas iniciativas tienen un importante valor en defensa del producto, son insuficientes para absorber todo el que produce la cabaña ovina turolense.