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Javier Gascó
¿Tienes un millón de euros? Si la respuesta es afirmativa, puedes violar a una mujer y pasar por la cárcel como si estuvieses jugando al Monopoly. Un par de turnos sin tirar y arreglado. Ese es el mensaje que extraigo yo de la decisión de la Audiencia de Barcelona respecto al caso de Dani Alves. Ridículo es el adjetivo más suave que se me ocurre para calificarla. ¿Acabar con las agresiones sexuales? Nah, si acaso solo cuando el agresor es un pobre desgraciado que no tiene un pasado “exitoso” en alguno de los campos que parecen exentos de toda ley, veáse futbolistas, toreros, políticos, cantantes o famosos en general.

Aún así, creo que lo peor de toda esta polémica no es si el exjugador del Barça termina abonando una pasta que ahora parece no encontrar en ninguna de sus cuentas, sino el lugar en el que, otra vez más, queda la víctima. ¿Cómo le explicas a esa muchacha que violarla tiene un precio, que además supone una minucia para alguien que ha estado años y años llenándose los bolsillos?

Ni su propia abogada sabía cómo hacerlo. “No se lo puedo explicar en criterios legales ni en criterios racionales”, comentaba este pasado miércoles ante los medios de comunicación que la esperaban a la salida del juzgado.

¿Qué motivo hay para ponerle precio no solo al cuerpo, sino también a la intimidad y en definitiva a la vida de esa chica? ¿Vale menos que cualquier otra víctima por haber caído en manos de un exfutbolista? Me genera rabia pensar que la respuesta es un sí, porque sé que la respuesta es un sí.

No tengo ni la menor idea de justicia, pero creo que mientras las condenas, sean del tipo que sean, puedan solventarse con el pago de una cantidad, sea cual sea, de dinero algo falla. Dani Alves, en vez de ser señalado y convertido en un ejemplo de lo que no se debe hacer, servirá de ejemplo de lo que sí se puede hacer, sobre todo para un grupo exclusivo de la sociedad: los que tienen varios ceros en la cuenta bancaria.