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Fuertes Fuertes
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Raquel Fuertes

Desde siempre he pensado que las mujeres somos iguales a los hombres en casi todo. Nosotras, además, tenemos la capacidad de engendrar. Partiendo de esta premisa podría pensarse que somos seres superiores (“seres de luz”, como nos llaman algunos foreros machistas) y, la verdad, tampoco. Somos tan iguales o tan diferentes como puedan ser dos personas cualesquiera. Porque quizá el error esté en empezar a establecer la diferencia por el género en lugar de por criterios como ¿es buena persona?, ¿es inteligente?, ¿es ecuánime? Ahí radican las diferencias entre unos y otros. Lo de la capacidad de engendrar es un añadido para nuestro género, pero seguro que ellos le encuentran alguna otra ventaja biológica (no tan maravillosa, eso sí) al suyo.

Aparte de las diferencias psicobiológicas, el resto de diferencias son educacionales. Y que exista una igualdad real depende de lo que nosotros eduquemos. A mí, por ejemplo, me educaron para trabajar y ser una mujer independiente. Nada que ver con las generaciones anteriores en las que la mujer dependía primero del padre y luego del marido. Mujeres luchadoras de aquella generación pusieron los cimientos para que hoy las diferencias por género sean cada vez menos.

Porque son menos, ¿no? Pues, desgraciadamente, no. En algún punto del camino hemos errado y hoy veo a gente de generaciones que debieran ser más libres creando lazos de sometimiento que soy incapaz de entender. Chicas que se dejan controlar las amistades, la ropa o las salidas por chicos que ni siquiera les profesan fidelidad y, mucho menos, amor. Solo control y dominio. Por supuesto, no son todas y no está generalizado, pero de comportamientos como esos se llega a la violencia doméstica de unos años después. O, sin llegar al asesinato, a mujeres que vuelven a pasar por la vida como sombra de otros. En esta semana en la que oiremos tantas reivindicaciones exacerbadas como resurgimientos del más puro machismo ibérico hay que recordar el principio básico: todas las personas somos básicamente iguales en derechos y obligaciones y todos tenemos derecho a nuestra diferencia, a tomar nuestras decisiones y a ser libres. Sin radicalismos, pero sin concesiones. Mujeres, hombres y otros géneros, todos nos merecemos ser fuertes. Si, además, somos mujeres celebremos la suerte de nuestra diferencia y de nuestra fuerza. En igualdad de condiciones.