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El CITA recoge la variedad y calidad de 110 legumbres de la provincia en un libro

Son lentejas, guisantes, guijas, habas, garbanzos y judías nutritivas y susceptibles de ser recuperadas
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De Casco Royo, Pinel, Escarabajera Rayada, Panicera, Guisandera, Bolinche, Caretos… y así hasta 87 variedades de judías, unidas a cinco tipos de garbanzos y varios de habas, almortas –también conocidas como guijas–, lentejas y guisantes –en su mayoría bisaltos–. Todas ellas, hasta un total de 110 muestras, figuran en el libro que las investigadoras de la Unidad de Hortofruticultura del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), Cristina Mallor y Ana María Sánchez, han publicado sobre las características del grano de las legumbres autóctonas de Teruel conservadas en el Banco de Germoplasma Hortícola de Zaragoza, con el objetivo de demostrar su potencialidad como cultivos sostenibles y nutritivos.

Los rangos nutricionales “están dentro de lo que cabía esperar para las legumbres”, que destacan por “la cantidad de proteína vegetal que aportan”, subrayó la investigadora principal del CITA, Cristina Mallor. “Hemos cuantificado un 23% de proteína media y, dentro de las judías, la que más aporta es la Panicera de Híjar, con un 26%. Su nombre se debe que se cultivaban junto al maíz, que les hacía de tutor”, ahondó la experta.

En la publicación se presenta, para cada una de las muestras, una ficha con los datos de pasaporte obtenidos durante la recolección, así como fotografías y datos morfológicos del grano. Además, para 47 muestras se incluyen datos nutricionales.

Desde el año 1981, el Banco de Germoplasma Hortícola de Zaragoza ha ido recolectando y conservando la riqueza y la diversidad genética evolucionada a lo largo de generaciones por agricultores que altruistamente cedieron en su día las semillas al banco de germoplasma.

La mayoría se han dejado de cultivar”, lamentó Mallor. “Muchas de ellas se han perdido en campo”, por lo que la única muestra que pervive es la conservada en forma de semillas en el citado banco.

Motivos para la ilusión

No obstante, de cuando en cuando el CITA, de la mano de particulares, se da algún que otro alegrón trabajando en proyectos de recuperación de algunas variedades, como la alubia blanca de Muniesa o la judía de Beceite, que “pueden ser alternativas viables de cultivo” para determinados municipios y una vía más de asentamiento de población.

El proyecto de la judía de Muniesa entró dentro del proyecto Valorización de cultivos hortícolas tradicionales del Fite, cofinanciado por la Unión Europea y el Gobierno de Aragón. Lo lideran los agricultores Víctor y Félix Yus. “Es un cultivo interesante que se cultivaba mucho antes y ahora muy poco, apenas unas pocas familias para el autoconsumo, pero podría ser interesante su producción para comercialización”, explicó Mallor. De hecho, “hicimos un estudio de consumo y se acepta muy bien, por lo que vemos que puede tener cabida en el mercado”.

También el Fesol de Beseit, por su mantecosidad y sabor, es muy apreciado entre los consumidores, por lo que el CITA, esta vez de la mano de la Red de Semillas de Aragón, elaboró un estudio hace un par de años que hablaba de la calidad de la legumbre. Algunos establecimientos hosteleros del Matarraña lo producen o lo compran para incorporarlo a sus platos. “A los turistas les gusta disfrutar de la gastronomía de la zona, por lo que detectamos que en las zonas visitadas tiene mucha salida este tipo de cultivo”, dijo la investigadora.

Mallor aseguró que la Unidad de Hortofruticultura del CITA cuenta en este momento con 17.000 muestras de toda España. Están a disposición de cualquiera que las quiera desarrollar, por lo que su conservación es el primer paso. El CITA ha trabajado ya en el desarrollo de la cebolla dulce de Fuentes de Ebro (Zaragoza), el tomate rosa y el espárrago blanco de Barbastro (Huesca), así como el melón de Torres de Berellén (Zaragoza).

El Fite y el Inia han aportado la “proteína” del proyecto

El libro ha sido realizado en el marco del proyecto Viabilidad de cultivos alternativos para la producción de proteína vegetal para la sostenibilidad de la dieta humana y animal, desarrollado en 2018 y coordinado por la investigadora del CITA Cristina Mallor. La subvención que ha hecho posible esta publicación procede del FITE y del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), que financia las actividades permanentes del Banco de Germoplasma Hortícola donde se conservan todas las semillas.