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De prostituta a monja o abadesa, cualquier papel es bueno si no hay que ir de funeral De prostituta a monja o abadesa, cualquier papel es bueno si no hay que ir de funeral
Fina Zafón (tercera por la izquierda) durante la representación del enfrentamiento entre la monjas de Sigena y las de Burbáguena, en la plaza del Torico

De prostituta a monja o abadesa, cualquier papel es bueno si no hay que ir de funeral

La ciudad se transforma en una gran escena para más de 20 representaciones
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Cruz Aguilar

Fina Zafón ha sido monja, prostituta, doña Elfa y fue la abadesa de Burbáguena. Le encanta el teatro y le va bien cualquier papel, salvo “ser la madre de nadie ni ir de funeral”, únicos requisitos que pone para participar en Las Bodas de Isabel, y reconoció que este año, muy a su pesar, posiblemente no se librará del entierro. Lleva la friolera de 15 años subiéndose a los escenarios para recrear el siglo XIII y tiene las tablas y el desparpajo suficientes como para salvar una escena si hace falta, como ocurrió el sábado, cuando un actor le pisó la frase clave que debía decir a continuación y tuvo que improvisar. Una equivocación de la que solo se dieron cuenta los que, como ella, se sabían los papeles del resto a puro de ensayar horas y horas.

Su escena, Disputa de dueñas, Sigena versus Burbáguena, es una de las secundarias. En ella no aparecen los protagonistas  de la más grande historia de amor jamás contada y, por tanto, no acaparan la máxima atención mediática. Durante los cuatro días que duran Las Bodas de Isabel hay un total de 23 representaciones teatrales en las que participan en torno a 200 actores de todas las edades. Algunos tienen un papel más relevante, otros apenas una frase, pero todos ellos suman en una fiesta que es puro teatro, eso sí, del medievo. Personas voluntarias que este año han sido las encargadas de leer el pregón en reconocimiento a su labor callada.

“Da igual la representación, la gente quiere ver teatro y eso es muy bueno, porque no solo prestan atención a la escena de Isabel y Diego, en el resto también hay mucho público”, explica José Miguel Talavera. Su personaje este año es el de Obispo de Urgell, que llega a la ciudad de Teruel con un marcado acento catalán para participar en el Conciliábulo –que es el título de la escena–. Talavera fuerza sobre las tablas un acento que conoce bien, porque él es de Castellón. Fue precisamente su participación en Las Bodas de Isabel lo que lo atrajo hasta Teruel. Es un apasionado del teatro y se presentó al casting de Diego, un papel que representó en 2019.

La experiencia le encantó porque, como asegura, los voluntarios constituyen “una gran familia que te acoge desde el primer momento en el que llegas”. A él su participación le sirvió para “crecer en el escenario y también como persona” y generó un vínculo tan estrecho, alimentado por la llama del teatro, que se mudó a vivir a Teruel.

Algunas de las escenas se llevan representando durante varios años, pero siempre hay matices y toques que les dan actualidad dentro del registro medieval en el que se desarrollan. Este año se han colado varios guiños hacia la canción que Shakira dedicó a su exmarido, Gerard Piqué, y palabras como “claramente” o “salpique” se han escuchado en varias de las escenas secundarias.

Tras cada una de las escenografías, con guiños a Piqué o sin ellos, hay muchas horas de pasar frío para que todo salga bien por parte de decenas de voluntarios con su afición por el teatro como lazo de unión. Los tiempos de ensayo no pesan porque, como dice Fina Zafón, lo hacen por diversión. A la vez, aportan su particular granito de arena a una celebración donde todas las representaciones tienen como pago el caluroso aplauso del público.