Síguenos
Un trabajo de taxidermista para mostrar el aspecto que tenían los dinosaurios 'raptores' Un trabajo de taxidermista para mostrar el aspecto que tenían los dinosaurios 'raptores'

Un trabajo de taxidermista para mostrar el aspecto que tenían los dinosaurios 'raptores'

Daniel Ayala da tal realismo a las nuevas reconstrucciones de Dinópolis que una le 'clavó' la garra
banner click 244 banner 244

La zona de Tierra Magna del parque paleontológico Dinópolis en Teruel luce desde esta semana dos nuevas reconstrucciones de dinosaurios que vivieron en la provincia durante el Mesozoico. Son los más pequeños que se exhiben puesto que se trata de dos dromeosáuridos, carnívoros de pequeño tamaño conocidos popularmente como raptores, en los que se ha llegado a un grado de detalle extremo como nunca se había hecho antes con los otros corpóreos que se exhiben. Daniel Ayala es el autor de estas esculturas de gran realismo, representadas con plumas, que pareciera que van a saltar en cualquier momento sobre el ejemplar de Galveosaurus caído en el suelo o encima de los propios visitantes del parque.

El viento se ha levantado a última hora de la mañana en Los Planos y la corriente de aire hace cimbrearse la figura de uno de estos dromeosáuridos. Al vibrar parece que se moviese de verdad y que estuviese agitando sus brazos emplumados en actitud amenazante, un efecto que no es improvisado. Una niña contempla la escena al otro lado de la valla con la mirada fija en el raptor, como si se tratase de una secuencia de Parque Jurásico en la que se alimenta a los terópodos, que es como se llaman todos los dinosaurios carnívoros.

Los dos dromeosáuridos que se han reconstruido como si estuviesen vivos miden entre dos y dos metros y medio y tienen un grado de realismo tal, con sus ojos de vidrio, sus dientes, sus plumas y protoplumas, y sus escamas, que parecen un trabajo de taxidermista, como si el animal hubiese sido cazado vivo y Ayala lo hubiese disecado en el taller de la Fundación Dinópolis.

Plumas

“¡Mira, este tiene plumas!”, llama la atención una madre a su hijo, que abre los ojos de forma desorbitada. “Parecen de verdad”, le responde entusiasmado. Y no le falta razón porque el conservador de la Fundación Dinópolis, Daniel Ayala, ha rozado la perfección con estas dos nuevas creaciones, algo que repite todos los años con cada uno de los nuevos corpóreos que esculpe y que no impide que al año siguiente vuelva a superarse.

Cuentan que Miguel Ángel, cuando terminó de esculpir su famoso Moisés, lo golpeó suavemente con su martillo en la rodilla y le ordenó: “¡Habla!”. Por supuesto no hubo respuesta, a diferencia de lo que le ocurrió a Ayala, que sin pedir una prueba de vida a su creación, esta le clavó una de sus garras en la mano y acabó en urgencias, aunque afortunadamente no fue grave la herida.

La anécdota, que ocurrió cuando afilaba la estructura de hierro de las garras, es real. El artista y conservador de la Fundación Dinópolis explica que al estar a la intemperie buscaba reforzar al máximo la estructura metálica interna de la escultura hasta en las partes más pequeñas, y que en un descuido se le enganchó en la mano. Es una prueba del grado de detalle y el perfeccionismo que persigue este restaurador de la institución científica, autor de la gran mayoría de reconstrucciones que pueden verse en Tierra Magna, con la excepción de las dos primeras, el corpóreo de Turiasaurus y del carnívoro Allosaurus.

Los dos dromeosáuridos incrementan la fauna mesozoica descubierta en la provincia que se exhibe en esta parte del parque. Hasta la fecha no se habían representado dinosaurios tan pequeños, con la excepción de las crías de Iguanodon galvensis, y el resultado ha sido de un realismo tal que solo les falta, no ya hablar, sino saltar sobre su presa para devorarla en una escena jurásica de depredación.

