

Este aplauso va por todos: un movimiento en las redes plantea que el homenaje de este domingo sea el último pero intenso
Por los de la primera fila y por los de la última. Por los que han salido de su casa para servir a los demás y por los que se han quedado en ella, trabajando desde allí o simplemente ayudando con su encierro a frenar la epidemia. El aplauso de hoy, que tal vez sea el último, va por todos. Los aplausos sirven para mostrar nuestro agrado y agradecimiento por algo. Se utilizan tras cualquier acto cultural y también en buena parte de las intervenciones públicas. Durante el confinamiento las palmadas ruidosas han mantenido el sentido de aprobación y han incluido otros, como mostrar que todos seguíamos en casa apoyando una lucha en la que los trabajadores de la sanidad se jugaban el pellejo y los de la retaguardia también han tenido un papel, sencillo, pero no menos importante.
El motivo de esos aplausos de las 8 de la tarde era dar ánimos a los que estaban arrimando el hombro, aunque servía también de vía de escape, de catarsis colectiva a todos aquellos que cumplían su parte del trato desde su sillón. Se iniciaron en Italia, al igual que la colocación de los carteles de ánimo en los balcones, pero los españoles enseguida se sumaron a ese agradecimiento unánime. En Teruel se oyeron esas sonoras palmadas por primera vez el sábado día 14 de marzo a las 22 horas –en los siguientes días se adelantó un par de horas para que pudieran aplaudir también los niños–. En ese momento se habían detectado varios casos de Covid-19, pero el virus aún no se había cobrado ninguna vida en la provincia.
La cara más visible de esos trabajadores esenciales eran los sanitarios, aunque en esta pandemia ha habido otros profesionales que han ayudado a que el engranaje no parase. Cuidadores en residencias, ganaderos, agricultores, personal de limpieza, trabajadores de tiendas y supermercados y algunos otros que, como los celadores, transportistas o los de mantenimiento, han seguido en activo. Todos ellos eran los destinatarios de eses apoyo que se hacía desde ventanas y balcones, convertidas en el escenario de un acto social al que muy pocos faltaban.
En las últimas semanas las medidas de confinamiento se han ido relajando. Primero fueron los niños los que pudieron salir a la calle a dar paseos de una hora, luego se sumó el resto de la población y ahora ya incluso se pueden hacer reuniones con un máximo de 10 personas y acudir a una terraza a tomar algo, aunque siempre manteniendo las distancias de seguridad. Todo eso ha hecho que los aplausos se vayan diluyendo en ciudades y pueblos y por redes sociales circula un mensaje en el que se plantea realizar hoy un sonoro aplauso que sirva de broche final a un homenaje diario tan merecido como necesario para muchos.
Ángel Loras, que es policía municipal en Teruel y enfermero se ha volcado con los aplausos -que también iban por él– y desde su balcón ha puesto música a sus vecinos para amenizarles lo que el define como “un paréntesis de todo, un momento para olvidarnos de los problemas y solidarizarnos con los demás”, argumenta. A su juicio, la participación desde las ventanas en estos momentos de relajación servían a la gente no solo para agradecer a los demás su trabajo, “sino un desconectar de todo, que también hacía mucha falta”. También era importante, a su juicio, para dar ánimos al resto de la población, que así veía que no estaba sola en casa: “Era como decir estamos haciendo todos lo mismo y eso motivaba a empezar un nuevo día”, relata.
Los aplausos han ayudado a poner cara a vecinos que, hasta ahora y por el ajetreo diario, habían pasado desapercibidos. En algunas comunidades se han establecido fuertes lazos que han ido más allá del aplauso para organizar vermús, tardeos o celebrar cumpleaños de mayores y niños con invitados con los que en otros aniversarios no se había contado en esas fiestas.
