

EFE/ Chema Moya
Tras ver la rueda de prensa de la supuesta fontanera (mis respetos a todo el gremio de fontaneros por ver manchada su profesión) sé que nunca podré decir con certeza que ya nada es capaz de sorprenderme. Semejante esperpento o vodevil nos justifica como pueblo risible. Que todos hayamos estado pendientes de esta señora, del comisionista cabreado y del empresario caballeroso de dudosa reputación mientras queda en segundo plano que uno de cada cuatro españoles está en riesgo de pobreza y exclusión social es triste. Muy triste.
Llevamos lustros con políticos más preocupados por las encuestas de intención de voto y popularidad (que ninguno aprueba siquiera) que por servir a los ciudadanos. Somos un segundo plato incómodo con el que de tanto en tanto se tienen que enfrentar (imagino que se desinfectarán convenientemente tras juntarse con el populacho, no sea que les peguemos algo). Pero no somos su prioridad. Su prioridad es eternizarse en el cargo, seguir con poder y prebendas que jamás hubieran podido soñar y que ahora les resulta difícil soltar porque tienen el vago recuerdo de que fuera hace frío. Y luego estamos nosotros, como el tonto útil sobre el que hay que legislar o tomar decisiones. O contentar con subterfugios, paguitas o promesas de mal pagador. Por un voto.
Qué lástima ver cómo (unos y otros) se tiran los trastos a la cabeza, incapaces de ponerse de acuerdo en algo que no sea subirse el sueldo o rebajarse el horario. Y nadie pensando en bajar esa cifra de pobres. Sin dar la posibilidad a nuestros jóvenes de independizarse e iniciar su vida adulta con plenitud de libertad y responsabilidades. Y así con mil problemas del mundo real.
Sí, me da tristeza ver los tejemanejes grabados por cámaras que a saber quién ha puesto y las conversaciones que a saber quién ha filtrado para dejar bien patente que no les importamos nada. Que la mayoría son una panda de mediocres venidos a más por las propias dinámicas enfermizas de los partidos y que se cuentan con los dedos de la mano los que, en apariencia al menos, son honrados, coherentes y, repito, tienen vocación de servicio. De pequeña quería ser periodista o presidenta del Gobierno. Visto lo visto, en este país de pandereta elijo ser periodista. A mucha honra.
Llevamos lustros con políticos más preocupados por las encuestas de intención de voto y popularidad (que ninguno aprueba siquiera) que por servir a los ciudadanos. Somos un segundo plato incómodo con el que de tanto en tanto se tienen que enfrentar (imagino que se desinfectarán convenientemente tras juntarse con el populacho, no sea que les peguemos algo). Pero no somos su prioridad. Su prioridad es eternizarse en el cargo, seguir con poder y prebendas que jamás hubieran podido soñar y que ahora les resulta difícil soltar porque tienen el vago recuerdo de que fuera hace frío. Y luego estamos nosotros, como el tonto útil sobre el que hay que legislar o tomar decisiones. O contentar con subterfugios, paguitas o promesas de mal pagador. Por un voto.
Qué lástima ver cómo (unos y otros) se tiran los trastos a la cabeza, incapaces de ponerse de acuerdo en algo que no sea subirse el sueldo o rebajarse el horario. Y nadie pensando en bajar esa cifra de pobres. Sin dar la posibilidad a nuestros jóvenes de independizarse e iniciar su vida adulta con plenitud de libertad y responsabilidades. Y así con mil problemas del mundo real.
Sí, me da tristeza ver los tejemanejes grabados por cámaras que a saber quién ha puesto y las conversaciones que a saber quién ha filtrado para dejar bien patente que no les importamos nada. Que la mayoría son una panda de mediocres venidos a más por las propias dinámicas enfermizas de los partidos y que se cuentan con los dedos de la mano los que, en apariencia al menos, son honrados, coherentes y, repito, tienen vocación de servicio. De pequeña quería ser periodista o presidenta del Gobierno. Visto lo visto, en este país de pandereta elijo ser periodista. A mucha honra.