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Se buscan padrinos hortelanos para judías, tomates y habas ‘made in Teruel’ Se buscan padrinos hortelanos para judías, tomates y habas ‘made in Teruel’
María Martín, con los planteros en el laboratorio

Se buscan padrinos hortelanos para judías, tomates y habas ‘made in Teruel’

El Banco de Germoplasma entrega semillas para su cultivo y pervivencia
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Cruz Aguilar

Un total de 115 variedades autóctonas de todo tipo de legumbres y hortalizas ‘made in Teruel’ se conservan en el banco de germoplasma que el Centro de Innovación en Bioeconomía Rural de Teruel (Citate). Los atesora para salvaguardarlos y busca padrinos que quieran conservar el patrimonio hortícola que tiene la provincia y al que la despoblación está afectando sobre menera.

“El problema es que los hortelanos que las cultivan se hacen mayores y estamos en un momento de cuenta atrás”, explica María Martín, responsable del Banco de Germoplasma de Teruel, quien alerta de que toda esta riqueza se está perdiendo precisamente porque “no se le da el valor que tiene”.

Ahora buscan padrinos para multiplicar las semillas, aunque ya tienen una veintena distribuidos por toda la provincia. Se trata tanto de particulares que cultivan una pequeña parcela como de agricultores profesionales: “Puede pedirnos semillas toda aquella persona que vaya a cultivar en Teruel”, recalca María Martín, quien añade que el objetivo es llegar al mayor número de hortelanos posible. Entre las variedades que buscan padrinos hay habas, judías y alguna variedad de tomates, según enumera la experta.

Se trata no sólo de una cuestión social, sino de que son especies adaptadas al territorio y que pueden ser fundamentales en un momento de cambio climático como el actual. “Dentro de la variabilidad que hay en la provincia tenemos recursos suficientes”, argumenta la experta.

Semillas con gran variabilidad genética y con pocos aspectos en común entre las que se crían en la zona del Bajo Aragón histórico y las que se dan vida en lugares como Valdelinares o Alcalá de la Selva. Variedades que poco tienen que ver también con los planteros que venden en los viveros y que son iguales, independientemente si los vas a plantar en Híjar o en Griegos.

“Esa variabilidad dentro de cada especie es muy importante para, por ejemplo, hacer frente a las plagas o a los cambios en la climatología”, dice. Precisamente es el interés genético el que ha motivado la existencia del Banco de Germoplasma, una iniciativa que complementa al Banco de Germoplasma Hortícola de Zaragoza, referente a nivel mundial y del que se han traído las semillas a Teruel. Martín argumenta que se conservan en varios sitios con el fin de que no se pierdan.

La experta en semillas va más allá en su planteamiento y asegura que además del valor genético, estas plantas tienen asociados aspectos sociales: “Forman parte de nuestro patrimonio material e inmaterial, las han cultivado nuestros abuelos y hay toda una historia detrás de ella, no es sólo una judía que se conserva”, recalca.

Las legumbres fueron la base de la alimentación durante los tiempos de la hambruna. Buscaban variedades productivas y que permitieran almacenaje para consumir todo el año.

Ahora el objetivo de muchos hortelanos es otro y plantan únicamente variedades muy productoras y sencillas de conseguir porque, como reconoce María Martín, “no es fácil hacerte el semillero y cuidarlo, es más sencillo comprar el plantero y ya está”.

Algunas especies no han sufrido tanto el paso del tiempo y la pérdida de los huertos en los pueblos. Así, la técnica del Citate plantea que se han conservado muchas legumbres porque son de siembra directa. También de tomates se atesoran numerosas especies autóctonas aunque en este caso es porque “el sabor del tomate tradicional no es comparable con el de vivero”, advierte.

Los padrinos son aquellas personas que recogen las semillas en el Citate y las plantan en sus huertos con el compromiso de devolver parte de la semilla que obtienen.

En el banco hortofrutícola las semillas se conservan deshidratadas y a menos de 20 grados. Además, cada año se se hace un ensayo de germinación para comprobar que funcionan y, si se observa que pierden capacidad se vuelven a reproducir.

Además, en la sede turolense del Cita tienen una parte experimental para obtener semilla. Así caracterizan todas las variedades para ver cómo se comportan y conocer aspectos relacionados con su ciclo vital, como el momento en el que fructifican o si tienen más calidad para secar o consumir en fresco, por ejemplo.

Pero aunque mantener una semilla no es complicado, sí hay determinados requisitos que se deben de cumplir. Por ejemplo las diferentes variedades de tomate no pueden compartir parcela porque se hibridan. Además, hay otras hortalizas que hay que cultivar dos años para obtener la semilla, porque necesitan ese ciclo bienal para dar flor, como las cebollas o los puerros.

Cualquier persona que vaya a sembrar en Teruel puede demandar semillas para cultivar y desde el Citate atienden pedidos por internet, correo electrónico, teléfono o en la propia sede. Los resultados no siempre son los esperados y, por ejemplo, el año pasado la fauna silvestre acabó con las parcelas de varios de los padrinos.

Llegar al consumidor final

Desde el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria también colaboró con los institutos de Calamocha y San Blas, así como con la Escuela de Hostelería y Turismo de Teruel, con quienes hicieron una cata de garbanzos a ciegas para ver la opinión del consumidor sobre diferentes variedades.

Y es que, como apunta María Martín, “la conservación está muy bien, pero lo ideal es llegar al consumidor y por eso intentamos abrir canales que nos permitan acceder a ellos y, sobre todo, recabar su opinión”.