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La depresión geológica rica en fósiles de mamíferos que cruza la provincia de Teruel adquiere nueva visibilidad La depresión geológica rica en fósiles de mamíferos que cruza la provincia de Teruel adquiere nueva visibilidad
Punto de información geológica en Torrebaja, donde finaliza la Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz

La depresión geológica rica en fósiles de mamíferos que cruza la provincia de Teruel adquiere nueva visibilidad

Va de Calatayud a Ademuz y ha dado lugar a estratotipos que llevan nombres turolenses como el Turoliense, el Rambliense y el Alfambriense
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Una depresión geológica que atraviesa la provincia de Teruel y que va desde Calatayud hasta el Rincón de Ademuz ha dado lugar a una de las regiones más ricas en fósiles de mamíferos del Neógeno, que abarca desde hace 23 a 5 millones de años. En aquellos tiempos la provincia estaba poblado por animales propios de una sabana africana como tigres, elefantes, jirafas o hipopótamos, y el ser humano no había hecho todavía acto de presencia. Varios de los pisos que conforman esos estratos llevan nombres turolenses como el Turoliense y el Alfambriense, además del Aragoniense, y lugares como Concud, El Pobo o Dinópolis exhiben la riqueza de los fósiles aparecidos en sus sedimentos. El Jardín de Rocas de Torrebaja, en el Rincón de Ademuz, ha vuelto a dar nueva visibilidad a esos entornos al dedicar su nombre al paleontólogo Emiliano Aguirre en el centenario de su nacimiento.

Al caminar por el campo en los alrededores de Teruel o en municipios como Alfambra cuesta imaginar que aquello que se pisa en realidad fue como un trocito de África hace millones de años, cuando el mar Mediterráneo se desecó y sus faunas colonizaron la península Ibérica. En los últimos tiempos, la presencia de una institución científica como la Fundación Dinópolis, con el parque paleontológico, o las excavaciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales, han ido dando visibilidad a ese pasado geológico fascinante.

Además de los propios contenidos museísticos que alberga Dinópolis, localidades como Concud, con su recorrido urbano de murales de cerámica al aire libre, o El Pobo, con el Safari por la Sabana del Turoliense, han visibilizado esta etapa reciente de la evolución de la vida antes del Cuaternario, que es cuando irrumpieron lo seres humanos.

Todos esos recursos convertidos hoy día en un atractivo turístico para quienes visitan las comarcas turolenses, tienen su razón de ser en las investigaciones paleontológicas llevadas a cabo desde el siglo pasado con nombres de referencia como Emiliano Aguirre.

Quienes visitan Dinópolis y entran en el recorrido en barca de El último minuto, que se centra en el Terciario, la era que se inició hace 66 millones de años con la extinción de los dinosaurios, se topan a la salida con el nombre de este paleontólogo puesto que allí se colocó una placa hace ya más de tres lustros para rendirle homenaje.

Fue en noviembre de 2009 con la asistencia del propio científico, reconocido una década antes con el Premio Príncipe de Asturias por las investigaciones en Atapuerca, cuando varias generaciones de paleontólogos le hicieron un homenaje, el denominada linaje de Emiliano Aguirre.

No es casual que el reconocimiento en Teruel se hiciese en ese lugar, porque la provincia ha sido un sitio de referencia en los estudios de las faunas y la reconstrucción de los ecosistemas del Neógeno, y él participó en excavaciones de yacimientos turolenses de esas edades, así como después hicieron sus numerosos discípulos.

Un lagarto sobre una arenisca del Triásico en el Jardín de Rocas del Rincón de Ademuz Emiliano Aguirre en Torrebaja

Aguirre falleció en octubre de 2021 a la edad de 96 años y en 2025 se cumple el centenario de su nacimiento. Dentro de los actos que están organizando sus discípulos en diferentes sitios, a finales de julio fue acondicionado y rebautizado en Torrebaja, dentro del Rincón de Ademuz, el punto de interés geológico que muestra la variedad geológica de este término y en donde finaliza la Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz que tan célebre ha convertido la paleontología turolense del Terciario.

