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El análisis del mortero revela la huella de los almogávares en la torre de Santa María de Alcañiz El análisis del mortero revela la huella de los almogávares en la torre de Santa María de Alcañiz
El investigador Josep Gisbelrt durante la charla en el Palacio Ardid de Alcañiz. P.A

El análisis del mortero revela la huella de los almogávares en la torre de Santa María de Alcañiz

El uso de material hidráulico ha sido calificado como “inédito”
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La torre de Santa María de Alcañiz conserva algo más que historia en su silueta gótica: en sus muros, el análisis de los morteros ha sacado a la luz una singularidad que vincula su origen con un episodio clave de la historia europea. Así lo explicó el geólogo Josep Gisbert durante la charla que ofreció en la capital bajoaragonesa bajo el título Estratigrafía de morteros: una técnica para la recuperación de nuestra historia, donde presentó el resultado de un trabajo de investigación pionero en el patrimonio arquitectónico local.

El especialista, con casi tres décadas de experiencia en restauración de piedra y materiales pétreos, subrayó el valor que tiene el estudio de los morteros como herramienta para desentrañar fases constructivas y técnicas utilizadas en cada época. “En edificios históricos, el mortero ofrece más información que la piedra en sí”, apuntó, y explicó que cada cuadrilla de albañiles medievales utilizaba recetas propias, lo que permite identificar su intervención en distintos elementos de una misma ciudad.

Un hallazgo excepcional

Durante su intervención, Gisbert expuso los resultados del trabajo de fin de grado dirigido por él en 2019, que aprovechó la instalación de andamios en la Lonja de Alcañiz para tomar muestras de mortero tanto de ese edificio como de la torre gótica de la iglesia de Santa María. La investigación fue realizada por el estudiante Miguel Lázaro y obtuvo una calificación de sobresaliente en junio de 2021. La sorpresa llegó con el análisis de las cinco muestras extraídas de la torre. Una de ellas presentaba características únicas: se trataba de un mortero hidráulico —capaz de fraguar bajo el agua— elaborado con escorias de fundición metálica, algo inédito entre los más de sesenta morteros que ha estudiado el investigador. “Es el primer caso que encuentro con escorias de fragua metálica”, explicó Gisbert, quien subrayó el carácter excepcional del hallazgo.

La interpretación del investigador va más allá de lo técnico. Este tipo de mortero, desaparecido en Europa Occidental tras la caída del Imperio Romano, solo reaparece de forma esporádica cuando hay contacto con el legado bizantino. Según Gisbert, la coincidencia temporal entre el inicio de la construcción de la torre y el regreso de los almogávares desde Constantinopla, tras el asesinato de Roger de Flor y la llamada “venganza catalana”, permite vincular este elemento constructivo a una cuadrilla con formación militar y conocimiento técnico adquirido en el este. “No vuelve a aparecer un mortero con estas características en ninguna otra parte de Alcañiz, ni en otras muestras de la zona”, señaló, lo que refuerza la hipótesis de una intervención puntual, probablemente en las cimentaciones de la torre, por parte de un grupo con conocimientos avanzados y acceso a materiales industriales como los procedentes de la metalurgia.

Técnica e historia

Gisbert explicó que el análisis de morteros se realiza principalmente mediante técnicas de microscopía, muy habituales en geología, ya que permiten caracterizar la composición de los materiales, su granulometría y los procesos de fraguado. Esta información permite elaborar patrones que sirven para ordenar cronológicamente las distintas fases de construcción y reforma de un edificio. En el caso de Alcañiz, estos estudios permiten rastrear la actividad de distintas cuadrillas medievales. “En el casco histórico pueden identificarse trabajos similares que responden a las mismas fórmulas de elaboración”, señaló el investigador, añadiendo que este tipo de análisis no solo documenta cómo se construyó un edificio, sino también cuándo y con qué técnicas se llevaron a cabo las sucesivas reformas, muchas de ellas sin constancia escrita. “En los edificios históricos suele haber una fase original y luego múltiples intervenciones posteriores que no están documentadas, pero que pueden datarse y estudiarse gracias a los morteros”, subrayó.

En la parte final de su intervención, Gisbert hizo un llamamiento a evitar prácticas de restauración agresivas, como el repicado de morteros originales para dejar la piedra a la vista. Recordó que en época medieval los edificios no se concebían con la piedra expuesta, sino revestidos de mortero, y que su eliminación supone una pérdida irreparable de información.

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