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Vaya mierda

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Raquel Fuertes

Andaba despotricando de las estúpidas telarañas falsas que inundan bares y hasta mi gimnasio, asqueada pensando en que la campaña electoral aún empieza mañana (¿y qué han sido estos seis meses de mi vida entonces?) y balanceando pros y contras de una decisión que me parecía hasta esta tarde crucial cuando, una vez más, me he topado con la realidad y lo verdaderamente importante.

He recordado que esta semana ibas al médico porque había que cambiar de estrategia a la vista de los últimos resultados. Y he preguntado a ver qué había pasado. Nada de lo que me han contado era tranquilizador ni optimista ni carente de dolor. Así que, llegados a este punto, desde mi ignorancia médica y desde el cariño solo me queda decirte que vaya mierda. Con perdón. Que esto es un periódico y las palabras malsonantes nunca deberían plasmarse en negro sobre blanco. Pero a veces no hay eufemismos amables que puedan expresar la impotencia de esos momentos en los que el dolor físico es tan punzante que ninguna palabra de consuelo puede amortiguarlo.

Por eso, ya ni las telarañas de importación ni los políticos mediocres ni mis indecisiones tienen importancia alguna cuando se pone de cara la vida en su faceta menos amable. Sin embargo, sé que pasará. Echo la vista atrás y recuerdo cuando las peores probabilidades se convertían en diagnóstico hace casi cinco años y no puedo evitar dejar abierta una puerta al optimismo: han sido cinco años de vida intensa en los que has disfrutado al tiempo que has aprendido a convivir con días peores y agendas médicas. Pero siempre mirando al frente. Con una energía encomiable. Pensarás, quizás, que son pocos los que han visto los momentos peores (desde luego, sé que no estoy entre ellos) y que por eso la mayoría te vemos como una heroína, con una fortaleza única y un ímpetu que a muchos les falta en mejores circunstancias. 

Ahora es hora de que tú te veas así y solo así porque, aunque yo solo te pueda decir hoy “vaya mierda”, vuelvo a mirar un año atrás y veo esa increíble fiesta de 50 cumpleaños y solo puedo pensar en cómo será la de los 60. Ahí sí que partiremos la pana, amiga.