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In-trascendencia In-trascendencia

In-trascendencia

José Luis Rubio

Cuando en el pasillo de un supermercado veo a alguien conocido y me pregunta “¿qué, a hacer la compra?” no puedo evitar el sonreír. Suele ser una sonrisa tántrica, como por dentro, en la que se conjuga cierta dosis de sarcasmo con otra pizca de empatía social.

No oculto que, a menudo, a la pregunta de “¿qué, comprando?” el cuerpo me pide dar alguna respuesta extravagante. ¿Qué, a por la compra? Pues mire, no, he venido al pasillo de charcutería para matricularme en alguna ingeniería. Sin embargo, opto por seguir la conversación según los usos y costumbres. “¿Qué, comprando? Sí, que hay que comer”, y ya está.

Más allá de la superficialidad del “¿qué, a comprar?”, si se rasca un poquito solo se ve una sana intención de saludar con algo más que un “buenos días”. Me da la impresión de que esas obviedades son el arranque de una conversación ligera e intrascendente, de esas que mantienen viva una relación que todavía no ha llegado a cuajar en verdadera amistad, pero que a lo mejor algún día sí llega a serlo. Es como un código, en el que a la pregunta absurda se contesta con una respuesta plana para romper el hielo y, llegado el caso, seguir hablando de cosas más concretas. Porque empezar una conversación diciendo “quiero hablar contigo pero no sé de qué” resulta tosco, la verdad.

Pero esa intrascendencia no es exclusiva del supermercado. “¿Qué, a hacer deporte?”, cuando vas vestido con unas mallas y zapatillas de colorines que solo se pueden poner para ir a correr, o un “¿qué, al médico?” en la sala de espera del ambulatorio son variantes recurrentes, solo mejoradas por  el “entonces, ¿todo bien?” que a veces se repite como un mantra en los saludos largos en la acera. La fórmula “¿que tal todo, bien? Sí, muy bien, ¿y tú? Muy bien, y vosotros ¿todo bien?” podría prolongarse eternamente.

Pero, por favor, no entiendan esto como un reproche. No lo es. Me encanta la trascendencia de esos inicios intrascendentes que podrían llegar a ser una conversación. Si me ven en el pasillo del súper pregúntenmelo. “¿Qué, a hacer la compra?”, sí, por favor.