En algunos barrios y vecindarios el Resistiré ha servido de colofón a los aplausos, aunque en otros los aplausos han cerrado un rato musical amenizado desde los balcones. Durante el confinamiento los aficionados a la música que contaban con equipos de gran potencia han sido los encargados de completar la banda sonora de las palmas. Uno de ellos fue Nacho Cardona, que desde el barrio de San Julián hacía sonar la canción del Dúo Dinámico, convertida en el himno del confinamiento, para deleite de mayores y pequeños.
Sin embargo, los Dj’s espontáneos no fueron del agrado de todo el mundo. En Alcañiz un vecino fue denunciado por otro en la urbanización Santa María y el resto de los habitantes de los bloques de la zona castigaron el comportamiento con una cacerolada de más de 10 minutos en apoyo del Dj. El pinchadiscos no era el único de la urbanización que ponía música, pero parece que al denunciante las interpretaciones al piano que hacía otra joven le gustaban más porque contra ella no cursó denuncia.
El confinamiento pilló la Semana Santa de por medio y en los pueblos con más tradición tamborilera, como Calanda, se oían cada tarde durante la cuaresma. Les servía para apoyar pero también de ensayo por si, finalmente, podían salir a la calle a tocar, algo que se quedó en el aire, como los redobles.
El psicólogo Javier Ibáñez plantea que desde la Psicología “entendemos que, si un comportamiento se mantiene en el tiempo, es porque es reforzado de alguna manera, es decir, porque con ese comportamiento la persona obtiene algo bueno o se deshace de algo que le molesta”. No para todas las personas el beneficio que obtiene es el mismo y cada uno lo hace por un motivo concreto, “sin ser necesariamente consciente de ello, quedando esa conducta reforzada”, dice.
La influencia que ejercen los demás sobre nuestros actos también entra en juego en estos procesos, matiza el experto, y señala que, si vemos que gran parte de los vecinos salen a aplaudir, es más fácil que acabemos imitándolo.
Pero el especialista va más allá y señala que lo que comenzó siendo un gesto de agradecimiento para todos aquellos profesionales que están al pie del cañón en esta situación, para muchas personas se ha transformado en una manera de contacto social”.
En cuanto a la percepción de los sanitarios por los agradecimientos recibidos señala que es muy variable y que, mientras para algunos ha podido ser una gran motivación de cara a afrontar el ingente trabajo que tenían, otros han podido pensar que esos aplausos eran incompatibles con la actuación irresponsable de una parte de la ciudadanía. “Depende mucho de las condiciones que haya vivido cada profesional”, asegura.
En muchos lugares han propiciado que los aniversarios y cumpleaños fueran especiales durante el confinamiento. En algunos pueblos los vecinos se enteraban de que determinada pareja cumplía tantos años de casados a través de la megafonía municipal y cuando sonaba el cumpleaños feliz esperaban ansiosos a que acabara para ver quién era el cumpleañero. Todo eso se hacía a las 8 de la tarde, el momento que sustituía al encuentro vecinal que el coronavirus ha puesto en valor .
En la capital turolense eran los voluntarios de Protección Civil los encargados de felicitar a los niños de la ciudad, mientras que para los que viven en los pueblos de la Comarca Comunidad de Teruel se contó con los monitores deportivos, que se desplazaban hasta allí para convertir el aniversario infantil en algo inolvidable, como sin duda lo será también la cuarentena. En total, durante este tiempo han felicitado a más de 200 personas.
Aunque la gente siga el mensaje de las redes sociales y el de las 20 horas de hoy sea el último aplauso colectivo, el agradecimiento se mantiene y la batalla no está ganada. Los sanitarios han luchado mucho, y lo siguen haciendo, por plantarle cara a un virus que se sigue cobrando vidas y por eso alertan de la necesidad de cumplir todas las medidas de seguridad. Ojalá no se oigan más aplausos desde las ventanas porque eso significará que los tiempos de quedarse en casa han pasado. Pero tampoco hay que olvidarse de que los trabajadores esenciales siguen siendo esenciales, aunque no reciban palmas