

EFE
Por circunstancias, en las últimas semanas salimos en casa a una media de cuatro AVES Valencia- Madrid a la semana. A pesar del despropósito de Chamartín (20 minutos más para llegar/salir a/desde una estación más que infame), lo cierto es que recorrer casi 400 km en menos de dos horas, cómodamente (excepto en algunos trenes de Renfe que piden a gritos el relevo) es un lujo al que gracias a la libre competencia casi todos podemos aspirar (hay viajes desde 9 euros).
La llegada a Chamartín y el acceso a la ciudad desde la estación andamiada es otro cantar. Pero el papel del AVE como vertebrador del territorio es indudable a estas alturas de la película (yo despotriqué en su día cuando se planteaba como un capricho para ejecutivos y para ricos, me la envaino).
Pero luego está la otra cara. Llevo meses sin ir al pueblo y buscaba transporte para el fin de semana. Las alternativas al coche están claras: autobús de toda la vida o autobús de Renfe porque siguen las obras… Me pregunto cuáles serán las ventajas para el viajero una vez concluidas las actuales reparaciones…
Y tampoco estamos solos los turolenses. Desde hace unos meses, el trayecto Valencia-Murcia en coche lleva apenas dos horas. Sin embargo, para llegar en transporte público hay que pasar por unos autobuses que tardan entre 3.15 y 5.35 horas o por trenes en los que el recorrido se realiza en más de 4 horas y es la única opción para llegar antes de mediodía. Cierto es que al menos no he de cambiar de tren porque los más rápidos incluyen visita a Alicante.
Y tiene su mérito el gasto en aire acondicionado. Debemos estar fuera a 30 grados y en el interior se pueden curar jamones. Además, me sentía sola en la primera hora, pero ahora vamos como piojos congelados en lata. Y en ayunas.
Definitivamente, la España de dos velocidades es una realidad que se plasma en hechos como la diferencia de velocidad y prestaciones de sus trenes. Está claro que no todas las conexiones requieren AVE, pero qué menos que un poco de dignidad para el viajero de provincias. Les recuerdo que también votamos, aunque a veces no viajemos a Madrid.
La llegada a Chamartín y el acceso a la ciudad desde la estación andamiada es otro cantar. Pero el papel del AVE como vertebrador del territorio es indudable a estas alturas de la película (yo despotriqué en su día cuando se planteaba como un capricho para ejecutivos y para ricos, me la envaino).
Pero luego está la otra cara. Llevo meses sin ir al pueblo y buscaba transporte para el fin de semana. Las alternativas al coche están claras: autobús de toda la vida o autobús de Renfe porque siguen las obras… Me pregunto cuáles serán las ventajas para el viajero una vez concluidas las actuales reparaciones…
Y tampoco estamos solos los turolenses. Desde hace unos meses, el trayecto Valencia-Murcia en coche lleva apenas dos horas. Sin embargo, para llegar en transporte público hay que pasar por unos autobuses que tardan entre 3.15 y 5.35 horas o por trenes en los que el recorrido se realiza en más de 4 horas y es la única opción para llegar antes de mediodía. Cierto es que al menos no he de cambiar de tren porque los más rápidos incluyen visita a Alicante.
Y tiene su mérito el gasto en aire acondicionado. Debemos estar fuera a 30 grados y en el interior se pueden curar jamones. Además, me sentía sola en la primera hora, pero ahora vamos como piojos congelados en lata. Y en ayunas.
Definitivamente, la España de dos velocidades es una realidad que se plasma en hechos como la diferencia de velocidad y prestaciones de sus trenes. Está claro que no todas las conexiones requieren AVE, pero qué menos que un poco de dignidad para el viajero de provincias. Les recuerdo que también votamos, aunque a veces no viajemos a Madrid.