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Frío Frío
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Raquel Fuertes

Se desploman las temperaturas. Hace años que las temperaturas en los medios de comunicación no bajan ni caen. Directamente, caen a plomo. Somos tan amigos de lo predecible y lo estandarizado que en cuanto encontramos una expresión que nos parece certera y ocurrente para describir un hecho, nos regodeamos en ella y la exprimimos hasta que deja de ser ingeniosa y pasa a ser… predecible y estandarizada. Pero no olvidemos qué es lo que ocurre, en definitiva: hace frío. Mucho. Y aunque sea un frío poco fructífero (cuánto nos está costando este año ver agua o nieve por algunas zonas…), es lo que lleva la estación. Porque parece que no recordemos que estamos en el mes de enero (¿no se les está haciendo eterno con sus cinco lunes?) y hasta hacemos noticia de las heladas. Si fuera en julio, se entendería, pero en enero… toca.

Además, no es el frío atmosférico el más difícil de sobrellevar. Hay otros fríos que vienen de dentro capaces de congelar el alma. ¿Saben a lo que me refiero? Por ejemplo, a ese vacío que deja un sentimiento intenso cuando desaparece por desgaste, extinción o accidente y solo deja un frío gélido que endurece los sentidos y envejece las sensaciones. A veces de manera irreversible.  Otras veces, el frío llega de fuera. También puede venir con forma de frases hechas (“no eres tú, soy yo” y demás retahíla de dolorosos eufemismos) o con discursos más elaborados con los que te acabas enterando de noticias como que el amor no existe para alguien por quien darías la vida. Y ahí viene el temblor, la lágrima y el omnipresente frío.

Sí, hay tantas situaciones capaces de dejarnos helados de dentro hacia fuera que cuando llegan estas semanas, las más duras del invierno, simplemente, nos abrigamos y nos hacemos con ellas como hicieron nuestros abuelos y como hacemos desde que éramos chicos, cuando los inviernos eran duros y parecían eternos.

Así que cuando hoy, mañana, pasado, no hagan más que ir buscando el reser (no lo busquen en el diccionario, pero saben de lo que hablo), la calda de una buena leña o el resguardo de su hogar, no maldigan. Mientras no sientan frío en el corazón, lo demás solo es invierno.