Terópodos

Entre los terópodos de Tierra Magna se habían reconstruido hasta ahora los de tamaño medio pertenecientes al grupo de los alosaurios, que podían alcanzar los 5 metros, además de los megalosáuridos como Torvosaurus, de hasta 10 metros de largo. Los dos son del Jurásico y aparte se instaló años atrás otro terópodo del Cretácico, Baryonyx, que es el espinosáurido con cabeza en forma de cocodrilo.

El director gerente de la Fundación Dinópolis, Alberto Cobos, explica que en el Jurásico Superior de Teruel se han encontrado dientes de carnívoros de distintos tamaños en los yacimientos excavados, y son los terópodos que se representan en Tierra Magna. Son dientes que han aparecido en El Castellar, Formiche, Galve y Riodeva, algunos muy pequeños, que son los que corresponden a estos carnívoros dromeosáuridos. Con solo sus dientes no se ha podido determinar su género, pero sí su presencia en Teruel. De hecho, en España no hay descrito ningún género de estas especies porque su registro fósil es exclusivamente de dientes.

A estos últimos corresponden los dos nuevos corpóreos emparentados con los célebres velociraptores, y no los de Parque Jurásico por su tamaño. Cobos explica que eran carnívoros que hoy se sabe que tenían plumas y protoplumas, algunos de cuyos restos también han aparecido incrustados en el ámbar de Utrillas y Ariño.

Los dientes originales, que con tanto esmero ha recreado Daniel Ayala en las nuevas esculturas, se pueden ver en el Museo de Dinópolis al final de la Sala de los Dinosaurios, en una vitrina que hay frente a la réplica del esqueleto completo de Tyrannosaurus rex.

Todas las reconstrucciones de estos dinosaurios son obra de la Fundación Dinópolis, por lo que se basan en criterios escrupulosamente científicos a partir del registro fósil que existe. Ayala sigue para ello las indicaciones de los paleontólogos y resucita así los dinosaurios. Los dota de un esqueleto metálico de hierro, da forma a sus cuerpos con poliestireno expandido (corcho blanco), y utiliza resinas de distintos tipos para esculpir los detalles.

Dromeosáuridos

Con los dos dromeosáuridos, el trabajo de detalle ha sido extremo dado su pequeño tamaño en comparación con los dinosaurios de gran tamaño que había hecho hasta ahora. Ha trabajado las plumas con minuciosidad para dar una impresión de globalidad y ha añadido filamentos inyectándolos uno a uno como si fuesen pelillos bajando por la parte del cuello.

Ayala indica que el grado de detalle que le ha permitido estas reconstrucciones supone un “salto de calidad” respecto a otros trabajos, aunque confiesa que sigue sin estar del todo satisfecho y sostiene que busca superarse en los próximos retos que afronte. La única limitación ha sido el tiempo de ejecución de las esculturas, en las que ha trabajado durante seis meses, aunque no de forma exclusiva sino alternándolo con otras faenas.

El artista y restaurador de la Fundación Dinópolis incide en que con estas reconstrucciones ha querido acercarse a la alquimia del taxidermista para conseguir la “naturalización” más absoluta posible de estos corpóreos. Hay aspectos como los dientes en los que ha trabajado con esmero para conferirles un grado de realismo tal, que ha conseguido incluso dotarlos de un esmalte como el que habrían tenido los originales.

A las texturas de los cuerpos y su color, cuidado con minuciosidad aunque la exposición a las inclemencias meteorológicas acabará haciéndole mella, ha sumado el dinamismo que caracteriza también al resto de esculturas que ha hecho para Tierra Magna. Para las de gran tamaño contó con la colaboración de otros artistas por sus dimensiones, pero en este caso al hacerlas él solo le ha permitido controlar al milímetro los más mínimos detalles.

Ayala asegura que el movimiento representa una parte de su vida, por lo que a la hora de hacer las reconstrucciones de los dinosaurios recurre al mismo porque lo que persigue es captar “un fotograma en un momento de sus vidas”. En esta ocasión, incluso el que mantiene una postura más estática se encuentra en posición de alerta y parece que en cualquier momento pueda saltar, mientras que el otro es puro movimiento, una sensación que refuerza el hecho de que esté prácticamente en el aire y se mueva con el viento. Si Miguel Ángel levantase la cabeza no les pediría que hablasen, pero sí seguramente que rugiesen.   

 

El redactor recomienda