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Jazz Fábrica, un referente cultural en Teruel adelantado a su tiempo Jazz Fábrica, un referente cultural en Teruel adelantado a su tiempo
Alfredo Rivas, izquierda, con Javier Krahe cuando vino a actuar a Teruel. Archivo Alfredo Rivas

Jazz Fábrica, un referente cultural en Teruel adelantado a su tiempo

El local ofreció conciertos de primera fila desde 1987 hasta principios de los noventa y allí nació también el primer festival de jazz de la ciudad
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Cuando Alfredo Rivas entró a aquel molino harinero de Teruel, junto a los Franciscanos, lo tuvo claro. Donde nadie más era capaz de ver un local musical, él sabía el lugar exacto donde iría el escenario, cómo sería aquella barra formada con pianos y que los colores originales y elementos propios de aquel histórico molino harinero serían una seña de identidad. Con su visión y el trabajo de unos jóvenes arquitectos transformó aquella “fábrica de harina” en una “fábrica de jazz” por la que pasaron por aquellos años, todavía de despertar cultural en España, grupos nacionales e internacionales de jazz puro y abierto a fusiones de otras músicas. 

Jazz Fábrica fue un local adelantado a su tiempo, en un Teruel en el que Rivas echó mano de personas que “se movían por la cultura”, cuenta ahora, como Jesús Puerto, y otros que disfrutaron de aquella arriesgada apuesta, como Julio Zapater o Alfonso Zapatero que participaron en alguna de aquellas sesiones con magia. “El gancho familiar era muy importante” cuenta 30 años después Rivas, recordando aquellos tiempos con una emoción que no puede disimular. Habla de familiar porque ese era el ambiente, con sesiones en las que músicos profesionales se animaban a tocar con los aficionados que acudían a verlos. 

“Todos los músicos que venían se quedaban impresionados” evoca, por el local, espectacular, y por ese punto de exotismo de que estuviera en aquella pequeña ciudad del interior. “Cuando ibas a hablar con los grupos para que vinieran costaba explicarles que en Teruel hubiera algo así” asegura Rivas.

Como promotor del local, hizo una apuesta empresarial arriesgada. ¿Jazz? ¿En Teruel? Sí, ahí estuvo la apuesta. Pero aunque el local no funcionara muchos años, la semilla que plantó y germinó en el primer festival de jazz ha crecido hasta llegar a nuestros días. “Esa es una de mis grandes satisfacciones, que el jazz ha tenido continuidad en la ciudad” asegura.

Pero todo tiene un principio. Aquel joven Alfredo colaboraba en programas especializados sobre jazz, y era asiduo a festivales como el de San Sebastián. Enamorado de esta música, explica que siempre había pensado que aquella fábrica de harinas de Santa Teresa, que así se llamaba, tenía potencial como local musical. Así que cuando su cuñado y amigo Jesús Puerto le dijo que se alquilaba, pensó que era su momento.

La restauración de aquella fábrica ya fue todo un logro, y la magia que le confería aunar los elementos de la tradición local harinera con esa música que había nacido lejos de allí, sorprendía a quienes estaban acostumbrados a pisar escenarios de todo el mundo. “La gente se quedaba impresionada cuando llegaba al local”, músicos de renombre como Carlos González, Ximo Tebar o Jorge Pardo. Por este escenario pasaron también Viceversa, que acababan de separarse de Joaquín Sabina, o los músicos de Presuntos Implicados. La lista se engrosó en aquellos años en los que del jazz más clásico se abrió a otras fusiones, “íbamos abriendo el abanico” y de todos aquellos Rivas recuerda el concierto de Javier Krahe, que se anunciaba en las páginas de este periódico. 

Él mismo fue a negociar directamente con el artista a Madrid y recuerda la cara que puso cuando le dijo que el local estaba en Teruel. Krahe, en la cresta de la ola de la popularidad en aquellos tiempos, le pidió 50.000 pesetas por acudir a tocar , él junto a otros cinco músicos que luego tendrían largo recorrido con artistas reconocidos. “Para repartir el dinero Krahe dijo que, como eran seis, 8.000 pesetas para cada uno y las 2.000 restantes para el propio Krahe porque era el más mayor” recuerda Jesús Puerto de aquella negociación. Alaba el espíritu de Rivas para poner en marcha aquel proyecto que, en su opinión, no tuvo continuidad porque “se adelantó 20 años a su tiempo”, y quizás las cosas habrían sido de otra manera, dice, si hubiera habido el ambiente y el respeto por la cultura actual.

Estamos hablando de un local, apunta, que tenía por ejemplo, guarda de seguridad, algo que no se había visto nunca en un local de Teruel, local al que traían músicos que había que recogerlos en el aeropuerto de Valencia porque llegaban desde Nueva York, “con la carretera que había en aquellos años”.

El local, destacan ambos, era un “referente cultural” en la ciudad, y albergaba no solo los conciertos que promovía el propio Rivas sino también eventos culturales de la ciudad como las galas de la Universidad de Verano de Teruel, “nos apoyaron mucho” recuerda Rivas, el festival de cine y otros actos, e incluso exposiciones de fotos.

Aquella actuación de Krahe registró lleno completo en el local pero también Puerto recuerda otra de Ximo Tebar y Jorge Pardo. Ambos llegaron a Teruel sin conocerse y media hora antes del concierto que iban a dar juntos acordaron las canciones que tocarían. 

Hablar de Jesús Puerto es hablar de la historia musical en Teruel porque ha sonorizado prácticamente todos los conciertos de las últimas décadas de la ciudad, y por eso atesora una valiosa fonoteca en la que están buena parte de aquellos conciertos. “He tenido la oportunidad de sonorizar y aprender a hacerlo para recorrer luego toda España porque ha habido gente que se ha movido en Teruel, como Alfredo Rivas o como Ramón Calvé con el festival de folclore”, ambas citas, destaca, que se adelantaron a las de otras ciudades cercanas como Zaragoza o Huesca.

Del local al festival

En el despacho de Alfredo Rivas de aquel local se gestó el primer festival de jazz de la ciudad: “Nos ayudaron mucho los propios músicos y la Universidad de Verano de Teruel” recuerda Rivas. El 22 de julio de 1988 se celebró aquella primera edición, que se promocionó con “un Ford Fiesta con el que recorríamos las calles para hacer publicidad” cuenta. 

Cuando el local cerró por motivos económicos en 1990, el festival continuó a través de la asociación Tuba y con el escenario del Casino de Teruel. Más tarde entraría el Ayuntamiento en la organización, explica Puerto, miembro de aquella asociación. El festival ha continuado hasta nuestros días con distintos escenarios como el Teatro Marín y la Escuela Municipal de Música, lo que demuestra que se plantó una semilla que “ha logrado germinar en la afición al jazz en Teruel”, destaca Rivas.

La continuidad del festival o el hecho de que haya un grupo de jazz local, la Big Band, demuestran que el local “marcó un antes y un después” como dice Rivas:   “Los que hoy son grandes músicos del conservatorio de Teruel y de la banda conocieron el jazz en el local. Yo les invitaba y les animaba a que hablaran y tocaran con los músicos que venían”. Que ese amor continúe, concluye, “es el mejor pago que he tenido”.