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La Semana Santa toca a su fin: “Todos somos uno cuando llevamos el paso y tienes que dar el callo en cada momento” La Semana Santa toca a su fin: “Todos somos uno cuando llevamos el paso y tienes que dar el callo en cada momento”
Ciudad de los Amantes bailó y cantó jotas al paso de la Virgen de la Soledad anoche. Bykofoto/Antonio García

La Semana Santa toca a su fin: “Todos somos uno cuando llevamos el paso y tienes que dar el callo en cada momento”

Las procesiones del Viernes y Sábado Santo llenan las calles de Teruel desde primera a última hora
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Se sufre, pero se aprende, esa es la reflexión que hacen muchos de los peaneros que participan en la Semana Santa de Teruel capital, convencidos de que quien lo prueba, se engancha y repite. A nadie se le escapa que portar a hombros pasos que alcanzan las dos toneladas de peso entraña un sufrimiento, si bien lo que la mayoría ignora es que tiene una compensación, el compañerismo y el aprendizaje de dejar a un lado los individualismos para formar un equipo que se mueve como una piña. “Todos somos uno y tienes que dar el callo en cada momento”, afirma Rodrigo Soriano, de la Hermandad de Jesús Atado a la Columna, mientras que Carlos Aspas, de la Cofradía de la Oración del Huerto, comenta que los compañeros piensan en común porque cada cual apoya y ayuda al otro cuando fallan las fuerzas.

Los pasos portados a hombros de la Semana Santa de Teruel es uno de sus rasgos singulares y lo que hace que durante estos días la ciudad esté llena de turistas. “¿De dónde sale esta procesión?”, pregunta un visitante apuntando con el dedo en el programa poco antes de las 10 de la mañana del Viernes Santo. Se refiere a la de la Hermandad de Nuestra Señora de la Villa Vieja y de la Sangre de Cristo. La mano le tiembla, quién sabe si por el frío que hace a esa hora o por la emoción vivida tras haber visto subir a hombros por la fuerte pendiente de la calle San Francisco los pasos de Jesús Atado a la Columna y de Nuestra Señora de la Esperanza.

Es primera hora de la mañana, puesto que la del indulto es la más madrugadora de todas las procesiones y hay gente siguiéndola pese al gélido amanecer del Viernes Santo. A mediodía, cuando la temperatura ya está caldeada por el sol, la plaza del Torico vibra con el romper de la hora, que enmudece terrazas con la presencia de cientos de tambores y bombos en un acto multitudinario, al igual que ocurre con la procesión general del Viernes Santo por la tarde y la de la Soledad en la noche de ayer antes de la retreta.

El Sagrado Descendimiento en la procesión del Viernes Santo en la calle San Juan. Bykofoto/Antonio García

“Estamos muy contentos, hay mucha afluencia, el tiempo nos está acompañando y está habiendo una gran participación con gente joven, y eso nos llena de orgullo”, afirmaba la noche del Viernes Santo el presidente de la Junta de Cofradías y Hermandades, José Villarroya.

Los actos semanasantísticos comenzaron muy pronto ese día. No había salido todavía el sol cuando la procesión más madrugadora de todas partía de San Martín a las seis de la mañana rumbo a la prisión de Teruel, donde llegaría poco antes de las ocho con los primeros rayos del sol asomando por encima de los tejados.

Fundada en 1950, en aquellos años había funcionarios de prisiones que salían vestidos con el uniforme a acompañar la procesión, comenta el presidente de la Hermandad de Jesús Atado a la Columna y Nuestra Señora de la Esperanza, Julio Esteban. Desde entonces se han conseguido los indultos de 37 presos, aunque este año no ha sido posible al igual que en los últimos. Pese a ello, numerosas personas se han acercado hasta la prisión porque la consideran una de las procesiones más bonitas de estos días, desafiando los cero grados que marcan los termómetros a esa hora.

De regreso al Centro Histórico, se incorpora más gente al sonar de los tambores y bombos, y los trabajadores del centro de rehabilitación psicosocial San Juan de Dios salen a recibirla a su paso. Pero antes, los cofrades hacen una parada de casi una hora frente  al centro penitenciario, con las imágenes de la Virgen y del Cristo frente a frente flanqueando sus puertas. En lugar de aguardar la salida del preso al no haber habido indulto este año, es el momento de los reconocimientos a varios cofrades, de la intervención del presidente de la cofradía para anunciar ilusionado que dentro de dos años celebrarán el 75 aniversario, y también del obispo, José Antonio Satué, y de  la alcaldesa, Emma Buj, fiel a esta procesión desde que gobierna en el Ayuntamiento porque considera que representa el “perdón y la esperanza”.

