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Aunque sea un fastidio Aunque sea un fastidio

Aunque sea un fastidio

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Raquel Fuertes

Hay muchas cosas que, aunque nos disgusten, tienen que ser como corresponde. He dicho mil veces que no me gusta el frío, el invierno, la falta de luz… No me gusta ver anochecer antes de las 6 después de un día gris que te has pasado encogida por el frío: contractura y mala leche aseguradas para finalizar un día corto.

Por eso casi propondría el salto de octubre a marzo (me salto las vacaciones de Navidad, los cumpleaños de seres queridos y las rebajas, no sé si me convence ahora que lo pienso mejor). Más o menos desde que cambian la hora hasta que El Corte Inglés lanza el Ya es primavera cuando, la verdad, suele haber más luz, pero igual de frío.

Y a eso vamos, ¿qué ha pasado con febrero? Normalmente, el único consuelo es su brevedad en medio de días brumosos, ventosos, lluviosos y, en el mejor de los casos, nevados. Pero este año parece como si se hubiera disparado el sensor del maldito cambio climático y este sábado me tuve que meter en casa porque al mediodía me achicharraba en la terraza. En Cedrillas, ese pueblo que cada año sale en las noticias por registrar las temperaturas más bajas de España.

Ciertamente, encontrarse con un par de días buenos en pleno invierno es muy de agradecer y nos da aire a los que no nos gustan el frío y las brumas, pero esto no pinta nada bien. Es más, empieza a dar miedo.

Si así son los inviernos, ¿qué vendrá después? ¿Seguiremos sin agua durante meses? ¿Vendrán trombas y vientos que harán más destrozos que otra cosa? ¿Será el verano sofocante  y eterno? ¿Acabaremos en un desierto en todos los sentidos? Así, mi optimismo ante la inminencia de la llegada de marzo se ve matizado este año por el temor a que esto no hayan sido un cúmulo de circunstancias meteorológicas sino que sea el inicio de lo que se avecina después de habernos cargado el planeta en apenas tres siglos.

La verdad es que ahora ya solo queda poner tiritas y ver cómo evoluciona este enorme ente enfermo. Mientras, en nuestro día a día de seres mínimos y nimios, ya solo nos queda pensar que, aunque sea un fastidio, ojalá vuelva a haber invierno.