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Sin zapatos Sin zapatos

Sin zapatos

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Raquel Fuertes

Hay días en los que llegar a casa, liberarse de los tacones y ponerse el pijama es el mayor anhelo de lujo al que aspiramos. Una vez en zapatillas, el mundo vuelve a parecer un poco más amable y al menos queda disfrutar de esa sensación durante los instantes en los que aún no eres consciente de que seguramente habrá que hacer la cena e incluso dar un poco de conversación (lo de amena e inteligente lo dejamos para otro rato) a los que te rodean y que ya casi solo te conocen por las fotos distribuidas estratégicamente por la casa.

Cocinar y conversar. Algo que puede parecer un buen plan se convierte en una empinada cuesta después de un largo día. Pero sí, al menos en nuestro día a día nos queda ese momento de quitarnos los zapatos.

Como ciudadanos, en cambio, no nos dejan ni ese efímero momento de desconexión y sosiego. La alerta tiene que permanecer siempre activada porque a unas elecciones se suceden otras y mientras no nos queda otra que funcionar, si es que se puede, con un gobierno en funciones.

Tras este barato juego de palabras (alguna licencia me tengo que dar para quitarme el estrés político) solo hay un mucho de decepción, desencanto y desesperación. Por no hablar de desconfianza. De abril a noviembre solo cambian la estación (de primavera a otoño, qué bajón) y la aparición de Errejón (uy, qué pareados de saldo, voy de mal en peor).

¿Qué pasará el 11N? (el 10N ni me importa, ya estoy harta de los domingos de “fiesta de la democracia”, me han quitado hasta la ilusión). Pues, después de constatar que todos han ganado, Pedro Sánchez tendrá que resignarse a que no tiene mayoría absoluta (bye bipartidismo, permítanme también el anglicismo, por favor) y a que tiene que hablar con otros partidos para formar gobierno.

Ni más ni menos. Como hacen en Portugal, en Alemania y hasta en Italia, oiga, que lo he leído yo por ahí. Vuelta al punto de partida con meses perdidos mientras se avecinan una nueva crisis económica y un rebrote del separatismo o la desobediencia, como gusten. Definitivamente, así no hay ciudadano que pueda disfrutar del momento de liberación que experimentamos al quedarnos sin zapatos. Demasiada tensión mal invertida en un viaje a ninguna parte.