

El calendario hace coincidir mi columna semanal con San Jorge, Día de Aragón, y también Día del Libro. Un privilegio para unirme a la fiesta y a las celebraciones.
En Teruel el epicentro es la plaza del Torico, que este sábado acogerá el Día del Libro y de la rosa. Floristerías y librerías de la ciudad participan en el mercado de flores y libros, en el que diversos autores firmarán sus publicaciones. Actos festivos todo el día, también los relativos a la literatura. Por supuesto, acabará el día con jotas cantadas y bailadas en el Festival de Jotas de San Jorge.
Podría dedicar esta columna hoy a muchos temas relacionados con lo que celebramos. Me inclino por tratar la lectura. No es que tenga yo interés en las ventas de libros este sábado, pero me alegrará que se vendan muchos, y que prime la calidad sobre la cantidad.
Leer es viajar, pensar, alimento de la mente y el corazón, apertura. Lo dijo la escritora Harper Lee: “El libro para leer no es el que piensa por ti, sino el que te hace pensar”. O el poeta Rubén Darío: “El libro es fuerza, es valor, es poder, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor”. Santa Teresa de Jesús lo resumió: “Lee y conducirás, no leas y serás conducido”.
El hábito o afición de leer puede adquirirse en la familia. Es más frecuente que prenda en el ámbito escolar. Si hemos tenido algún profesor que nos ha ilusionado con la lectura, que nos ha enseñado la importancia de la literatura, suele quedarnos como parte de nuestro bagaje educativo y cultural que no se borra con el tiempo. Si no se adquiere esta afición a edades tempranas, es más difícil que surja después.
Hace unas décadas, socialmente quedaba bien decir que uno estaba leyendo un libro. En entrevistas que realizábamos los periodistas era frecuente preguntar al entrevistado por el libro que estaba leyendo, y hasta los futbolistas tenían ya pensada una respuesta, un libro, por si se le preguntaba.
Recuerdo que Kiko Narváez, en la cima de su carrera futbolística, al ser preguntado por el libro que estaba leyendo, contestó: “¿Un libro? Yo no leo libros”. Sincero.
Desde hace un tiempo, esa pregunta ha desaparecido prácticamente en las entrevistas periodísticas, o al menos es mi percepción. Pienso que, aunque se publican muchos libros de toda índole, se lee cada vez menos, en unos momentos en que tenemos acceso hasta por internet – pagando o sin pagar, y espero que no se me enfaden los libreros -, y es una paradoja. Con más facilidad para leer, se lee menos.
Leemos titulares, redes sociales, enviamos y recibimos multitud de whatsapps, pero no se ve leer libros. Basta hacer un viaje largo en tren – está garantizado que sea largo si es de Teruel a Valencia -, para comprobar que se ven tablets y móviles, pero no libros.
Nuestra cultura es visual, emotiva, de impactos: necesita más la lectura.
Leer libros de calidad ensancha horizontes, hace pensar. Entretiene y forma. Hasta ayuda a escribir bien, con corrección y sin muchas faltas de ortografía ¡que van en aumento!