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La pintura, refugio creativo para una familia colombiana en Teruel La pintura, refugio creativo para una familia colombiana en Teruel
Los pasillos de la sede de Cruz Roja se han vestido con los cuadros pintados durante el confinamiento por solicitantes de asilo

La pintura, refugio creativo para una familia colombiana en Teruel

Cruz Roja trabaja con solicitantes de asilo de varias nacionalidades
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Cruz Roja en Teruel acoge en cuatro pisos  a solicitantes de asilo de diferentes nacionalidades. Por ellos pasaron Luz Ávila, su esposo y su hijo. Ahora ya se han ido a vivir a un domicilio propio, porque encontraron trabajo, pero los cuadros que pintaron durante los primeros meses de estancia en la ciudad cuelgan de las paredes de la sede de Cruz Roja en Teruel. Aquí, en este lugar, a miles de kilómetros de su Colombia natal, encontraron un lugar donde vivir y sin saber nada de pintura lo convirtieron en su refugio creativo. Así se llama la muestra de óleos de paisajes a los que se escapaban con su imaginación durante los meses de confinamiento. 

“Nosotros somos solicitantes de asilo político por la situación que se vive en Colombia, llegamos a Madrid primero y recibimos colaboración por parte de una ONG para proteger inmigrantes, la CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). Allí estuvimos durante tres meses, luego Cruz Roja nos acogió en el hotel Welcome y de allí nos derivó a Teruel”, recuerda.

Luz agradece el apoyo que aquí le han prestado tanto psicológico y emocional, como en la parte económica, ya que han recibido unas ayudas del Ministerio. La primera etapa fue de reconocimiento, socialización y adaptación y desde Cruz Roja les orientaron y estuvieron pendientes de ellos. Aunque encontraron trabajo siguen en contacto y tienen una lugar de referencia donde acudir. 

La situación de una familia solicitante de asilo es siempre compleja pero este año con la pandemia todavía lo es más. Luz y su familia estuvieron en confinamiento durante su estancia en Madrid y cuando llegaron a Teruel, en el mes de mayo, todavía no se habían levantado muchas restricciones. Entonces, encontraron en la pintura una manera de ocupar el tiempo. Nunca lo habían hecho pero “siempre quise pintar un cuadro al óleo”, cuenta Luz. “Con tantas cosas que se le vienen a uno a la cabeza pensé por qué no ahora”, dice.

Miró técnicas y pintores en Internet y se fijó en obras de un artista estadounidense y de otro paraguayo para copiarlas. El tercer óleo salió de su imaginación a partir de lo que había hecho y de sus recuerdos: un atardecer en el mar de  Cartagena, en su país.

Su esposo, su hijo y las otras personas que vivían en el piso de acogida también se animaron a pintar. “Fue una experiencia muy chévere, porque pasábamos horas y horas pintando y porque nos permitió expresar lo que sentíamos, nostalgia por lo que hemos dejado, el encerramiento... Fue una terapia muy buena”, cuenta y desde Cruz Roja recibieron todo el apoyo.

La situación para ellos es muy incierta porque no saben si el asilo les será concedido y volcarse en la pintura les fue de gran ayuda hasta que pudieron empezar a trabajar. Ahora, ya no le pueden dedicar tiempo: “Tenemos dos o tres lienzos pendientes”.

Además, no solo fue pintar. Con el trabajo de una voluntaria de Cruz Roja conocieron la historia de España a partir de los artistas españoles más destacados y también les introdujo en las diferentes corrientes pictóricas.

Agradecimiento

Luz se siente arropada por las instituciones y las personas. “Nosotros queremos trabajar, venimos de una situación dura pero queremos dar muchas gracias a este país, al Ministerio, al CEAR y a Cruz Roja que han estado ahí”, comenta.

En Cruz Roja siguen teniendo asesoramiento y mientras no les denieguen el asilo si se quedaran sin empleo podrían volver a solicitar las ayudas económicas, aunque esperan poder trabajar, porque “a nadie le gusta depender de otro, siempre es bueno para uno tener su propia autonomía”.

Cuatro pisos de acogida

Como el caso de Luz y su familia, otros solicitantes de asilo pasan por Teruel, porque aquí Cruz Roja cuenta con cuatro viviendas de acogida con cinco plazas cada una. En ellos es donde viven en una primera fase y cuando encuentran un trabajo pasan a otra etapa, aunque en el proceso no les dejan solos. 

Itziar Valls es la educadora social, responsable del programa de Solicitantes de Asilo, Refugiados e Inmigrantes de Cruz Roja en Teruel y explica que durante esa primera etapa “hacemos actividades muy variadas, algunas son obligatorias y otras están orientadas al desarrollo personal de cada uno”.

En las viviendas pueden estar durante un periodo de seis meses que se puede ampliar tres meses más, según las situaciones, pero la mayor parte de las personas que pasan por ellos encuentran un empleo y pasan a la segunda fase, durante el cual se les hace un seguimiento. 

El programa les ofrece también servicio de atención jurídica y psicológica, que pueden seguir utilizando aunque estén trabajando. Asimismo, se imparten clases de castellano en caso de que las necesitaran.

Valls explica que estas personas pueden venir de todo el mundo excepto de la Unión Europea porque no se puede solicitar asilo si se procede de alguno de sus países miembros. El Ministerio es el que deriva a organizaciones como Cruz Roja a estas personas. “Hoy en día hay mucha afluencia de países de Latinoamérica, Venezuela, Colombia o Nicaragua, pero también de Georgia o de Siria”, comenta Valls. 

El perfil es muy variado, desde familias a personas solas que salen de sus países por motivos diversos: de conflictos bélicos o sociopolíticos a escasez de recursos. Vienen más familias, parejas o mujeres que hombres solos, aunque también los hay. Las edades son muy variadas y en el caso de los niños se escolarizan, porque tienen unas documentación como solicitantes de asilo y pueden hacerlo desde el primer momento.

La educadora social se encarga de las viviendas de acogida.  También hay dos trabajadoras sociales, una por fase; un psicólogo; una maestra coordinadora del aprendizaje del idioma, un abogado para la asistencia jurídica, una técnica de empleo y una administrativa. En todo este proceso es importante también el papel de los voluntarios, que se encargan de los talleres, de atender el servicio de guardería mientras las mamás están en clase de español o incluso de impartir algunas de las clases. Todo para facilitar la integración lejos de su país y que se sientan en casa.

"Me encanta Teruel"

“Me encanta Teruel, primero porque es una ciudad tranquila, la gente con la que he tratado son buenas personas, no es un sitio grande y siempre y cuando tengamos empleo nos gustaría quedarnos”, explica Luz Ávila, colombiana, solicitante de asilo, que vino a España a principios de año con su esposo, Diego Fernando Solís, y su hijo. De la mano de Cruz Roja, en el mes de mayo se trasladaron a Teruel y estuvieron en un piso de acogida hasta el pasado mes de noviembre se pudieron ir a una vivienda para ellos.