Hace unos meses fui a un concierto de Grigori Sokolov. Uno de los mejores pianistas del mundo, dicen. La experiencia fue magnífica, pero no llegó a ser mágica porque, desgraciadamente, no tengo la suficiente sensibilidad ni conocimiento musical como para apreciar todos los matices de una interpretación magistral que fue largamente aplaudida por los melómanos con los que compartía experiencia.
En un plano menos artístico, debe ser que yo, al igual que la mayoría de los españoles, tampoco acabamos de entender las prebendas del concierto catalán y estos días se han esforzado por exponernos ejemplarizantes paralelismos que han viajado directamente al corazón de la España vaciada: Teruel, Soria y Cuenca. Los que estamos preocupados por que se rompa (aún más) la igualdad entre los españoles debemos respirar tranquilos o no sentirnos especialmente agraviados porque en estas provincias (no entramos en Euskadi y Navarra) tan simpáticas también hay una fiscalidad diferenciada desde hace tiempo y nadie ha puesto el grito en el cielo. Al menos, eso nos han querido vender. Me sabe muy mal que me tomen por estúpida. Y aquí estamos otra vez viendo cómo quieren hacernos comulgar con ruedas de molino metiéndonos como dogma que es equivalente subvencionar a las empresas que contraten personal y hagan crecer la población de estas provincias en vías de desertificación a que Cataluña gestione la recaudación tributaria y el consiguiente reparto de los fondos generados en su territorio.
Es tan equivalente como una fragancia de Dior y su copia de supermercado: ambas tienen aroma, efectivamente. Hasta aquí las similitudes.
Al igual que me ocurrió con Sokolov, puede que el problema sea mío. Que me faltan conocimientos de fiscalidad para entender que no mezclan churras con merinas sino que los tratamientos diferenciados de cualquier volumen y cariz en las cosas de la hacienda pública son perfectamente comparables y crean desigualdades apenas apreciables. No tengo pruebas. ni tampoco, dudas, de que están intentando tomarnos el pelo. Adiós a la igualdad, adiós a la solidaridad entre los territorios, adiós a la justicia social.
En un plano menos artístico, debe ser que yo, al igual que la mayoría de los españoles, tampoco acabamos de entender las prebendas del concierto catalán y estos días se han esforzado por exponernos ejemplarizantes paralelismos que han viajado directamente al corazón de la España vaciada: Teruel, Soria y Cuenca. Los que estamos preocupados por que se rompa (aún más) la igualdad entre los españoles debemos respirar tranquilos o no sentirnos especialmente agraviados porque en estas provincias (no entramos en Euskadi y Navarra) tan simpáticas también hay una fiscalidad diferenciada desde hace tiempo y nadie ha puesto el grito en el cielo. Al menos, eso nos han querido vender. Me sabe muy mal que me tomen por estúpida. Y aquí estamos otra vez viendo cómo quieren hacernos comulgar con ruedas de molino metiéndonos como dogma que es equivalente subvencionar a las empresas que contraten personal y hagan crecer la población de estas provincias en vías de desertificación a que Cataluña gestione la recaudación tributaria y el consiguiente reparto de los fondos generados en su territorio.
Es tan equivalente como una fragancia de Dior y su copia de supermercado: ambas tienen aroma, efectivamente. Hasta aquí las similitudes.
Al igual que me ocurrió con Sokolov, puede que el problema sea mío. Que me faltan conocimientos de fiscalidad para entender que no mezclan churras con merinas sino que los tratamientos diferenciados de cualquier volumen y cariz en las cosas de la hacienda pública son perfectamente comparables y crean desigualdades apenas apreciables. No tengo pruebas. ni tampoco, dudas, de que están intentando tomarnos el pelo. Adiós a la igualdad, adiós a la solidaridad entre los territorios, adiós a la justicia social.