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Quince turolenses, entre el millar de diputados que vivieron la República desde un escaño del Congreso Quince turolenses, entre el millar de diputados que vivieron la República desde un escaño del Congreso
Llegada del Gobierno el 14 de julio de 1931 para la apertura de las Cortes constituyentes. Congreso de los Diputados

Quince turolenses, entre el millar de diputados que vivieron la República desde un escaño del Congreso

El historiador Octavio Ruiz-Manjón publica un libro sobre los parlamentarios que protagonizaron esta etapa histórica que acabó en un baño de sangre
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El libro Los diputados de la Segunda República ha puesto nombre a los 1.007 parlamentarios y parlamentarias que entre 1931 y 1936 vivieron este periodo histórico desde un escaño del Congreso, y que acabó en un baño de sangre a consecuencia del golpe de Estado fallido que dio paso a la Guerra Civil. Ellos no fueron ajenos a la barbarie e intolerancia que desencadenó la guerra, puesto que 179 diputados de todo ese periodo acabaron siendo asesinados a manos de los sublevados y en la zona gubernamental, o bien murieron en la cárcel. Quince políticos turolenses fueron testigos de ese periodo, algunos representando a otras provincias por haberse establecido en ellas, como fue el caso de Francisco Azorín Izquierdo, y varios de ellos fueron víctimas también de la sinrazón.

La publicación, que ha editado el Congreso de los Diputados y que se presentó a finales de octubre en la Cámara Baja, es obra del historiador Octavio Ruiz-Manjón, que en varias ocasiones ha reivindicado la colocación de una lápida en la sede de la soberanía nacional para recordarlos, en la que constasen sus nombres, sin distinciones de su filiación.

Si 179 parlamentarios de ese millar de políticos que representó a los españoles en los años de la Segunda República perdieron la vida por la violencia fratricida, no es menos terrible que otros 367 tuvieran que exiliarse. Es decir, más de la mitad de los políticos elegidos por sufragio universal en uno de los periodos democráticos más apasionantes de la historia de España, al igual que más vilipendiado desde el sectarismo y la ignorancia, perdieron la vida o tuvieron que marcharse del país. Todo por haber defendido con la palabra la soberanía de los ciudadanos en un régimen democrático que fue brutalmente arrasado a consecuencia de la Guerra Civil que provocó el golpe de Estado de los sublevados y   que sumió al país en una larga  dictadura.

El estudio de Octavio Ruiz-Manjón ofrece un análisis de conjunto de la actuación de aquellos diputados y diputadas que por primera vez pudieron ser elegidas en los sufragios, a la vez que incluye un amplio apéndice documental con la información básica de todos los parlamentarios y cuáles fueron las circunstancias personales de cada uno de ellos.

El historiador Octavio Ruiz-Manjón durante la presentación del libro en el Congreso de los Diputados

Sistema unicameral

El libro repasa las tres legislaturas que van de 1931 a 1936 tras la proclamación de la Segunda República, que dio lugar a un nuevo sistema democrático parlamentario unicameral en el que solo hubo Congreso, al desaparecer el antiguo Senado.

Fueron tres legislaturas democráticas fruto de otras tantas elecciones generales en junio de 1931, noviembre de 1933 y febrero de 1936. Durante esas tres legislaturas fueron elegidos 1.007 diputados, y si bien algunos de ellos ya habían participado en las legislaturas del periodo monárquico anterior, la gran mayoría fueron nuevos parlamentarios que se convirtieron en los protagonistas de los cambios que había experimentado el sistema político español y que trágicamente se vio interrumpido por el golpe de Estado.

De esos 1.007 parlamentarios, 15 fueron turolenses. Bueno, en realidad 14, puesto que uno de los diputados que fue elegido por Teruel en la tercera legislatura era de A Coruña, José Pardo Gayoso. De todos estos turolenses, la mayoría representó a su provincia, pero también los hubo que fueron elegidos por otras provincias, en total cuatro de ellos, entre los que estaba el arquitecto Antonio Azorín Izquierdo, una de las personas de confianza de Pablo Iglesias, fundador del PSOE. Lo mismo sucedió con Antonio Guallar Poza y el sacerdote Santiago Guallar Poza, que fueron elegidos por Zaragoza, y con José Ibáñez Martín, el que acabaría siendo ministro de Educación con Franco y en la Segunda República fue diputado por Murcia en la segunda legislatura.

