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Raquel Fuertes

Tengo un coche híbrido enchufable. Quien esté leyendo esto y tenga uno similar o eléctrico puro compartirá conmigo no solo la pertenencia a una agrupación virtual sin estatutos ni reconocimiento público sino también, y sobre todo, la desesperación por saber dónde, cómo y por cuánto se pueden recargar nuestros ecológicos y socialmente responsables vehículos.

Un mundo de mapas online plenos de incorrecciones (postes que ya no están o a la espera corriente, unos invisibles, otros inútiles…), de aplicaciones que solo sirven para determinados circuitos (fácil acumular más de una decena en el móvil, casi siempre descargadas en el mismo momento de iniciar una recarga desesperada) y de tarifas que van desde el gratis total hasta el atraco a mano armada.

Toda una aventura que va a conseguir que los compradores de estos vehículos (que ya somos legión) generemos una resiliencia que ya quisiera para sí Pedro Sánchez como inspiración para la segunda parte de su libro.

Pero no iba a contar esto. Iba a contar la historia de Raquel, la chica de la garita del parking de la Glorieta.

Llegamos hace unas semanas a Teruel en modo turista y nos adentramos en este garaje sin saber si, por un casual, tendría enchufe. Optamos por la opción más humana: preguntar.

Y allí estaba Raquel. Se acercó hasta la zona de carga y nos dio con gran amabilidad todas las explicaciones (mucho mejor que cualquier app), aunque varios conductores interrumpieron, con ninguna educación y cero amabilidad, su discurso.

Desde luego, todos podemos tener un mal día, pero ¿es excusa para tratar a la gente que nos ayuda y nos hace la vida más fácil (cajeros, dependientas, maestros, camareros, policías…) como si fueran muebles o, peor, nuestros siervos?

Qué poco cuesta una sonrisa, ser amable, ver que el otro es persona. Y a veces tan encantadora como Raquel.

A ninguno nos gusta que nos traten mal en nuestro trabajo, ¿verdad?

Unos días después volvió mi marido, solo. Raquel le preguntó por mí y me mandó recuerdos. ¿Se acordarán de ser amables y saludarla la próxima vez? “Buenos días, por favor, gracias”. Y sonreír. Empatía. No lo olviden: todos somos Raquel para alguien. Y no todos tenemos su encanto.