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No me gusta hablar de amor. Me ruboriza hacerlo en público y puedo contar con los dedos de una mano las personas con las que en alguna ocasión lo he  hecho en privado, pero esta semana me resulta imposible encontrar un tema distinto.

Pedro Sánchez ha decidido motu proprio que no se hable de otra cosa con una carta en la que unos encuentran el lado más tierno del todavía presidente y otros solo ven una de sus estrategias políticas. El resultado lo conoceremos el lunes. Hasta entonces, Pedro y su amada Begoña disfrutan -si es que eso se puede hacer ocupando un cargo público como el que él ostenta- de esos ansiados días libres. Que, por cierto, no me parece mal que se los tome. El Rey lo hace repetidamente a lo largo del año y nadie se lo tira en cara. Eso sí, me resulta un poco feo anunciar que te vas de puente sin dejar ni una pista de qué va a ser del país a partir del lunes. Quizás algo de responsabilidad política no hubiera estado de más.

Mi innata curiosidad me ha llevado a preguntarme en más de una ocasión desde el inesperado anuncio qué diantres estará haciendo la pareja en estas minivacaciones. ¿Y si les da por venir a Teruel? A fin de cuentas es la ciudad del amor, ¿no?

Ya me jodería, hablando claro, que Sánchez tenga que acordarse de que Teruel existe justo en este momento. Ha tenido años y motivos de peso encima de la mesa para hacerlo, pero ninguno tan poderoso como el amor. Si lo hace, que vaya con ojo. Porque en Teruel bien se sabe que no todas las historias de amor acaban con final feliz. No sé yo si Pedro Sánchez estará al corriente de la historia de un tal Diego junto a una tal Isabel , pero quizás le vendría bien repasarla para lo que está por venir.

El desenlace del culebrón Sánchez tiene papeletas para acabar como la historia de los amantes de Teruel. O bien, el nuevo Diego muere tras protagonizar uno de los actos más pasionales de los últimos tiempo y logra mantener viva la llama de su amor, con la presidencia como tasa a pagar. O bien pasa a ser recordado durante años como el presidente que venció al poder del amor. Sea como sea, el amor tendrá la última palabra.