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Una masa humana se purifica en las 15 hogueras de la Encamisada en Estercuel Una masa humana se purifica en las 15 hogueras de la Encamisada en Estercuel
Los organizadores de la fiesta, montados en caballerías, eran los primeros en pasar junto al fuego

Una masa humana se purifica en las 15 hogueras de la Encamisada en Estercuel

Tres años después, los Festeros volvieron a organizar esta Fiesta de Interés Turístico en Aragón
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Estercuel recuperó este sábado la tradición de la Encamisa después de tres años de suspensión obligada como consecuencia de la pandemia de coronavirus. Cientos de personas vivieron un baño  purificador de calor al pasar junto a las 15 fogatas que se prendieron en las calles del pueblo y con las que el municipio celebró la vuelta a la normalidad.

Hacía tres años que la principal sanantonada de la provincia de Teruel no podía celebrar su Encamisada y Los Festeros no podían organizar una de las citas de invierno de referencia, declarada años atrás Fiesta de interés turístico aragonés.

El festival de fuego que se vivió en Estercuel empezó alrededor de las siete y media de la tarde, cuando se  prendió la primera aliaga en el portal de los Mártires. Esa llama original fue la que terminaría contagiando el fuego al resto de las hogueras, que fueron ardiendo como un dominó a medida que los Festeros, subidos sobre sus caballerías, se aproximaban a ellas haciendo el tradicional recorrido por las calles, que habían quedado sumidas en la más completa oscuridad unos minutos antes.

Fueron los Festeros -que representan a los personales del Rey, el Procurador, el Conde y los Mayorales- los que abrieron paso al resto del público en el momento en que la fogata de la iglesia estalló en llamas.

A estos curiosos personajes se les distinguía por la simbología que portaban en sus sombreros: al Procurador, representante del poder popular, por las tres cintas blancas que llevaba grabadas y por que ser el portante del estandarte de San Antón; al Rey, por las tres estrellas, y al Conde, representante de la Nobleza, por la pluma. Junto a ellos, los Mayorales, a los que se distinguía por no llevar ninguna simbología particular.

Ataviados con sus capas y sombreros negros y subidos sobre los mulos, los organizadores de la fiesta llegaron a la plaza alrededor de las ocho de la tarde acompañados de la música de la dulzaina. Tras darle la vuelta a la hoguera y subidos en sus monturas, salieron de la plaza en dirección al resto de hogueras, repartidas en calles estrechas.

Los tederos y las aliagas

Delante de ellos desfilaron los portantes de las teas, los tederos, que abrieron camino en mitad de la oscuridad a las caballerías y a todo el público que las siguió en ese transitar urbano en medio de la noche, desplazándose casi por inercia y por la necesidad de continuar el camino que realizaba la masa humana, que empujaba hacia adelante y no titubeaba a la hora de pasar junto a las enormes piras de fuego.

Las aliagas fueron las grandes protagonistas de esta noche fría en Estercuel e  hicieron lo que se esperaba de ellas, esto es, quemar con rapidez y convertir los montones de leña que se habían apilado durante la mañana del sábado en enormes bolas de fuego. Un fuego que acabaría convertido en brasas, que aprovecharon los vecinos para asar, una vez terminada la procesión de la Santa Encamisada, cuantos manjares quisieron. Reunidos en cuadrillas de amigos o entre vecinos, los estercuelanos terminaron la fiesta llenando el estómago y esperando los actos de este domingo, que darán por finalizada la fiesta tres años después de que se celebrara la última de sus ediciones.
















 
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