Sentimiento

Es también la hora del avituallamiento, de tomar el café en el bar más próximo y de recargar fuerzas para el regreso con la mistela y las pastas, que a esa hora y con ese frío caen como bendición divina. Manuel Alcalá, jefe de peana de la imagen del Cristo, asegura que ser de la cofradía se vive con “sentimiento”, porque son muchos años ya a las espaldas. Su mayor orgullo, que sus dos hijos hayan seguido sus pasos, y su deseo, que otros jóvenes se sumen también a la tradición.

Otro de los jefes de peana, José Antonio García, que cumplirá el próximo año cuarenta años en la hermandad, afirma que salir en procesión “se lleva dentro”, porque con lo que pesan los santos, “si no tuviera devoción no saldrías”. El de Jesús Atado a la Columna pesa 2.250 kilos y lo llevan 40 personas, mientras que el de la Virgen pesa 1.950 kilos y lo portan entre 55.

“Te tocan unos 45 kilos por persona por lo menos”, advierte, así que hay que estar en forma, aunque como jefe de peana él ya no carga el paso a sus 66 años, y anima a los jóvenes a que se apunten y conozcan una experiencia que no tiene comparación. “Que prueben un año y seguro que les gusta, porque tenemos chicos jóvenes que probaron el pasado y han repetido”, comenta, orgulloso de que se vaya sembrando la semilla para que la juventud tome el relevo a los veteranos.

Entre esas nuevas generaciones está Rodrigo Soriano, de 30 años, y que empezó como peanero a los 18 en esta cofradía por tradición familiar. “Es importante que haya renovación juvenil, por echar una mano y vivirlo de otra manera”, comenta. Reconoce que “se sufre un poquito, pero a la vez también disfrutas porque sabes a lo que venimos y todos somos como una piña”.

La procesión del Indulto del Viernes Santo frente a la prisión de Teruel

Rodrigo incide en eso, en el espíritu de solidaridad que impregna a todos los que cargan las imágenes. “Hay compañerismo y siempre intentamos ayudarnos; todos somos uno y la verdad es que tienes que dar el callo en cada momento”, argumenta, a la par que anima a los jóvenes a que se apunten para que la tradición continúe. “Tiene que haber esa renovación y que participe la gente, igual que pasa con la Vaquilla o Medievales, porque todos debemos dar un poquito de nosotros para que las cosas salgan adelante, y la Semana Santa de Teruel es una de las más bonitas que existen”, sostiene.

A la zaga le va Beatriz García, peanera de la misma hermandad y que lleva cinco años sacando las imágenes. Ella era de las que tocaba el tambor, pero cuando empezó a faltar gente para llevar los pasos no dudó en ofrecerse. “La verdad es que me gustó y desde entonces lo hago”, afirma. Pesar pesan lo suyo, admite, “pero si la carga está repartida se lleva muy bien”.

Anima a los de su edad a que se sumen también a esta tradición, porque cuando lo pruebas “te gusta y sigues adelante, y los que están viniendo se están quedando la mayoría”, comenta Beatriz frente a Nuestra Señora de la Esperanza, a la que los rayos del amanecer dan ya de lleno y brillan los bordados de su manto verde esperanza, de cuatro por siete metros, bordado por Maribel García.

La Virgen estrenó este manto el año pasado, pero durante los últimos meses Maribel ha hecho más bordados, que son los que reflejan a esa hora la luz de los primeros rayos del sol que, junto con la mistela, calientan y dan fuerza a los peaneros para emprender el regreso a San Martín, donde por la tarde el consiliario de la cofradía bendeciría la capa de tela del soldado romano, una donación anónima estrenada este año.

Otro consiliario, en este caso de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, el párroco de los Franciscanos, Rafael Colomer, es el encargado de marcar el toque para la rompida de la hora en la plaza del Torico a las doce del mediodía. Corresponde hacerlo a la hermandad que protagoniza cada año el cartel de la Semana Santa, que en esta ocasión ha recaído en la Virgen de la Soledad y cuyos cofrades ayudan al monje a abrirse camino hasta la fuente entre la multitud de público que inunda la plaza. Varios grupos de tambores y bombos se han dispersado por ella en una cifra difícil de estimar pero que supera el centenar, y el público los rodea, hasta llenar la plaza prácticamente por completo. La gente venida de fuera, que son muchos, está expectante sin ser consciente de que en el momento en que se dé la señal nadie podrá emitir palabra.

