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Otra vez Otra vez
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Raquel Fuertes

Pues sí. Un año más febrero se nos escapa de las manos. Pero, no sé, esta vez algo ha sido diferente.

Siempre es ese mes que se plantea como prescindible y que al final acaba dando la sorpresa, pero este parece que no promete nada más que cobrar un día más tarde (para un mes que como tarde se cobraba en 28…). O sea, insulso.

Pero, claro, debo hablar desde mi corta (pero exacta, que con la mezcla de presbicia y miopía solo veo bien a una distancia muy concreta) perspectiva y no tener en cuenta lo que en el mundo febrero ha sido.

Primero, el último mes del invierno climatológico se ha convertido en el primero de primavera. ¿O no? Que se lo digan a todos los que el fin de semana sudaban la gota gorda con sus gruesos atuendos medievales. Desde luego, el lema de “Winter is coming” se nos va a quedar circunscrito a un par de semanas de helor, danas y borrascas. 

Y de esos polvos, estos lodos. El clima se ha unido para hacer que las cosas del campo (sí, de eso de lo que comemos) vayan de mal en peor y a nuestros agricultores no les haya quedado otra que plantar los tractores en las capitales y reclamar un beneficio justo para su esfuerzo. Pero nada, parece como si las cosas del comer no fueran importantes cuando los políticos salen a negociar al barro europeo. 

Y así nos va: Alemania vende coches y los demás compramos tomates fuera. Perdonen esta reducción a mínimos, pero es la única forma de entenderlo. Y eso que soy europeísta convencida.

Después, el coronavirus dichoso. Como era previsible, ya nada está lejos y lo que era un virus del lejano Oriente ahora lo tenemos a cien km de casa. Y eso diagnosticados, que a saber cuántos son (o somos…) zombies que portamos el dichoso bicho. 

Claro, como cuando tengo mal día no hay quien no se entere, cuando me he puesto agorera con el tema de a ver qué hacemos como la cosa acabe en cuarentena, las risas y el escepticismo ajenos han hundido mi resquemor y han ahuyentado cualquier posible atisbo de recuperar el buen humor hoy.

Y así, sin casi comer y con la cena esperando en la mesa, solo cabe esperar, otra vez, que febrero se acabe y anochezca más tarde.