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Roque y las hojas muertas Roque y las hojas muertas

Roque y las hojas muertas

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Juanjo Francisco

Apoyado en un garrote, aunque no sé exactamente  si llamarlo así, Roque pisotea las hojas muertas que desprenden a mansalva los plataneros, árboles que han aparecido en el pueblo ante la progresiva desaparición de los olmos, álamos y chopos que alegraron su infancia y juventud. Vaya murga de hojas -piensa Roque-, no hay manera de apartarlas bien de la acera y, si no llevas cuidado, te puedes pegar un trompazo de cuidado. Y tiene una edad en la que un moratón sería la más leve de las consecuencias.
Sorteando hojas de platanero, Roque escruta el horizonte, más allá de la carretera, hacia el horizonte que marca la sierra, donde se esconden unos pueblos diminutos que antaño cobijaron a muchos de sus clientes. Sí, sí, en la plenitud de la vida Roque fue un profesional cuyos servicios fueron muy demandados: un herrero de primera. Aladros, herraduras, rejas, a nada le hizo ascos. Y su técnica era muy elogiada. Su humor, no tanto. Y es que la herrería era, después del bar, el punto más concurrido del pueblo y nada molestó más a Roque que trajinar con el yunque y el martillo y el fuelle que avivaría el fuego, teniendo que soportar los chascarrillos de los ociosos...
Roque ya no luce aquellos brazos fibrosos donde rebotaban las chispas y su espalda se encorva, tozuda, para intentar achicar el ánimo del hombre recio que fue. La naturaleza aún no ha vencido la lucidez del viejo herrero. Su paseo vespertino y, si el tiempo es bueno, también matutino, le permite ejercitar la mente con todo aquel que se cruza en su camino y le dedica unos minutos de tiempo. A él la vida le fue leal, dice, y le planteó desafíos que aguantó y finalmente domó con la espalda recta, no como ahora.
Fue soldado pero el yunque y el martillo le apartaron entonces de cualquier otra tarea de la milicia. Era tan bueno -susurra- que nunca me dejaron abandonar la fragua.
Del impetú de entonces conserva una valentía vital que transpira optimismo por todos los poros de su cuerpo. Si eres bueno en lo tuyo, tranquilo que saldrás adelante, aconseja. Yo fui como los informáticos ahora, todo el mundo me necesitaba, dice. Estas dichosas hojas...