Jardín de Rocas

Ese enclave convertido en espacio de interpretación geológica se denomina ahora Jardín de Rocas del Rincón de Ademuz Paleontólogo Emiliano Aguirre Enríquez. La iniciativa ha sido del Ayuntamiento de Torrebaja y quien la ha impulsado es el paleontólogo Enrique Gil.

El lugar, que se encuentra a las afueras del pueblo en una zona llamada El Montecillo tras cruzar el río Ebrón, cuenta con paneles informativos que permiten observar con facilidad, gracias a las explicaciones, las diferentes unidades geológicas que van desde el Mesozoico al Cenozoico en los montes que hay entre Torrebaja y Castielfabib.

Es de especial relevancia porque allí finaliza la denominada Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz y se pueden contemplar muestras de las rocas que afloran en la misma. Además, al punto de interpretación se han llevado para su exposición materiales de los distintos periodos geológicos que aparecen en el término, de ahí la denominación de jardín de rocas.

La geología permite mirar el paisaje más allá de verlo en unos tiempos donde la mirada ha desaparecido, a pesar de que todo el mundo viaja y recorre sitios como este jardín de rocas, no se sabe muy bien si para conocer más o por la acuciante necesidad consumista y de hacer cosas como si el tiempo se fuera a parar de repente.

La posibilidad de mirar, y no limitarse solo a ver, es lo que ofrece este jardín de rocas, que empezó a fraguarse hace una década y que ahora ha sido reacondicionado y mejorado con motivo de haber sido bautizado en homenaje a Emiliano Aguirre.

“Torrebaja es un lugar desde el que se puede contemplar la geología de la parte final de la Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz, y desde este punto se puede ver muy bien todo con unos buenos trazos geológicos”, indica Enrique Gil, que explica la especial importancia de esa depresión geológica por su riqueza en fósiles.

Cuenta que la Cordillera Ibérica tiene dos alineaciones montañosas que son paralelas entre sí que van desde el noroeste hasta el sureste. Una de ellas corresponde a la rama castellana y la otra a la aragonesa. Son alineaciones de las eras secundaria y primaria, “pero entre ellas existe una depresión de sedimentos estratificados de la era terciaria, que son los que han dado lugar a la conservación de numerosísimos yacimientos de mamíferos fósiles de los últimos veinte millones de años”.

Reconstrucción de animales del Neógeno de Teruel en el parque del Safari por la Sabana del Turoliense en El Pobo

Su gran importancia, añade, es que los paleoecosistemas registrados en los afloramientos paleontológicos de esta depresión geológica “dan una información verdaderamente tremenda respecto a cómo han evolucionado estos ecosistemas a lo largo del tiempo, y cuáles han sido las variaciones de faunas de mamíferos sobre todo, pero también de flora, que se han sucedido en el tiempo en los últimos millones de años”.

ADN turolense

Son formaciones geológicas que llevan además el ADN turolense por la denominación que tienen los distintos pisos que las conforman. Gil recuerda que Emiliano Aguirre fue quien investigó los yacimientos de la Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz, y “gracias a esos estudios, la escala estratigráfica internacional incluye cuatro pisos con terminología aragonesa que están situados en la cuenca Calatayud-Teruel, como son el Rambliense, el Aragoniense, el Turoliense y el Alfambriense”.

En el Jardín de Rocas de Torrebaja se detallan las distintas edades de estos pisos. El más antiguo dentro del Mioceno es el Rambliense con una edad que arranca hace 19,3 millones de años. El estratotipo de este piso continental está en el término municipal turolense de Calamocha. A ese piso geológico le sigue el Aragoniense, más moderno, hace 16,7 millones de años, cuyo estratotipo se encuentra en Villafeliche, en la Comarca de Calatayud, en este caso en la provincia de Zaragoza.

