

El día de la vuelta al transistor para estar informado, las pilas, las velas y el pago al contado
Las compras masivas o la imposibilidad de prestar los servicios de siempre, consecuencias del apagónTodas las velas, incluso las aromáticas, se agotaron este lunes en los supermercados que estaban abiertos, mientras que en las tiendas de electrodomésticos lo más demandado fueron los transistores y las pilas, para linternas y radios. Y todo ello, salvo en las grandes superficies, pagado al contado ante la imposibilidad de usar los tarjeteros.
El apagón nacional hizo que desde un par de horas después de producirse cambiaran, durante el resto de la jornada, los hábitos de consumo y la población se volcara en comprar alimentos que no requerían cocinado, como embutidos o latas de comida preparada. A la hora de comer los supermercados estaban abarrotados de personas haciendo acopio de cosas necesarias para solventar la falta de electricidad, como jamón, verduras frescas, velas y mecheros, y otras compradas por la psicosis de lo que pudiera pasar, como el papel del váter o el agua mineral, cuyas estanterías también se fueron vaciando a lo largo de la jornada.
Al mediodía, muchas familias tiraron de hornillos de gas para poder cocinar y en los comercios que estaban abiertos el embutido y la conserva fueron los ingredientes estrella para confeccionar el menú de los que no tenían otra cosa.
La gerente de las asociaciones Turismo Bajo Aragón y Empresarial de Andorra - Sierra de Arcos y Bajo Martín, Nieves Ballestero, explicó que en el comercio local el impacto del apagón había sido “inmediato ya que los negocios han tenido que hacer un cierre temporal y han perdido ventas”. Ballestero añadió que “no ha habido deterioro de alimentos frescos” pero señaló que “como dependen de los TPV y la caja electrónica no se han podido hacer ni ventas ni cobros”.

Jamón y lechuga
Embutido con pan de molde integral, que era el único que quedaba en la estantería, es la cena que habían previsto Asun y Manel y estaban comprándolo por la tarde sin saber que apenas unos minutos después de salir del supermercado volvería la luz y podrían usar de nuevo su vitrocerámica. También Carla compraba lechuga y jamón para hacer la cena, aunque reconocía no estar muy preocupaba y recordaba que, al menos, "no hace frío" y no se ha echado de menos la calefacción.
Ariel sí estaba preocupado puesto que tiene dos mellizos de cuatro meses y un bebé de 6 años: "No quiero que les falte de nada", comentaba mientras tiraba de un carro lleno de agua mineral, latas de atún y huevos, de los que cogió el doble de lo habitual "por lo que pueda pasar". Él no tiene problema en cocinar con gas puesto que tiene una paellera.
Asun fue al supermercado porque necesitaba algunas cosas, pero reconocía que había comprado otras "por si acaso", como leche, y que no se había cargado más tenía que subirlas “hasta un cuarto piso", dijo. La mujer comió el lunes de caliente porque bajó del trastero un hornillo que tiene para hacer el café cuando se va a pasar el día a la Fuente Cerrada y tenía previsto también cocinar allí la cena, aunque finalmente no le hizo falta.

