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Things will never be the same Things will never be the same

Things will never be the same

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Elena Gómez

Todos tenemos iconos de juventud. Unos más y otros menos, pero quién no admira a algunos de esos famosos que marcaron nuestra vida con su trabajo, ya sea música, cine o literatura. Yo soy muy dada a admirar de modo ferviente a aquellos artistas con los que me siento identificada, considerándolos ya como parte de mi vida.

Por eso esta semana estoy en estado de shock. Marie Fredericksson, fallecida este martes pasado, fue una de esas artistas que me han acompañado desde que era una chiquilla. Su grupo, Roxette, ha sonado siempre en mi casa. Tanto, que incluso mis padres, que no saben inglés, reconocen y tararean sus canciones.

Tengo todos sus discos, los primeros en vinilo, como mandaban los cánones de mi adolescencia. Y cuando nos reveló que lo de Julia Roberts y Richard Gere en Pretty Woman debería ser amor, supe que no andaba muy equivocada en mis gustos musicales ya que aquella canción se convirtió en la banda sonora de toda una generación.

No exagero si les digo que cuando me enteré de la noticia de su muerte hace unos días, rompí a llorar. La congoja solo es comparable a la que sentí cuando faltaron Whitney Houston y Antonio Flores. Todos ellos fueron más que un referente, mi compañía más fiel durante una adolescencia bastante solitaria.

Sus canciones fueron "ese disco que da vueltas sin descansar" al que se refería el grupo La Guardia. Aquellas notas me dictaron mientras estudiaba, me abrazaron cuando estaba triste y me dieron energía cuando tenía ganas de bailar.

A Marie se la ha llevado una larga y penosa enfermedad. Cuando reapareció en 2016 contando que se había curado, me di cuenta de otras razones por las que tanto la admiraba. Marie trascendía por su optimismo y por sus rabiosas ganas de vivir. Su eterna sonrisa partida y su afán por no dejar nunca de cantar, fue un ejemplo y un motivo para seguir adelante. Sus deseos se han cumplido en parte. Mientras su música siga sonando, no morirá del todo. Ahora les toca a los del otro lado disfrutar también con su arte.