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¿Ya está? ¿Ya está?

¿Ya está?

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Raquel Fuertes

Escribo entre la emoción y el nervio. A punto de cerrar maleta para un viaje profesional de varios días en los que (aviso: no viene nada glamouroso a continuación) voy a visitar nada menos que Madrid en el día en el que desaparecen todas las restricciones pandémicas. Todas. Bueno, mascarilla como último bastión de la defensa antivirus en espacios cerrados.

No voy a negar que me emociona la perspectiva de vivir unos días (más allá de lo que fue el oasis de las vacaciones) en un entorno profesional-relacional parecido a lo que la vida era allá por febrero de 2020. Pero tampoco puedo decir que no sienta cierto nervio (quizás hasta podríamos llamarle temor) ante todas las dudas sobre la precipitación con la que nos acercamos a este momento.

Año y medio largo de visiones telemáticas, reuniones escasas, comidas contadas y tontos choques de codos o puños para pasar a lo que (preveo) serán días de abrazos, besos con mascarilla y apretones de manos. O sea, lo de antes, pero con más ganas.

Cuando están líneas vean la luz, si todo ha ido en orden, nos habremos reunido con decenas de personas, convivido en un mismo espacio (de techos altos, menos mal) y compartido momentos de asueto en los que, comida y copa obligan, ni siquiera quedará el vestigio de la mascarilla.

Entonces, ¿ya está? ¿Ya no hay virus? ¿Se acabó la pandemia y ahora solo hay volcán e inflación? Por favor, ¿alguien me puede decir cómo va esto?

En los ratos buenos quiero pensar que sí, que tal vez sea como la gripe de 1918 y que desaparezca como por ensalmo. Pero otros ratos lo que veo es que hay (tenemos) tantas ganas de normalidad, de relacionarnos como antes y de volver a un flujo de negocios ordinario (ay cuándo nos demos cuenta de cómo viene el año con todo por las nubes y amenazas de desabastecimiento) que nos estamos dejando algún fleco de esta pandemia que nunca hemos tenido del todo controlada.

La precipitación no es buena ni cuando nos pueden las ganas. El frenazo a la economía no puede convertirse en un acelerón con los ojos vendados hacia quién sabe dónde. Ojalá me equivoque y quede como una aprensiva. De momento, mañana me voy a la capital de la libertad (Ayuso dixit) y después ya veremos si esto ya está.