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La fruta La fruta
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Raquel Fuertes

Antes lo más era la piel mate y sin brillos. Ahora lo más chic es el efecto glow o piel jugosa que, a ojos de esta inexperta en belleza, se parece bastante a lo que antes se quería evitar. Para no perder al público masculino en el primer párrafo pondré un símil más inclusivo, apto para todo género, que ha evolucionado en sentido inverso: antes privaba como extra la pintura metalizada o perlada en los coches y ahora lo más son los acabados ultramate. O sea: a la hora de escoger un nivel de brillo pueden estar casi seguros de que nunca acertarán con las tendencias porque cambian con más rapidez que el tiempo en otoño (si existiera).

Hay asuntos para los que, sin embargo, no deberíamos guiarnos por modas sino por el sentido común. Pasa, por ejemplo, con la fruta: todos deberíamos comer fruta (que tenemos mucha y muy buena) por evidentes motivos de salud. Claro, me dirán, casi todos podemos decir “me gusta la fruta”.

Y es entonces cuando nos metemos, siguiendo con lo vegetal, en berenjenales. Berenjenales que nos llevan a exclamar “¡Qué nivel, Maribel!”, refiriéndonos a los modos de nuestros representantes al máximo nivel.

Por supuesto, yo, que no soy, ni deseo serlo, ministeriable, puedo lanzar el exabrupto “me gusta la fruta” si alguien se mete con mi hermano u otro ser querido (recuérdese el “Yo, por mi hija, mato”, ampliable a colaterales). Sin embargo, alguien que representa a un nutrido grupo de ciudadanos debe ser más cuidadoso en las formas y no actuar en determinados foros como princesas de barrio (mi aplauso y admiración para todas ellas). Así, si Ayuso lanza el insulto entre dientes y luego hace chanza de ello en sus redes (malditas redes) lo que nunca debería pasar es que alguien con el cargo de ministro entre al trapo de otra discusión con la susodicha al mismo nivel de ordinariez, con tono pendenciero, contestando en sus redes (que alguien se las profesionalice pero ya) con el famoso “me gusta…”.

Estamos olvidando que para ser ministro, presidente, consejero o director general hacen falta unos conocimientos, unas formas, una capacidad de gestión, un saber estar y representar en los que las alusiones a la fruta, definitivamente, no tienen cabida.