El Turoliense es otro de los pisos geológicos con nombre turolense dentro de lo que es la Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz. El estratotipo como lugar de referencia está en Teruel capital entre la ermita de Santa Bárbara y Los Aljezares. Se sitúa hace 8,7 millones de años y sigue estando dentro del Mioceno.

El último piso continental, ya dentro del Plioceno en este caso, es el Alfambriense, hace 5,3 millones de años tal como recogen los paneles informativos del Jardín de Rocas de Torrebaja. Su nombre, evidentemente, se debe al municipio turolense de Alfambra, que es donde está su estratotipo, el lugar de referencia.

Gil recalca que “son cuatro pisos de la escala estratigráfica internacional definidos gracias a la fauna de mamíferos que se ha encontrado ahí debido sobre todo al trabajo de investigación de Emiliano Aguirre y sus equipos a lo largo de muchos años”.

Fruto de esos trabajos y de las investigaciones en las que ha participado después la Fundación Dinópolis, así como el empeño de colectivos como los vecinos de Concud, o la Comarca Comunidad de Teruel, la provincia cuenta hoy día con recursos turísticos como los murales en cerámica con animales del Turoliense en la pedanía turolense, o el Safari de la Sabana del mismo periodo en El Pobo con la recreación en vida de cómo eran estos animales, cuya reconstrucción ha sido posible gracias a los fósiles extraídos en las excavaciones paleontológicas.

Una persona observa fósiles del Mioceno turolense en el Museo de Dinópolis

El Jardín de Rocas del Rincón de Ademuz aporta el complemento ideal para la interpretación del paisaje. A juicio del paleontólogo Enrique Gil, la geología en el mundo actual “debería tener más importancia de la que tiene”. Afirma que es la clave para entender los paisajes y la evolución de los ecosistemas.

Dejar de ver para mirar

“Cuando se conoce geología, se dejan de ver paisajes y empiezan a verse procesos geológicos que han actuado en un determinado lugar o en una zona”, comenta el científico, que aclara que entender la geología “no solo te sirve para comprender dónde puede haber recursos que nos sirvan al ser humano, sino también para entender cómo se ha formado lo que estamos viendo y cuál es el proceso de desarrollo de acontecimientos o eventos geológicos que están encadenados unos con otros”.

Si a ello se suma la fortuna, como sucede en la Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz, de encontrar yacimientos paleontológicos, “eso permite comprender cuáles han sido los procesos de evolución de la vida en muchos lugares”.

“Así es como sabemos que hace 8, 10 o 12 millones de años teníamos en los alrededores de Teruel, y en Rincón de Ademuz, ambientes parecidos a los que existen hoy día en la sabana africana”, comenta Gil, que hace énfasis en que “eso te hace pensar con respecto a las variaciones en los ecosistemas, los climas y otras cosas”.

A esas reflexiones invita la visita al Jardín de Rocas Emiliano Aguirre en el Rincón de Ademuz para no limitarse a ver las montañas y empezar a mirar la configuración de sus paisajes a lo largo del tiempo y con las formas de vida que nos han precedido. Este es otro pasaje más de la fascinante aventura de la historia de la evolución en nuestro planeta sobre el que la provincia es un libro abierto de primer orden.

Numerosos fósiles han recibido el nombre de donde se hallaron

Un indicio de la gran riqueza de los yacimientos paleontológicos de la Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz es que muchos de esos fósiles han dado lugar a nuevos géneros o especies que han recibido el nombre de las localidades donde se encontraron. En el Museo Aragonés de Paleontología, en la Sala de los Mamíferos de Dinópolis, se puede disfrutar de algunos de estos holotipos, como es el caso de Teruelictis riparius, una singular nutria de hábitos terrestres en lugar de acuáticos.

Otros fósiles descritos por primera vez en yacimientos de la Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz que denotan su procedencia por el nombre son el caballo Hipparion concudense, el rinoceronte Alicornops alfambrense, la gacela π baturra o el ciervo Turiacemas concudensis.

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