A las doce en punto truena el Torico con la rompida de la hora y todo el mundo enmudece. Intentar comunicarse con el vecino es imposible, ni hablándole a la oreja. Nadie conversa ya en las terrazas de los bares y las miradas perdidas denotan que ese tronar remueve las entrañas e invita a la reflexión, al igual que hace vibrar las bebidas en los vasos porque todo retumba.

Los peaneros de la Virgen de la Esperanza subiendo la calle San Francisco

Alejados del estruendo, en la calle San Juan y hablando a la oreja, el padre Rafael Colomer asegura que es un momento “realmente importante”, de acercamiento a la figura de Jesús. “Es la primera vez que puedo vivirlo aquí y es interesante sobre todo porque da inicio a una actividad que es sentida y querida por muchos turolenses”, afirma, mientras que tambores y bombos suenan a diestro y siniestro tras meses de ensayo, puesto que las bandas de las cofradías son otro de lo signos distintivos que convierten la de Teruel en una Semana Santa singular junto con los pasos portados a hombros.

Alba Perales, de 17 años, y Vanesa Lahuerta, de 19, son dos de las jóvenes que, concentradas en sus tambores, hacen que toda la ciudad retumbe por la onda sonora de la rompida. Se puede decir que lo han mamado y los meses de ensayo desde octubre tienen ahora su recompensa. Las dos son de Casa del Tambor y Alba dice que desde que tenía un año y no era consciente todavía ha estado presente en este acto.

“Para todos los que tocamos el tambor es el gran momento, porque al final toda la gente con la que compartes esto se vuelve tu familia”, manifiesta Alba, y Vanesa lo refrenda. Ella lo ha vivido desde los seis años, cuando empezó a tocar, y confiesa que lo “lleva dentro”. “Juntos, al fin y al cabo, somos una familia, y eso es lo que más me gusta”, recalca esta joven, la misma idea que por la tarde, en la procesión general del Viernes Santo, volverán a poner de manifiesto los cerca de 2.000 cofrades que participan en el momento de prepararse para recorrer las calles de la ciudad abarrotadas de público.

Vivir desde dentro ese instante previo a salir es comprender el espíritu de la Semana Santa turolense. Pedro Massó, costalero desde hace dos décadas de la Oración del Huerto, asegura que es una forma “distinta de vivir la tradición y la fe” que no te lo imaginas antes de participar. “Esto engancha y si lo pruebas quieres repetir y estar aquí cada año”, afirma.

Compañerismo

Carlos Aspas, de 29 años y de la misma cofradía, probó como peanero por primera vez el año pasado y este lo ha vuelto a hacer. Bien es cierto que él llevaba 18 años tocando el tambor y que al no poder participar ahora en los ensayos no tenía otra opción, pero no se arrepiente; por el contrario lo vive con ilusión porque aunque se sufre, se aprende también de los demás, del compañerismo de la gente y del trabajo en común para sacar el paso con éxito.

“Al final esto va de amistades y de compartir un buen rato con la gente”, explica Carlos, que comenta que hay que “moverse igual que todo el mundo, tienes que ayudar al que va delante y al que tienes detrás, porque a lo mejor tienes que soportar el peso que en un momento dado el que llevas al lado no puede aguantar”. Lo descubrió al ver cómo todos iban sincronizados y se auxiliaban. “Tienes que contribuir en todo momento a que esto siga de pie, y si tu fallas, al de delante le va a caer el doble de peso”, precisa.

Rubén Soler, de la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, descubrió la Semana Santa el año pasado al apuntarse sus hijos a la banda de tambores y bombos. A la vez que ellos lo hizo él para colaborar, sale con el paso de la Burrica y comparte la opinión de que “desde dentro, esto se vive como un gran ambiente familiar”, el mismo que sintieron ayer los integrantes de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad en la última procesión previa a la del Resucitado de hoy.

La de la Soledad es otra de las procesiones que más público congrega a lo largo de todo su recorrido, puesto que se cantan y bailan jotas a la Virgen, a cargo del grupo Ciudad de los Amantes, y el paso baila al toque de la retreta como hizo anoche en una plaza del Torico repleta de público. El presidente de esta cofradía y secretario de la Junta de Hermandades, Eduardo Suárez, considera que tras la pandemia este año ha habido “ganas a raudales” y desde la calle la Semana Santa se ha vivido como hace años que no se vivía.