Cumpleaños improvisado
Raquel recuperó la agilidad mental que las máquinas automáticas restan en su trabajo diario de tendera y tuvo que sumar, durante más de seis horas, todas las ventas que hizo en Martín Martín, con papel y lápiz. Sólo vendía los productos que no había que pesar y el pan lo agotó muy pronto, sin poder hornear más.
Entre sus clientas estaba Claudia, que en pocos minutos preparó un improvisado cumpleaños a una amiga de su hija, que pensaba celebrarlo en el DinoSpa pero el apagón se lo impidió. "Lo vamos a hacer en el parque, con unas tortillas, patatas y refrescos, no hace falta más", salvo una vela del número 9, comentaba mientras Raquel le hacía la cuenta.
En la tienda de electrodomésticos Milar, de la avenida Aragón, las ventas de pilas y de transistores fueron continuas durante toda la jornada. Francisco Cascales reconocía haber vendido más productos de este tipo que casi en el resto del año y la caja estaba llena puesto que la única forma de pagarlos era en metálico, "o anotando a la gente de confianza", comentó el dependiente.
En el Mercadona del Ensanche las cortinas de las cámaras estaban bajadas, pero no porque no hubiera género en su interior, sino para mantener el frío. Salvo por ese detalle, algunas estanterías vacías y mucha gente con carros llenos, el supermercado era un oasis de normalidad puesto que, frente al resto de comercios que estaban a oscuras, cruzar la puerta era volver a un lunes convencional, con todas las luces encendidas y los cajeros cobrando con tarjeta como si nada gracias a los generadores eléctricos que tienen.
Apertura de puertas
Al filo de las 14:00 horas la gran superficie comercial que la cadena Alcampo opera en el barrio de la Fuenfresca de la capital ofrecía una imagen de normalidad absoluta. El generador de energía parecía suficiente para cubrir las necesidades de potencia de las cámaras frigoríficas, la iluminación y las de la línea de las cajas registradoras y en el supermercado se respiraba una normalidad que no se podía encontrar en los comercios de alrededor.
En el mismo edificio, la tienda de la franquicia de material deportivo Sprinter optó por cerrar sus puertas después de comprobar el alcance del apagón. Lucía Martín, jefa de tienda, recordaba cómo se “apagó todo de golpe. Estábamos cobrando a unos clientes pero dejó de funcionar el datáfono ni nada. En un primer momento saltó la alarma de incendios y pensábamos que se debía a eso pero después de ponernos en contacto con nuestro soporte nos dijeron que era general”. En esa coyuntura, y con una veintena de clientes dentro de la tienda, empezaron a cobrar a mano y en efectivo pero no tardaron en decidirse a cerrar el negocio, que no las puertas porque tras accionarlas de manera manual se optó por dejar una rendija por la que apenas cabía una persona. “Menos mal que nuestra puerta, cuando se queda sin electricidad se puede abrir porque si no nos habríamos quedado atrapados dentro”.
Entre los motivos que se valoraron para decidir cerrar fue la imposibilidad de cobrar a los clientes y “por seguridad”, para evitar posible incidentes favorecidos por la falta de electricidad. Mientras tanto, se aprovechó el cierre comercial para realizar labores de inventario y colocación de los productos de la tienda.
Algunos comercios de alimentación optaron por seguir ofreciendo el servicio a sus clientes, a pesar de las complicaciones técnicas de la falta de electricidad. En una frutería del barrio del Ensanche de Teruel, la dependienta no dudó en prolongar su jornada a mediodía atendiendo al goteo incesante de clientes que llegaban en busca de algo que comer sin necesidad de cocinarlo. El inconveniente de no poder emplear las balanzas se resolvió despachando únicamente productos unitarios o cuyo peso estuviera ya establecido, apuntando a mano cada línea de pedido para introducirla en el sistema informático una vez que hubiera regresado la electricidad.
Bienestar y salud
En el gimnasio Hammer se vivieron momentos de incertidumbre en los primeros minutos del apagón. Este centro deportivo, al que para acceder y para salir se emplea un sistema automático de reconocimiento facial, quedó bloqueado durante unos minutos sin que los usuarios pudieran entrar ni salir hasta que el sistema desbloqueó las puertas.
En un centro de pilates que opera en la zona de la carretera de Alcañiz de la capital, la premisa que se trasladó a los clientes fue continuar con el horario habitual de las clases “mientras haya luz” solar, o hasta que volviera la electricidad.
En la turolense avenida de Sagunto, la imagen se repetía en cada puerta: los propietarios y empleados de los negocios esperaban en la calle a que se restableciera el suministro eléctrico para poder seguir trabajando.
Coches en el elevador
Uno de los vecinos de esta vía, el taller de mecánica rápida Serafín Fallado, tuvo que parar su actividad con todos los elevadores ocupados con los coches subidos en alto, esperando a que regresase la energía para que se pudieran concluir los trabajos que se estaban realizando en ellos. Adrián Fallado relató que el apagón les cogió “fuera de juego” de manera que “los coches que se han podido entregar sí que se han entregado pero hay otros que se han quedado ahí hasta que vuelva la luz. Aunque hay sistemas manuales para bajarlos de los elevadores, como no corre prisa su reparación se han quedado pendientes de que lo podamos resolver”. Así, la faena quedó “parada hasta nueva orden”, dijo Fallado, que relató cómo había podido contactar con un grupo de talleres, que le confirmaron que estaban “en la misma situación” y en caso de que el apagón se “extendiera mucho” llegaría a “hablar con el propietario de cada vehículo para explicarle la situación y que él decidiera si dejaba el coche o si se lo llevaba”.
