Síguenos
El futuro de la trufa: analizar la micorrización cuesta unos 135 euros por hectárea y puede ahorrar miles de euros El futuro de la trufa: analizar la micorrización cuesta unos 135 euros por hectárea y puede ahorrar miles de euros
Eva Gómez (izq.) y Meritxel Puig-Pey, en el laboratorio del Centro de Investigación de Graus

El futuro de la trufa: analizar la micorrización cuesta unos 135 euros por hectárea y puede ahorrar miles de euros

Graus, en Huesca, cuenta con el único laboratorio público especializado en controlar si la planta de carrasca está inoculada de forma correcta
banner click 244 banner 244
Cruz Aguilar

Las plantaciones de trufa son a largo plazo y, aunque hay métodos de control a nivel de laboratorio para saber cómo está evolucionando la micorrización en la carrasca, el primer paso consiste en sembrar con la planta correcta y es fundamental. Analizar la materia prima necesaria para una hectárea tiene un coste que ronda los 135 euros y puede ahorrar mucho dinero y, sobre todo, quebraderos de cabeza al propietario.

El Centro de Investigación y Experimentación en Truficultura de Graus, en Huesca, cuenta con el único laboratorio público de análisis de planta trufera de España. Allí se estudian todas las carrascas y robles que se plantan en Huesca con ayudas de la Diputación, que tiene una línea de ayuda a la truficultura, pero cada vez hay más usuarios, no solo oscenses, sino del resto de España, que acuden con su planta para que el microscopio y los experimentados ojos de las dos técnicas que trabajan allí les digan si en las raíces hay Tuber melanosporum. 

Las responsables de llevar a cabo los análisis son Meritxell Puig-Pey y Eva Gómez, que participó hace unos días en el Curso sobre Truficultura Práctica organizado por la Universidad de Verano de Teruel (UVT)-Fundación Antonio Gargallo en colaboración con Atruter, la Asociación de Truficultores y Recolectores de Trufa de Teruel, y el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (Cita).

Aunque influyen muchos otros factores, si la planta no está inoculada o no lo está con trufa negra está claro que en esa finca nunca se recogerá el preciado diamante negro. Hay diferentes métodos para analizar la micorrización de una planta, aunque básicamente todos ellos consisten en contar los ápices que llevan melanosporum. En Graus utilizan el denominado Inia-Aragón, que fue diseñado por el investigador Carlos Palazón en 1999.

El análisis no es de todas la plantas, sino que se hace un muestreo de 6 plantas de cada mil que se vayan a utilizar y siempre con un mínimo de tres. El coste por planta es de 45 euros por lo que con 135 es suficiente para muestrear las carrascas necesarias para una hectárea. El objetivo del análisis es comprobar que la planta tiene Tuber melanosporum y descartar la presencia de contaminantes. 

Gómez detalla que el método para estudiar la micorrización consiste en lavar la planta para dejar la raíz desnuda, que se divide en tres partes. Se coge un mínimo de 100 ápices de cada uno de estos tres sectores y se cuentan tanto los que están micorrizados como los que no o lo están con otra especie. “Lo normal es que tenga una especie u otra”, dice Gómez, quien relata que esta observación se hace a través de una lupa binocular. La micorriza, describe la experta, tiene diferentes colores según la especie de hongo de la que se trata, lo que ayuda a distinguirlas, Eso sí las del género Tuber tienen el mismo color, por lo que es necesario mirar otros aspectos, como las hifas, que en el caso de la melanosporum son más largas y con los cistidios en ángulo recto, frente a los de la brumale, que son rectos y del mismo tamaño.

Con la lupa se observan las micorrizas,  pero si hay alguna duda se echa mano del microscopio para esclarecer de qué especie se trata.  De todas formas, la experta comenta que si las hifas son largas y sinuosas, con los cistidios en ángulo recto y tienen tabiques “no hay duda de que es melanosporum”. 

Un mínimo de ápices

Para empezar la planta debe de tener un mínimo de ápices: “Si a simple vista no vemos que tiene unos 600 ápices la desechamos directamente”, recalca la técnica.  Debe de tener al menos un 30% de sus ápices micorrizados con trufa negra y no presentar ningún otro hongo del género Tuber. Sí se admiten otro tipo de contaminantes, como el Sphaerosporella brunnea, siempre y cuando no supere el 30% de los ápices.

No solo se miran las raíces, sino el estado general de la planta y Eva Gómez comenta que uno de los defectos más habituales son los desequilibrios entre la parte aérea y la radicular. Que la zona de las hojas esté muy crecida es indicativo de que lleva mucho tiempo en el contenedor. La normativa para financiar la siembra en Huesca impide conceder ayudas para comprar planta que lleve dos años en vivero. 

Otro de los problemas es que las micorrizas no están diseminadas por las diferentes ramificaciones de la raíz sino en glomérulos o bolsas, algo que no gusta a los expertos, que plantean que es mejor que “estén distribuidas a lo largo de toda la raíz”, matiza. 

En muchas ocasiones, el futuro truficultor pone un gran empeño en que la finca cumpla con los requisitos necesarios para llevar a cabo la plantación, pero no se aseguran de la calidad de la planta. No se trata solo de emplear la especie correcta y hacer una inoculación suficiente –que también–, sino que hay que tener en cuenta otros aspectos, como el entorno donde se va a realizar el proceso de inoculación.

