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A la chita callando

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Juanjo Francisco

Parece una paradoja pero los turolenses llevamos cierta fama de lloricas entre nuestros vecinos próximos, más acusada en la provincia capital de este nuestro Aragón. Sí, sí, es así: lloricas y pesadicos porque no oyen otra cosa que quejas. Es posible que cualquiera de nosotros, turolenses de nacimiento y residencia, si estuviera en el lugar de ellos pudiera comprender su consideración e icluso compartirla, pero es que aquí hay tantos motivos de quejas que hasta gracias a ellas nació un eslogan que ha dado la vuelta al mundo y también algún resultado.
La más reciente jugarreta que se ha cocido aquí es la supresión del servicio de autobús vespertino diario de Teruel con Madrid.
La razón para ello es la de siempre: que no hay viajeros y que, por lo tanto, es del género tonto que un autobús circule sin pasajeros todas las tardes. En un razonamiento primigenio que hasta se puede entender el motivo de la decisión y luego, si se quiere, entrar en consideraciones sobre el servicio público y todos esos planteamientos que gastamos aquí y que no escucha nadie.
Lo jodido del asunto, con todo, no es que se haya terminado el servicio, lo lastimoso es que la empresa concesionaria decida lo que ha decidido sin decir ni mú. No sé cómo explicar esto, la verdad. O la empresa, en una lectura sociológica simplona ha pensado que, como no hay viajeros, nadie se va a enterar, o le da igual que algún despistado, como así ha ocurrido, vaya una tarde a la estación y se tenga que buscar la vida como en los concursos de viajes aventureros de la tele.
Es todo lamentable. La supresión, porque indica el poco juego viajero que da Teruel, y la decisión a la chita callando de cortar el servicio, porque a Samar le importa un pito la repercusión social de la misma.
Pero las reglas no son estas. Que yo sepa todavía hay mecanismos reguladores que vigilan estas decisiones y todavía perviven administraciones, más próximas y no, que deben pedir -ya no sé si utilizar el verbo exigir-, alguna explicación a esta nadería a la que nos empujan este tipo de acciones y decisiones. Somos amantes de la tabarra, qué remedio nos queda. Igual lo da el clima.