Los turolenses que representaron a la soberanía del pueblo español en las elecciones constituyentes de la Segunda República fueron Francisco Azorín, José Borrajo Esquiu, Ramón Eced Gresa, Antonio Guallar Poza, Santiago Guallar Poza, Vicente Iranzo Enguita, Manuel Lorente Atienza y Gregorio Vilatela.

El autor del libro detalla en una breve ficha biográfica la trayectoria política y personal de estos parlamentarios turolenses junto con el resto del millar de diputados que conformaron el Congreso durante las tres legislaturas. Ruiz-Manjón reconoce que es un trabajo inicial pendiente de correcciones y ampliaciones posteriores con la complicidad de historiadores locales. En esta edición ya reconoce la colaboración de un gran número de ellos, entre los que destaca a dos historiadores turolenses, José Serafín Aldecoa y Eloy Fernández Clemente.

El turolense Francisco Azorín (izda. de pie) con La Pasionaria en la II República

El listado de los diputados turolenses lo abre Francisco Azorín Izquierdo, ya que ha sido confeccionado por orden alfabético. Azorín nació en la localidad turolense de Monforte de Moyuela y estudió Arquitectura a principios del siglo pasado en Madrid, donde conoció al fundador del PSOE, Pablo Iglesias, y entabló una estrecha relación con él a pesar de la diferencia de edad. Fue uno de los políticos destacados de este partido a nivel estatal durante las primeras décadas del siglo XX y en las constituyentes de 1931 fue elegido diputado por la provincia de Córdoba, que era la ciudad en la que vivía entonces y por la que se presentó, aunque su nombre se llegó a barajar también en la de Teruel.

Fue un destacado masón y esperantista y en 1938 fue nombrado cónsul de España en Tarbes y Touluse. Se exilió a México, donde murió en Ciudad de México en diciembre de 1975. El monumento que en el parque España de la capital mexicana reconoce a Lázaro Cárdenas el apoyo de este país a los exiliados españoles de la guerra es obra suya y de su hijo Ángel Azorín, y bajo su estructura hay una piedra de cada provincia española.

La muerte de Borrajo Esquiu

José Borrajo Esquiu es otro de los turolenses que se sentaron en   el Congreso en aquella legislatura constituyente de la Segunda República. Médico de profesión, había nacido en la capital turolense en 1873 y en 1931 fue elegido por el Partido Republicano Radical (PRR) de Lerroux. Fue el primer alcalde de la Segunda República en Teruel, y a principios de 1938 fue uno de los prisioneros que tomaron las tropas republicanas. A pesar de su ascendencia republicana fue encarcelado en la prisión de San Miguel de los Reyes de Valencia, donde murió en agosto de 1938.

Ramón Feced Gresa fue otro de los turolenses que tuvieron escaño en las Cortes constituyentes de 1931 por la provincia de Teruel. Había nacido en Aliaga en 1894 y era registrador de la propiedad. En los comicios de aquel año concurrió por la formación Radical-socialista (RDS). Fue director general de Industria entre octubre de 1932 y marzo de 1933, y ministro de Agricultura a finales de ese año, aunque no llegó a ocupar el cargo más de un mes, ya que lo fue entre el 13 de septiembre y el 9 de octubre. Con la guerra se exilió en Francia y al finalizar esta regresó a España para dedicarse íntegramente a su trabajo jurídico.

Ibáñez Martín (i) cuando era ministro

Dentro de los políticos turolenses que ocuparon escaños en aquella primera legislatura de la Segunda República están Antonio Guallar Poza y Santiago Guallar Poza, ambos de Muniesa, el primero nacido en 1873 y el segundo en 1875. Antonio era médico y sacó un escaño por la provincia de Zaragoza por el partido Radical-socialista. Vivió en España tras la Guerra Civil.

