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El cementerio de Teruel, un paseo por los ilustres nombres del callejero El cementerio de Teruel, un paseo por los ilustres nombres del callejero
Numeroso público asistió a la séptima edición de este recorrido por la parte antigua del cementerio de Teruel dirigida por el historiador Serafín Aldecoa. Bykofoto/Antonio García

El cementerio de Teruel, un paseo por los ilustres nombres del callejero

Serafín Aldecoa vuelve a recorrer los nichos y tumbas de personajes históricos
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Recorrer la parte antigua del cementerio de Teruel es hacerlo por la historia de la ciudad a caballo entre el siglo XIX y XX. Conocidos nombres del callejero turolense pertenecen a personajes históricos de relevancia en la sociedad turolense de esta reciente época histórica. Miguel Ibáñez, el Deán Buj o Miguel Vallés denominan pasajes, calles o edificios de lo ciudad pero muchos turolenses del siglo XXI desconocen quienes fueron.

El historiador Serafín Aldecoa inició hace seis años unos recorridos en fechas próximas a la celebración de Todos los Santos por la parte alta del camposanto turolense y cada vez están teniendo más aceptación, como muestra el centenar de personas que este sábado siguieron sus pasos por distritos, calles y porches o que incluso bajaron a la cripta donde descansa el herrero Matías Abad, ahora que empieza la Semana Modernista en la que se le va a rendir homenaje.

El objetivo era desvelar quienes fueron todos estos personajes, cuyos nombres nos suenan a casi todos pero que no sabríamos contextualizar en la reciente historia de la ciudad.

El historiador cuenta además con la colaboración de amigas turolenses que desvelan curiosidades de sus familias. Este sábado intervinieron al inicio de la visita para aportar su granito de arena a este peculiar paseo por el pasado turolense.

Así, Isabel Gorbe explicó que encargó al escultor José Gonzalvo una escultura para la tumba de su padre, del que además era amigo. “Me dijo que le llevara un pasaje de la Biblia”, explicó y tras descartar el primero elegido finalmente fue esculpido en hierro La conversión de Mateo, del que leyó un pasaje.

Serafín Aldecoa comenzó el recorrido recordando dónde se encuentra el nicho más antiguo del cementerio, que data de 1838, pocos años después de la construcción de este cementerio, en una ubicación, al norte de la ciudad, de la que el médico Miguel Ibáñez, dijo que no era muy saludable, porque llegaba en olor a la ciudad transportado por el viento. Y es que en el verano de 1885 una epidemia de cólera afectó a 1.043 turolenses, de los que murieron 493.

Este personaje, que murió en 1929, fue muy querido, al igual que el maestro Vicente Fábregat, que murió un año después. Director de la banda de la música,  sus alumnos le pagaron la lápida que todavía se conserva en el cementerio de Teruel.

Del estilo de las lápidas también se habló en este recorrido. Solo se conserva una firmada por el herrero Matías Abad y curiosa es la del pintor y escultor Salvador Gisbert, que Aldecoa sospecha que esculpió él mismo antes de fallecer y que preside un arco de estilo musulmán, o la de Ricardo Atrián, fotógrafo y periodista, en la que está esculpida su propia firma.

Mariano Muñoz Nougués, un abogado de prestigio, político de la época, también descansa cerca de los anteriores como Juan Espinal, que dio nombre al que hoy es el colegio Pierres Vedel.

Su papel en las juntas de depuración en la guerra civil como inspector de Educación, fue motivo de peso para que se retirara el nombre al centro hace unos años.

La batalla de Teruel se libró entre otros en este escenario, donde además se levantó un monumento al comandante Aguado, que aunque lideró la sublevación del 36 apenas vivió un mes para contarlo. Él y otros tres nombres más de otros hombres que murieron con él en un ataque republicano aparecen en la placa de este monumento, que posteriormente se fue trufando de otras placas de personas fallecidas violentamente en el otro bando.

Debajo, descansan los restos de miles de personas que fallecieron hace 80 años y cuyos cuerpos aparecían entre los escombros de una ciudad devastada.

Los asistentes pudieron acercarse a leer los mensajes de estas placas conmemorativas. Algunos ya habían estado en anteriores visitas pero repitieron porque “siempre se aprende algo nuevo”, y otros fueron por primera vez, animados por los comentarios positivos sobre este encuentro con la historia más cercana.