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Diego Ventura pasea tres orejas en una tarde de emoción, algo de lluvia y un palco obsoleto y rancio Diego Ventura pasea tres orejas en una tarde de emoción, algo de lluvia y un palco obsoleto y rancio
Puerta grande para Ventura. A.G.

Diego Ventura pasea tres orejas en una tarde de emoción, algo de lluvia y un palco obsoleto y rancio

Andy Cartagena cortó un trofeo que se quedó corto para el premio que mereció durante la tarde de ayer
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López Diéguez

Teruel

 

Dos aspectos marcaron la corrida de rejones en la que se enfrentaban mano a mano los diestros Andy Cartagena y Diego Ventura. El primero de ellos fue la lluvia, que aunque brevemente, hizo aparición en dos fases del festejo, repartidas entre los dos actuantes. La otra, un palco regido por un presidente, Carlos Merenciano, que parece más antitaurino que los propios antitaurinos.

Abroncado hasta en tres ocasiones, consiguió la autoridad que gran parte del público le gritara fuera del palco, tras robarle a mano armada con un poder que no merece, una oreja a cada caballero rejoneador.

Sin embargo, aguantó la bronca tras el sexto, creyendo tal vez que hace un favor a la fiesta, o tal vez ser el protagonista de la tarde, durante un largo tiempo para después, sorpresivamente, asomar los dos pañuelos a la vez por el frontal del palco.

Teruel tiene cosas buenas y malas, como en todos los lugares del mundo, pero este equipo de presidencia forma parte de las segundas.

Llegó muy metido en el festejo el rejoneador alicantino Andy Cartagena, que traía a Teruel hambre de triunfo. Lo demostró en el primero de la tarde templando las embestidas del animal ya de salida.

Puso dos rejones de castigo a un astado que demostró pronto falta de fuerza, y pronto sacó al albero a la estrella de su cuadra, Cartago, un caballo que toreó al astado de Veiga Teixeira con sus largas crines y su abundante cola. Ejecutó con él un buen tercio de banderillas, conectando con el público.

Después, ya con Baena, le puso otras tres banderillas cortas que remató con piruetas ajustadas en la cara del toro, llenando el tendido de emoción. A la hora de la muerte, el toro se rajaba, y Cartagena le metía un meritorio rejonazo que pasaportaba al primero de la tarde.

Petición rotunda de una primera oreja que corresponde al público, y que se quedó para sí Merenciano.

El tercero de la tarde fue pasado por agua. Aunque Cartagena trató de calentar al público, y por momentos lo consiguó, la condición del toro no permitió que se luciese el de Benidorm, que caminó desde el centro de la plaza hasta debajo del palco con el caballo a dos patas, mirando fijamente a quien le había escatimado una oreja, en una señal clara de desafío. Liquidó al toro de un buen rejonazo.

Al quinto quiso cuidarlo, dado que tenía más calidad que los anteriores, y por ello solo le puso un rejón de castigo. De nuevo Cartago se lució en la cara del astado, realizando un tercio de banderillas que levantó al público. Tras él, la primera pega de los forcados de Alcochete, en la que el primero de ellos recibió una fuerte voltereta, pero consiguió realizar una gran pega en la segunda actuación.

Puso banderillas cortas sin cabezada, y le metió un rejonazo con el que el toro, que estaba muerto en vida, se amorcilló y tardó en caer. No obstante, la petición de oreja fue alta, y recibió un premio que sabe a poco en una buena tarde del alicantino.

Ventura en su primer toro se encontró con el hándicap de la lluvia, pues justo comenzó la tormenta al inicio del segundo de la tarde. La gente estaba más pendiente de resguardarse que de la faena a un toro avanto, que en momento pecó de mansedumbre, como cuando huyó del castigo de los rejones.

Aun así, el portugués puso todo de su parte para levantar los ánimos, y no ayudó la blandura de un toro que se tumbó de aburrimiento en medio de las banderillas. Lo liquidó rápidamente después de esto Ventura, que se fue en silencio al callejón. No así el animal, que fue arrastrado por las mulillas entre sonido de viento.

En el cuarto de la tarde, Ventura brindó a un amigo y aficionado un toro que se rajó de inicio. Pidió paciencia el rejoneador al público, que ya silbaba al de Veiga Teixeira, y el público respondió animando al caballista. Ventura moldeó la masa, poniendo todo de su parte, para conseguir sacar una faena de mucho mérito, dejándose llegar mucho al animal, poniendo todo de su parte para que la plaza se calentase.

Salieron de nuevo los forcados, que volvieron a fallar en su primer intento, consiguiendo una buena pega en su segundo, tras una fuerte voltereta al primero, que se recomponía con torería para alcanzar el éxito. Cuatro banderillas cortas y tres ramos de flores remataron una faena que acabó con un rejonazo que hirió mucho al toro, pero no lo mató.

Fue el descabello de  Ventura quien tumbó al animal. La petición de oreja, ante una faena de mucho mérito, era total. Tardo una eternidad el presidente en sacar el pañuelo ante el enfado de la grada, que pidió una segunda que no concedio.

El climax fue el sexto de la tarde, al que recibió de salida con un rejonazo, y unos muletazos pintados en el lomo de de un caballo, que pasaba entre las tablas y el toro con una facilidad pasmosa. Para el tercio de banderillas, Ventura había guardado un as en la manga, Bronce, una de sus estrellas, que banderilleó sin cabezada a la vez que tiraba bocados al astado.

Falló en el primer rejón de muerte, pero no en el segundo, que tumbó a un toro al que le cortó dos orejas.

Salió el portugués por la puerta grande, acudiendo a besar la placa del fallecido Victor Barrio, un torero que será eterno en la memoria de todos los turolenses. Eterno como la propia tauromaquia.