El primer paso es utilizar la especie de bellota adecuada, que además debe ser desinfectada. Una fórmula es sumergirla en una mezcla al 10% con hipoclorito sódico (lejía) durante 15 y 30 minutos. Las que flotan hay que desecharlas porque significa que están agusanadas y, por tanto, huecas. 

No hacerlo en casa

Los especialistas desaconsejan hacer la planta en casa ya que entraña una gran complicación puesto que se necesitan unas instalaciones concretas, principalmente por el elevado riesgo de contaminación al trabajar con hongos. Una vez micorrizados, los plantones deben de situarse en alto para evitar los contaminantes del suelo y el sustrato que se incluye en el contenedor debe estar desinfectado, para lo que se aconseja bien la esterilización o la pasteurización. El agua del riego tiene que estar a su vez libre de contaminantes y no ser demasiado salina. 

También es importante la trufa que se echa, ya que no solo es importante echar la especie correcta, sino utilizar ejemplares sanos y de calidad.

A su vez existe riesgo, y mucho, con respecto a las esporas que se utilizan con la turba o tierra empleada para hacer los aportes en los pozos o nidos. “Hay que tener mucho cuidado con la tierra de las truferas silvestres porque tiene muchos hongos”, alerta Eva Gómez.

Los hongos competidores pueden llegar a las raíces tanto a través del agua como de la tierra del contenedor o de los aportes posteriores que se realicen. Además, los hongos son muy persistentes y tienen una gran capacidad de reproducción, lo que dificulta su erradicación. 

La metodología empleada a la hora de micorrizar es muy importante, según comenta la especialista del Centro de Investigación y Experimentación en Truficultura de Graus. Así, la dosis de inóculo debe de ser suficiente y se aconseja utilizar la misma cantidad para todas las plantas. “Podemos inocular con una trufa verde, el hongo se desarrolla igual, el problema es que no podemos distinguir bien la especie salvo si hacemos un análisis de ADN”, relata Gómez. 

El 70% de los usuarios del centro de Graus son personas que acuden para cumplir con las exigencias de la subvención que han recibido de la diputación de Huesca, que plantea que toda la planta que se siembre pase por allí. Sin embargo, cada vez hay más particulares que solicitan sus servicios. Los expertos destacan la importancia que tiene que las raíces pasen por la lupa binocular antes de llegar al campo porque “en muchas ocasiones se detectan los problemas con antelación y el viverista puede tomar medidas a tiempo”, especifica la técnica del Centro de Investigación y Experimentación en Truficultura de Graus. 

Y es que aunque los propietarios de los viveros son grandes expertos en trufa porque la mayor parte de ellos son productores, la realidad es que una Tuber brumale si está muy madura se oscurece y se parece mucho a una melanosporum.  La responsable especificó que hasta el momento no han detectado en las plantas la presencia de Tuber indicum, pero sí de otras especies como la brumale.

Aspectos vegetativos

Los especialistas no solo analizan al detalle la raíz ya que también se fijan en el aspecto vegetativo de la planta, que debe estar sana tanto en su parte aérea como en el tallo. Las raíces, además de tener inóculo de trufa, no pueden estar reviradas, es decir, vueltas hacia arriba en el contenedor, ya que este suele ser un síntoma de que la semilla lleva más de dos años en el vivero. 

Gómez: “Necesitamos una certificación que dé trazabildad a la planta”

En España no existe una normativa que exija la certificación de la planta que se usa para las explotaciones de trufa. Esto hace que algunos viveros realicen controles de calidad y también lo hagan muchos –cada vez más– de los particulares antes de poner las carrascas en sus fincas. Sin embargo la realidad es que ha habido problemas en varias zonas de España y algunos propietarios han visto cómo, después de ocho años de inversiones y cuidados, su tierra nunca ha dado trufas o las ha dado de variedades menos rentables. 

La investigadora Eva Gómez destaca en este sentido la importancia que tiene contar con una certificación para poder hacer una trazabilidad de la planta y garantizar que cumple los requisitos necesarios para su utilización en campo. 

El empleo de una planta certificada no es la garantía para obtener trufas, ya que influyen otros factores, como el tipo de terreno, la altitud o las precipitaciones, entre otros. Pero sí es una pieza clave y decisiva, ya que un plantón sin micorriza o con la de otras especies nunca dará Tuber melanosporum.  Por eso, cada vez es más habitual la realización de análisis profesionales.

Varios sistemas permiten inocular esporas en las raíces

Hay distintos métodos para inocular las esporas de trufa en una planta pero los más utilizados son el de inmersión, que consiste en sumergir la raíz en un ungüento con Tuber melanosporum, y el de espolvoreo, por el que se echa polvo de trufa en las raíces y la tierra con la que luego se llenará el contenedor. Otro sistema es con el uso de una tela especial en la que se echa el inóculo y luego se envuelve con ella la planta. Además, también hay quien inyecta las esporas con una jeringuilla en la tierra del contenedor con la planta ya puesta. 

También hay diversos métodos de control de micorrizas aunque todos ellos tienen en común la valoración general de la planta y que ésta debe de tener un porcentaje de micorrización mínimo del 30%. Todos ellos a su vez destacan las muestras en las que aparecen hongos de otra especie del género Tuber que no sea la que se ha pretendido inocular.