Un sacerdote en las Cortes

El otro Guallar Poza era sacerdote y obtuvo escaño por Zaragoza capital en las elecciones de 1931 y de 1933. En la primera ocasión lo hizo por Acción Nacional y en la segunda por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Tras la guerra acabó siendo nombrado vicepresidente de la Caja de Ahorros de Zaragoza y llegó a presidir la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País.

El hecho de que un sacerdote se presentase a las elecciones no era infrecuente. De hecho, no fue el único que hubo en la República, si bien el autor del libro asegura que su presencia sería “irrelevante” más allá de pretender salvaguardar los intereses de la Iglesia. Argumenta en este sentido que la nueva situación política “conducía a que la presencia de clérigos en el parlamento empezaba a ser vista como anómala”.

Entre los diputados turolenses que ocuparon escaños pero no por su provincia sino por otra circunscripción está también José Ibáñez Martín, nacido en Valbona en 1896. Catedrático de instituto, fue elegido con la CEDA por la provincia de Murcia en 1933. Tras la guerra fue procurador en las Cortes franquistas y ministro de Educación entre agosto de 1939 y junio de 1951. Falleció en Madrid en 1969.

De Rubielos de Mora era Leopoldo Igual Padilla, propietario agrícola que salió elegido diputado en las elecciones de 1933 por Teruel tras presentarse por el Partido Agrario (AGR). Llegó a ser director de Agricultura, Montes y Ganadería durante muy pocos días, desde el 25 de diciembre de 1935 al 2 de enero del año siguiente. Fue asesinado en la zona gubernamental al estallar la guerra.

José Pardo Gayoso (d) con el también diputado Alejandro Viana

Varios ministerios

En las elecciones de 1933 también fue elegido por la provincia el turolense Vicente Iranzo Enguita como independiente de derechas, después de que en las constituyentes de 1931 ya hubiese sido elegido también por la Agrupación al Servicio de la República (ASR). Fue ministro de Marina, de la Guerra y de Industria y Comercio, aunque durante periodos de tiempo muy breves. Nacido en Cella en 1889, era masón y médico de profesión, actividad a la que regresó tras abandonar la política después de que en las elecciones de 1936, a las que se presentó de nuevo, no consiguiera escaño.

Otro médico parlamentario por Teruel fue José María Julián Gil, de Ródenas, que salió elegido en las elecciones de 1933 y 1936 por la CEDA. También de la Sierra de Albarracín era Manuel Lorenzo Pardo, nacido en Gea de Albarracín y abogado de profesión. Fue elegido por Teruel en las elecciones de 1931 por el Partido Republicano Radical de Lerroux, pero falleció a los pocos meses, en enero de 1932.

Entre los diputados elegidos por Teruel se encuentra José Pardo Gayoso, un médico de A Coruña que fue inspector provincial de Sanidad en Teruel, que se presentó por la provincia en 1936 por la Izquierda Republicana de Azaña y salió elegido. Se exilió en Estados Unidos, donde falleció en 1978 en Houston (Texas).

Dentro de los parlamentarios turolenses en la Segunda República hubo también catedráticos universitarios, como fue el caso del calandino Miguel Sancho Izquierdo, que fue elegido por la CEDA en Teruel en los comicios de 1933 y 1936. Tras la guerra, fue procurador nato de las Cortes franquistas durante los primeros años de la dictadura por su condición de rector.

Los otros dos parlamentarios turolenses que ostentaron escaños durante este periodo histórico republicano fueron el médico de Molinos Casto Simón Castillo, elegido por la CEDA en los comicios de 1933, y el abogado Gregorio Vilatela Abad, natural de la localidad de Villel.

Vilatela fue  elegido en 1931 por el partido Radical-socialista y en 1936 por la Izquierda Republicana de Azaña. Llegó a ser subsecretario del Ministerio de Comunicaciones en 1933. Detenido en Teruel tras al golpe de Estado, fue llevado a Zaragoza y fusilado allí en agosto de 1936.

El autor del libro lamenta que ambos bandos tratasen de quebrantar la capacidad de resistencia del contrario y persiguiesen tanto a los diputados en activo como a los exdiputados, actuando “con una lógica tan inteligible como perversa” al tratar de eliminar a los dirigentes del bando contrario.