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La mirada del otro La mirada del otro

La mirada del otro

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Raquel Fuertes

La miras y no te la acabas. Siempre la has admirado. Porque la quieres, sí. Pero sabes que, además, es especial. Tiene un algo que siempre te ha hecho sentirla como diferente, fuerte, única. Y más ahora.

Fue ella la que te tuvo que despertar del golpe en aquel día tan oscuro. Ella, la mujer que amas y de la que te sientes tan orgulloso, te dijo que tiene cáncer. Y te hundiste. Todo se vino abajo en un instante porque directamente pensaste en muerte. Hasta que la miraste y te encontraste con su fuerza y su determinación. 
Un poco avergonzado por esa cobardía repentina, por tu egoísmo, por tu miedo a perderla, te rehiciste mirándola a los ojos. Y pensaste en vida.
“Vamos a por ello”, le dijiste. Y reservaste el dolor (y también las lágrimas) para los momentos en los que ella no te ve. Porque en esos duros meses de lucha también ha tenido tiempo para hundirse, claro que sí. 
Pero has visto cómo se sobreponía a la incertidumbre, al malestar, al dolor físico y al miedo con una fortaleza que la ha hecho aún más grande ante tus ojos.
Igual que has visto que la fuerza no existe si no existe la fragilidad de los momentos más duros. Esos en los que no se sabe hasta dónde ha llegado la enfermedad, cuando no entiendes nada y los médicos deciden qué es lo que van a hacer. 
En esas esperas, en esos días en los que las noticias no son las mejores, en esos momentos en los que a ella le duele todo y a ti te duele el alma, la miras.
Y la sigues viendo a ella. Más madura. Más viva porque ya tiene la certeza que al final a todos nos llega de que un día va a morir. Pero sabe que no va a ser ni ahora ni por esto.
La ves luchar y estás a su lado. La ves desmoronarse y la empujas hacia arriba. No la engañas con palabras huecas, pero sí haces todo para que se sienta amada y feliz. Viva. Porque la miras y se lo merece.
Y porque tú también te mereces seguir mirándola. Por muchos años.