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No lo necesitan No lo necesitan

No lo necesitan

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Raquel Fuertes

La conversación sale frecuentemente en entornos de adultos en edad madura (pongamos de cuarenta y tantos en adelante). Quizás como reacción al edadismo, utilizan (utilizamos) una estrategia de defensa a modo de ataque y arremetemos contra las generaciones de jóvenes acusándoles de poco compromiso con el trabajo. Un desapego laboral que está llevando a que los profesionales de más de 50, antes desahuciados para la vida laboral si caían en situación de desempleo, ahora vuelvan a tener una oportunidad profesional.

La verdad es que está muy bien que se reconozcan la experiencia, la valía y el saber hacer de los que llevamos años al pie del cañón. Pero hay que ver cuál es el precio y lo que la realidad esconde. Porque detrás hay algo mucho más profundo. No es que los jóvenes sean más vagos que nosotros a su edad o que estén menos preparados. Tampoco es que pongan por delante de todo su vida personal y su ocio dejando en segundo plano sus obligaciones. Aunque en la práctica sí es cierto que eligen más el tipo de trabajo, el horario y el nivel de compromiso que nosotros a su edad. ¿Porque les hemos educado así? En parte, puede, pero, más allá del hedonismo y esa pretendida despreocupación hay algo más: no lo necesitan.

O sea, no necesitan el trabajo como lo necesitábamos nosotros en su día porque, aunque lo tengan, no les va a servir para independizarse. Las hordas de políticos de todos los colores que nos gobiernan autonómica o centralmente lo han conseguido: el acceso a la vivienda, primer paso para iniciar la vida fuera del hogar familiar, es imposible.

Imposible es comprar, imposible es alquilar. No hay una vivienda accesible a veces ni para familias con dos salarios. ¿Cómo van a empezar los jóvenes a forjar su propio patrimonio (y la siguiente etapa de su historia personal) si no pueden aspirar más que a permanecer en casa o compartir piso?

En esa situación no puedo dejar de entender que no tengan ese compromiso, esa capacidad de aguantar conductas despóticas que tampoco nosotros debimos tolerar, ni esos horarios que les impiden disfrutar de su tiempo. Definitivamente, no necesitan un trabajo que no les va a permitir vivir de él y, en cierto modo, eso también les da libertad de elegir. Amargo consuelo.