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Sin coches voladores Sin coches voladores

Sin coches voladores

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Raquel Fuertes

Ni androides con inteligencia y apariencia humanas. Ni colonias extraterrestres. Sí hay edificios con enormes pantallas de vídeo, pero el cambio climático no ha llegado al extremo de aun no provoca diluvios en Los Ángeles y es impensable encontrar hoy, con el coronavirus confinando nuestro mundo, aglomeraciones de gente más allá de protestas, revueltas o saqueos. Ese futuro distópico trazado en Blade Runner (los entrecomillados son de la película) en 1982 con fecha noviembre 2019 no ha seguido las pautas de los guionistas y nuestro mundo es mucho más vulgar y decepcionante en muchos aspectos (sobre todo por la ausencia de coches voladores y colonias en el espacio), sin perder, en cambio, lo más mezquino.

Si en ese mundo de ficción se creaban máquinas con apariencia humana dotadas de inteligencia para esclavizarlas y ponerlas a hacer el trabajo que los humanos no querían, nosotros nos hemos quedado en un paso anterior: mantenemos personas en condiciones infrahumanas para hacer los trabajos que nadie quiere a cambio de bien poco. Con extremos que se mueven entre lo indecente y lo inhumano, seguimos sin aplicar por igual los derechos humanos. Ojo: vivimos en Europa y esto es un oasis. 

Eso sí, también en lo que consideramos “primer mundo” (cuánta prepotencia) estamos tomando altas dosis de cruel medicina. Nos creíamos invulnerables, pero “es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo”. Creímos tenerlo todo bajo control, nuestras disputas ya eran casi juegos de salón después de siglos de guerras y pestes. Entonces, vino el miedo y nos sentimos tan presos como los que viven en otros mundos que también están en este. Y entre nosotros nos hemos perdido tanto el respeto como especie que aún hay algunos que, creyéndose superiores por su piel o por sus ideas, siguen atacando a otros porque son diferentes. Y porque quieren mantener la dictadura del miedo y de falsa supremacía. Todo en medio del drama que nos iba a igualar a todos y nos iba a hacer mejores. Nada de eso ha pasado, por desgracia “todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”. Y quedaremos nosotros. Con nuestras miserias. Y sin coches voladores.